El certamen donostiarra presenta dos opciones opuestas del cine latinoamericano
El filme del mexicano Felipe Cazals, Los motivos de Luz, y el del peruano Francisco Lombardi, La ciudad y los perros, han ocupado la jornada de ayer en la sección oficial del festival de San Sebastián. Fue un acierto programarlos juntos, pues su visión contrastada permite vislumbrar que hay caminos muy diferentes, incluso opuestos, pero que no se excluyen recíprocamente, para el futuro del cine de los países de Latinoamérica.
Felipe Cazals es un cineasta prácticamente desconocido en España, autor de filmes considerados muy duros en un país de tan probada dureza como México.Los motivos de Luz es, en efecto, una película muy dura, lo mismo si se la considera como documento humano que como ejercicio narrativo. Como documento es escalofriante. Reconstruye un caso real de la crónica negra mexicana, en el que una mujer de extracción social mísera fue acusada y condenada por el asesinato de sus tres pequeños hijos.
Cazals narra el atroz suceso sorteando sus connotaciones patológicas para adentrarse en un territorio mucho más oscuro e inexplorable: la condición humana de una mujer asesina, considerada como incógnita, como enigma y, en cierta medida, como respuesta insoluble a la inquisición de los mecanismos policiales, judiciales y psiquiátricos que investigaron el crimen.
El filme es de una apasionante humildad porque incluye a la cámara entre esos mecanismos impotentes para alcanzar la razón o la sinrazón del terrible asunto.
Cazals no pretende dar ninguna solución. Busca y encuentra la médula del enigma en cuanto enigma, y se queda en el umbral de una verdad inalcanzable para los métodos de investigación convencionales de la condición humana en situaciones extremas, incluido el cine.
Este rigor ético de la película de Cazals tiene un férreo equivalente en su rigor narrativo. La coherencia de la obra es, por ello, desarmante. Todo el filme discurre sobre el rostro de una mujer, Patricia Reyes. Mirada contra mirada, el filme discurre sin un solo adjetivo, en un alarde de sustantividad.
Rodada casi enteramente en planos medios, Los motivos de Luz no se da a sí misma la alegría de una intriga argumental. La película no contesta a nada; se limita a crear preguntas incontestables sobre la única evidencia del caso matara o no a sus hijos, esa mujer es la imagen de la inocencia, pues en toda existencia infrahumana no hay posíbilidad de culpa.
Por ello hay en la película una denuncia radical de los métodos que una sociedad culpable tiene para fingir que esclarece las culpas que ella misma engendra en sus víctimas. El filme de Cazals es, por ello, inequívocamente revolucionario.
La ciudad y los perros es un filme peruano que reconstruye con brillantez y fidelidad la novela de Vargas Llosa. Está narrada con habilidad y limpieza, con mucho orden en la planificación y el rodaje, y una buena interpretación y una exposición gradual muy eficaz de los personajes.
Está condenada al éxito de público. Sus pretensiones son también al menos izquierdistas en sentido genérico; pero, al contrario que en el caso de Los motivos de Luz, asimilables por cualquier sociedad conservadora. La película tiene secuencias ejecutadas con buen pulso y no menos buen oficio.
El que abre La ciudad y los perros es un camino de rosas para el futuro del cine latinoamericano, y los tiros irán en el futuro por el camino abierto por el filme de Lombardi, que es divertido e inconformista y que genera en los espectadores buena conciencia en dosis masivas.
Pero el otro, el intransitable camino erizado de espinas del filme de Cazals, justamente genera lo contrario: mala conciencia. Los motivos de Luz sigue una senda que en su día abrieron en México Buñuel y Alcoriza. En cuanto culminación de este camino, la oscura e inquietante película de Cazals se nos aparece como una perturbadora trastienda de las brillantes fachadas abiertas por el peruano Lombardi siguiendo las huellas de Mario Vargas Llosa.
Babelia
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