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Tribuna:EL DEBATE SOBRE LA INICIATIVA DE DEFENSA ESTRATÉGICA
Tribuna
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'Guerra de las galaxias' e investigación privada

Entre los argumentos que esgrimen Washington y algunos políticos eurooccidentales pronorteamericanos en favor de la participación de los países de Europa occidental en el programa SDI (Iniciativa de Defensa Estratégica), uno de los primeros lugares lo ocupa la tesis de que el país que renuncie a participar en dicho programa quedará al margen del progreso tecnocientífico, ya que los cuantiosos gastos en esta empresa inevitablemente imprimirán un fuerte impulso a ese progreso también en las ramas civiles.Todo parece indicar que este argumento viene a preocupar más a los políticos que a los empresarios. En una conferencia celebrada en Bonn en mayo pasado por ministros de Defensa, Investigaciones, Relaciones Exteriores, Finanzas y Economía, con participación de representantes de la gran industria de la RFA -entre ellos, los principales contratistas del Ministerio de Defensa (los consorcios MBB, Dornier, Siemens)- fueron precisamente los industriales quienes mostraron su preocupación respecto a que la participación de la RFA en la SDI pueda reducir los subsidios destinados a otros programas de investigación.

Analizando toda la historia del desarrollo del sector militar de la economía estadounidense durante el período posbélico se hace evidente que las realizaciones R+D (de investigación y diseño), que van devorando recursos colosales, nunca han jugado un papel estimulador del progreso tecnocientífico ni han servido de fuentes fundamentales de innovaciones.

A partir de los años cincuenta, un 80% de los medios destinados a la R+D se transfieren en bien del Pentágono a las firmas más importantes, que no son suministradores, sino más bien consumidores de inventos y descubrimientos que se realizan principalmente en empresas medias y pequeñas.

Aun cuando las firmas importantes -que absorben enormes sumas de las asignaciones estatales conforme a los contratos para las investigaciones- producen patentes, resulta que la mayor parte de éstas no se incluyen en el campo de las investigaciones militares generosamente pagadas, y entre las patentes que tienen aplicación militar sólo una parte insignificante se utiliza en la producción civil.

Según datos de la firma Texas Instruments, por ejemplo, entre los años 1949 y 1959, sólo cinco de las 112 patentes adquiridas por esta compañía se referían a trabajos realizados en el marco de los contratos militares, y tan sólo dos de ellos resultaron comercializa dos posteriormente.

La naturaleza misma de las investigaciones militares, así como su orientación a la creación de complejos coheteriles y equipos electrónicos especializados destinados a utilizarse en una guerra nuclear vienen a evidenciar que las mismas difícilmente serán aplicadas con fines pacíficos.

Un análisis científico detallado viene a demostrar que las investigaciones civiles directas son capaces de rendir un efecto económico mucho mayor que la utilización comercial de los resultados obtenidos en las investigaciones militares.

Una exageración

Así, pues, las afirmaciones de que el programa de guerra de las galaxias sirve de estimulador del crecimiento económico no son sino una exageración exorbitante. Al respecto, Lewis Branscomb, vicepresidente de la multinacional IBM para investigaciones científicas, declaró que "este efecto, por lo visto, será insignificante". A una conclusión aún más pesimista han llegado los autores del informe del comité de prioridades económicas, quienes declararon sin ambages que el programa de guerra de las galaxias puede desplazar las investigaciones de verdadera importancia comercial, utilizando para sus fines a los científicos más cualificados de las compañías privadas.

"En comparación con los europeos, avanzamos a paso de tortuga", afirma con inquietud el diario estadounidense The New York Times, alegando la opinión de científicos prestigiosos. La adhesión de la Administración norteamericana a los planes de militarización del espacio cósmico no deja a aquellos empresarios norteamericanos que relacionan sus planes con el uso de este programa con fines comerciales muchas esperanzas de lograr éxito en la lucha competitiva frente a las firmas europeas, que gozan por ahora de un apoyo más sensible por parte de sus respectivos Gobiernos. Desde el punto de vista de los empresarios eurooccidentales, una cooperación más estrecha con EE UU en el programa SDI y el peligro de un creciente proteccionismo en varias ramas de la producción civil amenaza con hacerles perder sus posiciones en el gran y prometedor mercado.

Alexei Vasillev es jefe de la Sección de Problemas Político- Militares del Instituto de Estados Unidos y Canadá (Academia de Ciencias de la URSS).

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