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EL SÍNODO, EN LA RECTA FINAL

Violeta, rojo y gris

Francesc Valls

Tercia, Ángelus y Adsumus Sancte Spiritus son las tres oraciones que cantan en gregoriano los padres sinodales cada jornada: la Tercia, por la mañana; el Ángelus, a mediodía y a las cinco de la tarde, y el Adsumus Sancte Spiritus, al concluir las sesiones. Ayer, al reiniciarse el pleno sinodal, el Papa comenzó la plegaria de Tercia, que un grupo de informadores -como cada día- pudo presenciar durante unos 10 minutos.El cántico sinodal se realiza en una sala donde el negro de los trajes se confunde con el negro del skay que recubre los asientos. Al colorido violeta obispal y rojo cardenalicio se une también el gris de los receptores de traducción simultánea que preferentemente utilizan los prelados africanos cuando el presidente del sínodo usa el latín en su intervención oral.

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Entonces, en el momento en que empieza a debatirse lo decidido en los círculos de debate, los informadores son invitados a abandonar la sala por un pasillo, al fondo del cual, y en una larga mesa, se expone el refrigerio que los padres sinodales tomarán a media mañana. Bizcochos y tazas se amontonan a la espera de la llegada de cardenales y obispos.

Tras el pasillo, una escalera de caracol conduce al vestíbulo del palacio de Nervi, donde, además de celebrarse las sesiones, el Papa recibe algunas de las audiencias públicas de los miércoles. En la entrada, a la izquierda, están cuidadosamente doblados los abrigos que protegen a los sinodales de los rigores del diciembre romano. Delante, en un amplio escaparate, aparece una muestra de la producción intelectual católica, que empieza por la prolífica obra de Juan Pablo II.

El pabellón recoge el libro del cardenal Paul Poupard Galileo Galilei, 350 años de historia. El Informe sobre la fe, del prefecto del ex Santo Oficio, el cardenal Joseph Ratzinger, comparte mesa expositora con una síntesis teológica sobre Maritain. Al lado, en pie, se encuentra El ateísmo comunista soviético, de Francesco Skolla. Luego, casi en el extremo, los volúmenes del Acta Synodalia Sacrosancti Concilio Vaticano II soportan una edición ilustrada de las obras de Rafael, el pintor de las estancias y las logias vaticanas. También la vida de los santos cuenta en la muestra. Y en este caso, uno de los santos es español. Se trata de la obra San Antonio María Claret, el hombre que desafió lo imposible.

Tampoco falta lo que algunos adivinan como un llamamiento al uso del latín. Libros de texto y casetes en distintas variedades ofrecen la oportunidad de mejorar conocimientos en la lengua de la Iglesia tanto a profanos como a expertos. Frente a esta muestra bibliográfica, en el lado derecho del vestíbulo, una gran exposición fotográfica del sínodo permite a obispos y cardenales comprar por escasas liras un recuerdo gráfico de un momento junto al Papa.

Víctimas del comunismo

Junto a esta colección de fotografías se amontonan ejemplares de L'Osservatore Romano y la publicación El cruzado de Fátima, que en un suplemento advierte de los peligros del marxismo. La revista afirma: "Si todos los obispos católicos no obedecen pronto a Nuestra Señora de Fátima, el mundo entero, incluyendo Canadá y Estados Unidos, será esclavizado por la Rusia comunista". La publicación recuerda la gravedad de la situación que vive el mundo -de la que afirma que "nos hallamos en una carrera contra reloj"- y reproduce una fotografía de esqueletos humanos correspondientes al campo de exterminio de Dachau, con el comentario: "Foto de las 9.000 víctimas de la persecución comunista".

Fuera del palacio de Nervi, en a cercana capilla romana de San Lorenzo, unos 20 jóvenes se mantienen en oración permanente y en adoración del Santísimo. Estos jóvenes, que se relevan diariamente, celebran cada día una misa votiva por el buen desarrollo del sínodo.

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