Estados Unidos-CEE, dos modelos agrarios enfrentados
La adhesión de España a la CEE se produce en un momento en el que se encuentran en crisis las agriculturas de las dos potencias agrarias mundiales: Estados Unidos y la CEE. En su manifestación externa, dice el autor, ambas crisis aparecen caracterizadas por un problema de exceso de oferta. Las dos potencias producen más de lo que pueden consumir y vender en los mercados mundiales.
Ante la inelasticidad de las demandas alimentarias internas, habitual en este tipo de países, la lucha se plantea una vez más por la redistribución del mercado mundial de alimentos. En esta confrontación se. observa que EE UU ha perdido posiciones en los últimos años, en parte a favor de la CEE, pero también de otros países que han ampliado su cuota de mercado o han mejorado su nivel de autoabastecimiento.Pero más que comentar los avatares de esta contienda comercial, en la que ambas partes están utilizando instrumentos convencionales similares nos interesa observar los dos modelos de producción, y en parte de política agraria que subyacen.
La agricultura americana ha sido utilizada tradicionalmente como paradigma de agricultura moderna en un país industrializado. Por eso no dejan de sorprender las noticias sobre su aparente decadencia. Lo que ha ocurrido se puede resumir en que las medidas de política económica general (monetarias en cuanto a la subida incesante de la cotización del dólar, antiinflacionistas y mantenedoras del déficit presupuestario) han entrado en colisión con un modelo productivo agrario, basado en unos niveles de productividad que daban lugar a unos precios altamente competitivos, en unos créditos agrarios por debajo de la inflación y en una política de eliminación de excedentes (plan PIK) costosa presupuestariamente y que no ha dado los resultados esperados.
Con la subida de la cotización del dólar los precios de los productos agrarios americanos perdieron competitividad, y el retroceso en su cuota de mercado mundial no se hizo esperar, comprometiendo los ingresos de un buen porcentaje de agricultores que dependen de las exportaciones, y condicionando asimismo la devolución de los créditos que tan generosamente les habían concedido los bancos agrarios.
Nueva política
A juzgar por los resultados, podría decirse que la actual política agraria americana ha fracasado. En este contexto se plantea una nueva política, una nueva legislación agraria para los próximos cuatro años, que, inspirada en principios liberal-conservadores, pretende devolver todo el protagonismo al mercado, desmantelando la mayor parte de los sistemas de ayudas en vigor.
Las repercusiones previsibles en una agricultura que se estructura sobre 2,4 millones de explotaciones con una superficie media de 160 hectáreas, y en la que el 1% de las explotaciones representa el 29% de las ventas agrarias, el 16% son explotaciones intermedias que alcanzan el 58% de las ventas, y el 72% restante son pequeñas explotaciones que sólo realizan el 13% de las ventas, permiten esperar, según sus detractores, un nuevo episodio de abandono de la agricultura por parte de los agricultores medios y de los pequeños que no practiquen la agricultura a tiempo parcial, al tiempo que se producirá un fortalecimiento de los oligopolios de superagricultores. A la actual Administración americana no parece preocuparle el paro agrario que puede producir con sus medidas, confiando en que pueda ser reabsorbido por los demás sectores económicos.
La política agraria común ha permitido alcanzar algunos logros significativos, entre los que destaca un grado estimable de autoabastecimiento y el relativo sostenimiento de las rentas de los agricultores. Pero todo ello ha requerido unos gastos financieros crecientes, particularmente importantes en la política de intervención en los mercados, que en la actualidad representan alrededor del 20% del valor de la producción agraria comunitaria, además del mantenimiento de Unos excedentes crónicos y de una costosa política de apoyo a las exportaciories.
El modelo europeo
En los últimos años, la PAC ha tenido que hacer frente al tope en el crecimiento de los gastos financieros, y la respuesta ha sido, por una parte, fijar unos precios de sostenimiento más bajos, y por otra, tratar de relanzar las políticas de estructuras para conseguir una mejora de la productividad de las explotaciones, que compense el mantenimiento de una política de precios restrictiva y desanime poco a poco a ciertas producciones excedentarias.
Las repercusiones de esta nueva política, que se encuentra explicitada en el llamado Libro Verde aún en discusión, sobre una agricultura tan heterogénea como la europea, que cuenta aún con una poblacióri activa agraria de 14 millones de personas, que trabajan en 6,8 millones de explotaciones cuyo tamaño medio es de 16 hectáreas, son preocupantes, pero no presentan el carácter drástico que se atribuye al caso americano.
La agricultura europea es netamente familiar y esta estructura se verá reforzada con la adhesión de España y Portugal, habiéndose estimado que el número de explotaciones de la CEE aumentará en un 50%, y la población activa agraria, en un 35%. Por todo ello nos encontramos ante un intento racionalizador, cuya causa inmediata es presupuestaria, pero no ante una reconversión del modelo de producción agraria que suponga un nuevo éxodo masivo de población rural. Se trata, al parecer, principalmente de conciliar el logro de los objetivos que recoge el artículo 39 del Tratado de Roma con las nuevas realidades económicas y financieras.
En consecuencia, desde una perspectiva española y europea el modelo americano no constituye globalmente un ejemplo a imitar. Son, sin duda, envidiables sus niveles de productividad, pero no los costes sociales que entraña su mantenimiento. En este sentido, sus apelaciones (incluso en el seno del GATT) a la preservación y el crecimiento del comercio mundial como un bien en sí mismo, con objeto de reducir su déficit comercial, tienen un relativo interés. En Europa existen otras prioridades, que en nuestro caso necesitamos hacer perdurar.
es profesor de Economía Agraria de la universidad Autónoma de Madrid.
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