Italia pone en alerta a sus fuerzas militares
La noticia del secuestro del trasatlántico Achille Lauro por un grupo de extremistas palestinos causó anoche inquietud e indignación en Italia, a pesar de que el país está muy bregado en las tristes aventuras de todo tipo de terrorismo. Como primera reacción, el ministro de Defensa, Giovanni Spadolini, puso en estado de alerta a todos los efectivos militares que pudieran que tener que actuar en ayuda de los ciudadanos que viajan a bordo del famoso trasatlántico italiano.
La sorpresa e incredulidad fueron aún mayores si se tiene en cuenta que no pocos conservadores proisralíes reprochan al Gobierno y a los políticos su marcada tendencia propalestina, y si se valoran las simpatías que Italia muestra hacia Yasir Arafat y su Organización para la Liberación Palestina (OLP).Anoche la noticia fue ofrecida inmediatamente por todos los canales de televisión pública y privada, que interrumpieron sus programas para ir informando de lo ocurrido, hasta altas horas de la madrugada. Los diarios Il Messaggero y La Repúbblica salieron a medianoche en Roma, con grandes titulares a toda página, y la gente se amontono en los quioscos del centro para comprarlos.
El Ministerio de Asuntos Exteriores se puso enseguida en movimiento para conectar con la OLP y ofreció mediante la televisión una serie de números telefónicos donde cualquier ciudadano podía pedir información durante toda la noche. El responsable del Departamento, Giulio Andreotti, habló personalmente por teléfono con su homólogo egipcio, Abdel Meguid, y la Embajada de Italia en Tel Aviv mantuvo un contacto permanente con el Gobierno de Israel.
Mientras tanto, el presidente del Gobierno, Bettino Craxi, convocó una reunión urgente a la que asistieron el ministro de Asuntos Exteriores, Giulio Andreotti, y el de Defensa, Giovanni Spadolini, para tomar las primeras medidas y poner en movimiento a todas las cancillerías afectadas por el secuestro de la nave. Inmediatamente, el ministro Spadolini convocó a dicha reunión nocturna al jefe de la Defensa Nacional, y alertó a las Fuerzas Armadas para que estuviesen preparadas a fin de hacer frente eventualmente a la grave operación del secuestro de la nave italiana.
Sin embargo, el Ministerio de Asuntos Exteriores confirmó a EL PAIS a la hora del cierre de esta edición (las tres de la madrugada de hoy) que en la reunión restringida del Gobierno se había decidido no poner aún en juego durante la noche a la aviación para que tratara de avistar el trasatlántico: primero, por las dificultades lógicas de toda actuación nocturna; y, también, porque aún no se conocían detalles del comando y de la real envergadura del potencial ofensivo con que podían contar los secuestradores. Además, el comando había amenazado ya al comandante del buque, el capitán italiano Tristone Bene, con hacerlo saltar si otros barcos o algún avión no identificado se acercaban a ellos.
'Triángulo de la muerte'
La acción del secuestro del famoso trasatlántico italiano, considerado como un símbolo precioso del antiguo imperio de la flota napolitana, no dejará de crear polémicas, ni conflictos en los ambientes políticos de Roma. Precisamente, en las semanas pasadas se registraron en Roma dos graves atentados terroristas reivindicados por extremistas palestinos: el primero, contra el Café de París, de Vía Veneto, con un resultado de 40 heridos, y el segundo contra las oficinas de la British Airways, en la Via Bisolatti, a dos pasos de la sede central de las líneas aéreas italianas, Alitalia, en el que resultaron heridas 14 personas. Con dicho motivo, se puso de relieve cómo desde hace unos años se ha escogido como centro operativo del terrorismo de Oriente Próximo el llamado triángulo de la muerte situado en el centro mismo de Roma, que abarca desde la estación central Términi hasta Vía Veneto, pasando por la plaza de la República.
Por ese motivo, algunas fuerzas políticas pidieron que Roma fuera defendida con mayor eficacia contra la avalancha terrorista internacional. En aquella ocasión, precisamente, el ministro Andreotti respondió que de cualquier modo Roma no podía acabar siendo "una capital en estado de acecho". Su respuesta fue considerada por algunos como una forma diplomática para no crear problemas a las buenas relaciones existentes entre Italia y los paises árabes.
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