¿Piratería total?
SI EL Estado de Israel bombardea una ciudad de Túnez, el francés vuela un barco ecologista en Nueva Zelanda y Estados Unidos deriva un avión egipcio hacia una base de la OTAN, vacila el sentido de que hay unas reglas de juego civilizado y un orden internacional que asegura el respeto a las soberanías. El espíritu de Rambo no puede sustituir al de la Carta de las Naciones Unidas sino al precio de convertir este mundo en un territorio de violentas correrías y pillaje. Los instrumentos por los que se consagra la juridicidad, los límites y las normas que los Estados se han dado a sí mismos, Constituyen algunos de los valores más preciados para la construcción de la convivencia en este mundo. Los piratas, los terroristas, los secuestradores han sido hasta ahora los otros, el margen que se situaba más allá del sistema de convenciones y pactos y atentaba contra esas bases de concordia. Malo es que en estos tiempos, y con alarmante frecuencia, sea imposible distinguir los, modos de comportamiento de los que se encuentran fuera y los que se dicen legitimadores del orden interno.Un acto como el secuestro del Achille Lauro y el presunto asesinato de uno de sus pasajeros tiene, y se le da, el antiguo nombre de piratería, y apenas hay que detenerse a pensar en la profunda y dolorosa situación del pueblo palestino porque, de todos modos, no lo justifica. Del mismo modo, el criminal bombardeo israelí de Túnez no lo mitiga la larga angustia del pueblo israelí, ni mucho menos lo protege el difícil amparo oficial de Estados Unidos, cuyo protagonismo en esta lucha sin reglas crece desmesuradamente con la actual interceptación del avión egipcio que transportaba a los terroristas palestinos.
A estas alturas, con el precedente de las muy enérgicas y rotundas declaraciones de Reagan a propósito. de secuestros en los que estaban involucrados ciudadanos norteamericanos, sería ingenuo suponer que la operación aérea en el Mediterráneo constituirá un hecho aislado. Más bien, tal como ha sido realizada, con utilización de una base de la OTAN incluida, la interpretación conduce a calificarla como el resultado de una política definida que probablemente inaugura una nueva forma de actuación. Es decir, una estrategia; y no sólo una represalia o venganza que se agota con esta maniobra. La estrategia, en el mejor de los supuestos, tendería a forzar un proceso más rápido de unos planes de paz. Pero, en todos los casos, consumaría el recurso al bandidaje, de uno u otro signo, para acceder a los acuerdos.
Es posible que los piratas del Achille Lauro no persiguieran otra cosa que presentar al mundo una supuesta victoria armada con la que equilibrar el bombardeo de Túnez. Puede ser, pero puede ocurrir también que esta forma de intervención de Estados Unidos, con la perplejidad considerable de sus aliados y con la inquietud del precedente sentado, sea mucho más de lo que soñaban los secuestradores palestinos. Desde hace años, el esfuerzo de las distintas organizaciones armadas palestinas ha sido dirigido a hacer estallar la situación, a complicar más al mundo islámico en ella e incluso a hacer pesar más su problema en el conjunto de las relaciones mundiales. El paso adelante en la escalada que da Estados Unidos puede ser, por tanto, considerado por algunos grupos revolucionarios de ese mundo comprometido y arrasado como un triunfo propio.
La otra idea -la de que la Casa Blanca y el Pentágono hayan iniciado realmente una estrategia nueva que les pueda llevar a la eliminación del problema de Oriente Próximo, como en otro tiempo pensaron que la guerra con Vietnam equilibraba el problema asiático, o ahora que la sujeción de Nicaragua puede ser decisiva para su tesis del orden en América Central- es mucho más inquietante. A ese modelo de actuación norteamericana ha. venido correspondiendo, siempre un incremento de la tensión mundial, un largo y despiadado censo de muertes y un final que, pese a su alto coste, no ha contribuido a superar la inestabilidad de la zona. Todo ello sin contar con el deterioro que para el concierto mundial conlleva ver convertidos en protagonistas de acciones al margen de la ley a quienes se autotitulan guardianes de la libertad, la paz y el orden.
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