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Brian Aldiss: Es preciso no imaginar demasiadas cosas"

Autor de ficción científica y creador de un cosmos particular

El británico Brian Aldiss, escritor de ficción científica, que estuvo recientemente en España, sentencia: "Si usted imagina que vuelan cerdos es preciso aplazar la tentación de que también vuelen los perros". Así explica el creador de un cosmos que desborda 28 novelas, 15 colecciones de cuentos, cinco ensayos y dos poemarios, el equilibrio que ha de mantener la imaginación para ser creída. Aldiss, premios Hugo, Nebula y Julio Verne entre otras glorias del género, considera con prudencia que "es preciso no imaginar demasiadas cosas".

Nació en 1925. Le correspondió, pues, vivir la angustiosa aproximación de la II Guerra Mundial con "dos temores: el de que me llamaran, y el de que no me llamaran". Le llamaron. Asistió al final de la guerra en el Real Cuerpo de Señales, y de 1943 a 1947 tuvo en la India y Sumatra esa vivencia que le había de marcar: la del tiempo aparentemente inmóvil a causa de la ausencia de estaciones. Ahí, piensa ahora, engendró esa obsesión por el tiempo que atraviesa su extensa obra, ahí nacieron esos años de Helliconia que cubren 1.500 años del tiempo terrestre, por lo que las civilizaciones viven una sola primavera, y de ahí nace su sospecha de que el dinamismo del hombre blanco, el europeo, viene de su percepción rápida del tiempo, pues la naturaleza cambia a su alrededor. Imágenes de aquella época india construyen sus libros, como la jungla carnívora que amenaza con cubrir el planeta en Invernáculo, premio Hugo en 1962.Aldiss podría perfectamente encamar el personaje de escritor británico en una fiesta de disfraces. Es alto, estuvo en la India disfruta el privilegio del sentido del humor y lleva corbata tejida sobre camisa a cuadros y chaqueta de pana. Y, sin embargo, se siente en cierto modo un marginal.

¿Cómo es la vida de un autor de ficción científica? Como la de la mayor parte de los escritores: solo la mayor parte del tiempo en su estudio, pronunciando en voz alta, para oír qué tal suenan y darles cuerpo, los evocadores nombres de sus personajes: Kiordan, Vul Lucifer, Gren, o de los lugares de sus novelas: Leopandis, Hassh, Malacia, ese lugar miedoso en el que se prohíbe toda novedad. El origen de esos nombres evocadores está, a veces, en cualquiera de los numerosos gatos que circulan por su casa de Oxford, y que cada miembro de su familia llama por un nombre distinto. Esa manada es una magnífica cantera de nombres de ficción científica.

Al principio, como todo el mundo, Aldiss quiso ser poeta. Pero conoció a los grandes, Yeats, Elliot, Auden, y supo que nunca escribiría como ellos. Entonces se resignó a la prosa. Piensa que el crítico ruso Kagarlitsky tenía razón cuando le dijo que la ficción científica es "la novela intelectual para el hombre de la calle. No tienes que ponerte corbata para leerla".

Observadores

En realidad, la obra de Aldiss es más que ficción científica, al decir de los críticos. Informe sobre Probabilidad A, por ejemplo: G, S y C observan a la señora Mary sin descanso. Otro observador observa a los tres observadores, y es observado a su vez por una figura solitaria en la cima de una colina... Esta obra nació como fracaso, en 1969, pero, al igual que el teatro del absurdo, se ha crecido con el tiempo. No sólo ha sido reeditada sino convertida en un clásico de no se sabe muy bien qué genero, y consagrada por los sabios que emparentan su aparente ausencia de juicio y de trama, su atmósfera indecisa, con el nouveau roman.Sea como fuere, el historial de Aldiss incluye una extensa bibliografía ajena que demuestra que ya es carne de tesis doctoral. Habla con solvencia de ciertas pasiones: Kafka, por ejemplo. En cierta ocasión, cuenta Aldiss con suavidad, Kafka y Felice encontraron, en un paseo, a una niña que lloraba porque había perdido una muñeca. Felice quiso consolarla, inútilmente. Entonces Kafka le dijo que su muñeca se había ido de viaje y le anunció que pronto le escribiría. Así lo hizo. La muñeca escribió siete cartas, por pluma de Kafka, y en la octava se despidió pues había crecido, se había casado y había tenido unas muñequitas que debía atender.

El escritor, que no es un hombre religioso aunque en su última obra en tres volúmenes, Helliconia, haya terminado por mencionar con la palabra Gaia el mecanismo gigantesco del universo, habla con fervor de la imaginación. ¿Está en peligro? Aldiss ataca los sistemas educativos. "Creo que la imaginación siempre está en peligro", dice.

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