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Piratería en el Mediterráneo

El Cairo se llevó la peor parte del secuestro, a pesar de que no había ningún rehén egipcio

Cuando el presidente egipcio, Hosni Mubarak, decía esta semana a los miembros de su partido -el Nacional Democrático- que la reacción de los países árabes condenando el ataque aéreo israelí al campamento de la OLP en Túnez tardó tres días en producirse, y mencionaba, en concreto, que el líder libio, coronel Muammar el Gaddafi, vivió momentos de pánico cuando se enteró de que aviones israelíes podían alcanzar también objetivos en su país, estaba poniendo el dedo en la llaga respecto de la nueva situación que vive Oriente Próximo.

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Por eso no es de extrañar que en el caso del secuestro del crucero italiano Achille Lauro, que terminó a última hora del miércoles y que hizo vivir un protagonismo no deseado a los egipcios, las autoridades de El Cairo se vieran forzadas, contra su voluntad, a ceder a las demandas norteamericanas e israelíes de que los cuatro terroristas fueran detenidos y juzgados.La espiral de violencia que vive la región en los últimos meses tiene una razón de ser objetiva debido a la entrada activa de Estados Unidos en la represión del terrorismo internacional, allí donde se produzca y afecte a sus intereses o ciudadanos directamente. Colaborando con esta espiral, de consecuencias incalculables para la paz y la estabilidad en la zona, se encuentra la deteriorada situación del proceso negociador entre árabes, israelíes y palestinos.

Como ha demostrado el secuestro del Achille Lauro, la Administración Reagan no está dispuesta a ser tachada de débil, como lo fue la de su antecesor, Carter. Ronald Reagan está dispuesto a utilizar el poderío militar norteamericano, el chantaje de la ayuda económica y a aceptar con los brazos abiertos actitudes semejantes por parte de sus aliados, en concreto de Israel y de los países de la OTAN.

Cuando el jueves día 10, el presidente Mubarak y su ministro de Asuntos Exteriores, Abdul Meguid, hacían las primeras declaraciones públicas sobre el papel negociador desempeñado por Egipto en la rendición de los secuestradores, sus palabras tenían una doble lectura. Por una parte, intentar apuntarse el éxito de un final relativamente feliz y que estuvo a punto de no serlo ante las amenazas de volar el barco por parte de los terroristas. En segundo lugar, una justificación ante el mundo árabe de que Egipto sigue la política colectiva de no entregar a árabes o palestinos en manos de ningún país enemigo de la causa. En realidad, tanto Mubarak como Meguid mintieron a la opinión pública al afirmar que los secuestradores habían salido ya de Egipto, e incluso, para contrarrestar las críticas norteamericanas por el hecho de no haber retenido al comando autor del asesinato de un ciudadano de Estados Unidos, las autoridades egipcias negaron que se hubiera confirmado la muerte antes de negociar la rendición de los cuatro palestinos.

Como se descubrió el viernes de madrugada, una especie de operación para salvar la cara estaba siendo preparada con la colaboración egipcia, norteamericana e italiana. El grupo terrorista iba a ser trasladado a Túnez en un avión no militar egipcio, y poco después de despegar, cuatro cazas F-14 de la VI Flota norteamericana lo interceptaban en vuelo y le obligaban a aterrizar en la base de la OTAN en Sigonella (Sicilia).

Presión sobre Egipto

Pocos observadores creyeron aquí en la versión norteamericana de que no se avisó anticipadamente a El Cairo de este hecho. Fuentes diplomáticas están convencidas de que Washington ejerció una fuerte presión sobre Egipto, país al que ayuda económica y militarmente con más de 8.000 millones de dólares anuales desde la firma de los acuerdos de Camp David, en 1979. Al mismo tiempo, la posición del Gobierno Mubarak, que mantiene relaciones con Israel, que tiene una fuerte oposición interna y externa por ello y que desea volver al seno de la Liga Árabe y mantener el protagonismo del proceso de paz en la región, es muy delicada, y hasta cierto punto permite comprender el porqué de lo ocurrido en el caso del Achille Lauro.

El secuestro del crucero italiano, de 23.629 toneladas, que partió de Génova el pasado 3 de octubre con 780 pasajeros y 330 tripulantes, de 21 nacionalidades, y que sigue la ruta habitual de estos barcos turísticos por el Mediterráneo oriental, se produjo a a las 13.00 horas del lunes día 7 en aguas internacionales, fuera de las costas egipcias.

Unos 600 pasajeros desembarcaron en Alejandría para una visita turística a El Cairo, mientras el Achille Lauro se hacía a la mar para un corto trayecto hasta el otro puerto del norte de Egipto, Port Said. En ese trayecto, cuatro hombres armados con metralletas, granadas y explosivos, que habían embarcado en el puerto de partida, según los testimonios de los pasajeros, se apoderaron del puente de mando y obligaron al capitán italiano, Gerardo de Rosa, a dirigirse hacia aguas de Siria. Las 50 horas que siguieron hasta su rendición estuvieron llenas de tensión y de intensas negociaciones, en las que participaron los Gobiernos de Italia, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania Occidental. Estos países obligaron a Egipto a mediar en la solución, a pesar de las reticencias de El Cairo, que no tenía nacionales involucrados y que veía que el barco, durante los dos primeros días, se alejaba de sus costas y trataba de fondear en Siria o en Chipre. Finalmente, el regreso del Achille Lauro a 15 millas de Port Said y la amenaza de hacer estallar el buque si nadie quería negociar con el comando hicieron cambiar de opinión a los egipcios. La dispersión en la que se encuentra la OLP, después de la invasión israelí en Líbano en 1982, es la causa que por un lado esta alimentando la espiral de violencia en Oriente Medio. Pero por otra parte las respuestas militares de Israel y Estados Unidos están provocando un temor en los paises moderados árabes, como es el caso de Egipto, que se ven cada vez más imposibilitados para mantener la estabilidad interna.

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