El Nevado del Ruiz ha vuelto a entrar en erupción
El Gobierno colombiano anunció ayer que el volcán que ha cobrado 22.000 víctimas ha vuelto a entrar en erupción y pidió la evacuación inmediata de la zona ante la posibilidad de renovadas inundaciones. La ministra de Comunicaciones, Nohemí Sanin Posada, formuló el llamamiento gubernamental para que los habitantes de las riberas de seis ríos, a los dos lados del Nevado de Ruiz, abandonaran sus casas y buscasen refugio inmediatamente.
"Con la erupción que acaba de ocurrir, parecida a la de hace tres días, existe el riesgo de inundaciones parecidas", manifestó la ministra. "Por eso les ruego que se vayan lo más pronto posible". Pidió a los habitantes de las riberas de los ríos Guali, Lagunilla, Azufrado, Claro, Recio y Chinchina que se fueran a las partes altas de la cordillera "sin pensar en lo que dejamos, sino en salvar las vidas".El llamamiento indica que para las próximas horas una nueva avalancha se deslizará por las laderas del Nevado del Ruiz tras una nueva erupción -no tan potente como la anterior, según informó el Gobierno- del cráter Arenas, a 5.400 metros de altura.
Un temor se cierne sobre los trabajos de rescate de víctimas y heridos por la erupción del volcán Nevado del Ruiz, en Colombia. Las labores se han convertido en una lucha contra el reloj. El buen tiempo, el sol, son enemigos mortales de los socorristas. El mar de lodo que cubre la ciudad de Armero empieza a solidificarse, sellándose así una gigantesca tumba que retendrá en su seno miles de cadáveres. Si así fuera, la zona será declarada oficialmente camposanto.
El Gobierno anunció ayer que el número de muertos asciende a 22.314, con 1.436 personas heridas.
La peor parte se la lleva Armero, a unos 50 kilómetros al este del Ruiz. El río Lagunilla, que nace en el volcán, se desbordó la noche del miércoles y arrastró un aluvión de barro, rocas y troncos que borró a Armero del mapa.
Los trabajos de rescate y evacuación de supervivientes continuaban ayer por tercer día consecutivo. El incesante aterrizar de aviones con ayuda internacional ha nutrido de material y equipos médicos los pobres contingentes de auxilio de los primeros días y ha crecido la velocidad de evacuación de heridos y damnificados, que por vía aérea son trasladados a Bogotá y localidades vecinas al área del desastre.
Todavía quedan muchas personas con vida aisladas en el gigantesco manto de lodo que cubre la comarca de Armero. En pequeños promontorios de tierra, aferrados a materiales que flotan sobre el agua y el fango o subidos a las copas de los árboles, supervivientes de la erupción del Ruiz claman pidiendo auxilio. "Estamos a 100 metros de ellos", decían soldados del Ejército colombiano, "pero no podemos llegar". El lodo se ha convertido en una trampa mortal de arenas movedizas con tres o cuatro metros de profundidad.
Sólo se puede llegar a los náufragos de la riada del Lagunilla con helicópteros, "pero los que hay y la gasolina no son suficientes", manifiestan los militares.
Los centros de socorro de Mariquita y Guayabal se han convertido, además, en puntos de reunión de una pequeña torre de Babel de periodistas de todo el mundo. El aeropuerto El Dorado, de Bogotá, y la base militar de Palanquero son hormigueros de médicos, enfermeras, militares y periodistas que buscan un avión para llegar al aeropuerto militar de Mariquita.
El agua potable sigue siendo prioridad de primer orden en el sector afectado por el volcán. Para beber, lavar y curar es indispensable. No hay una gota de agua potable en los ríos de la zona o en los depósitos de los pueblos cercanos al Ruiz.
Un meteorólogo colombiano, Max Enríquez, manifestó que, además del Arenas, que fue el cráter que hizo erupción el miércoles, el Ruíz tiene otros dos, el Piraña y La Olleta, que, aunque de momento no registran actividad, pueden comunicarse con el Arenas por las chimeneas internas y también entrar en erupción.
En Armero todo es desolación. La cárcel, con presos y guardias, desapareció; la iglesia, de 40 metros de altura, fue sepultada, al igual que casi todos los edificios. El único sector de la población al que no llegó el aluvión fue el cementerio. Allí se refugiaron, entre las cruces y tumbas de sus muertos, los pocos supervivientes.
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