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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reagan, contra el proteccionismo

RONALD REAGAN ha decidido desafiar al Congreso y a importantes sectores industriales y ha anunciado que no concederá una protección especial al calzado norteamericano contra las importaciones baratas, que suponen el 76% de las ventas en este país. Aparte de reafirmar su filosofía de libre comercio, el presidente quiere con esta decisión advertir a las decenas de industrias que, con el apoyo del Parlamento, esperan obtener un manto de medidas proteccionistas, que no contarán tampoco con la ayuda del Gobierno federal para defenderles de la importación de la competencia extranjera, casi siempre más barata y muchas veces de mejor calidad. Resumiéndolo a un guarismo de fácil comprensión, Ronald Reagan no está dispuesto a que el contribuyente pague más de lo necesario cuando compra zapatos encarecidos por la imposición de cuotas o tarifas arancelarias, para salvar cada uno de los 33.000 puestos de trabajo en la industria del calzado que están amenazados por la competencia de Brasil, Taiwan, Corea del Sur o España.La protección se pide fundamentalmente para las viejas industrias smokestack (con chimeneas), que permitieron a Estados Unidos alcanzar el puesto de gran potencia industrial. Las voces que exigen hacer algo denuncian que el Gobierno no puede asistir impotente a la desindustrialización de América. Hay algo de psicológico en este llama miento, pero los estrategas más fríos que asesoran a Reagan piensan quizá que no sea malo que Estados Unidos deje de competir y abandone los sectores industriales tradicionales. El calzado, por ejemplo, que requiere mucha mano de obra y poca capitalización, es una industria más propia de países en desarrollo. Lo mismo puede ocurrir con el acero o los textiles. Además, los países que producen estos bienes utilizan sus ventas en América para poder pagar su deuda en dólares. Se trata, una vez más, de la aplicación de la vieja división internacional del trabajo.

Este país está procediendo, no sin una cierta crisis, a una transferencia de su economía a los sectores de información y servicios, donde es competitivo, y que ya están marcando el rumbo de la última parte del siglo XX. No es una casualidad que Ronald Reagan tenga como uno de sus objetivos para 1986 una nueva ronda comercial en el seno del GATT para discutir la apertura del comercio mundial en estos sectores, donde Estados Unidos mantiene, gracias a su capacidad de innovación e investigación, el liderazgo mundial.

La decisión adoptada por Reagan es políticamente significativa y puede tener costes importantes para el presidente en las elecciones legislativas del próximo año, donde los republicanos pueden perder el control del Senado, e incluso en las presidenciales de 1988, si no va acompañada de una política comercial alternativa a la proteccionista, de la que hasta ahora ha carecido esta Administración. Para hacer más digerible la píldora de la negativa y adoptar medidas proteccionistas, Reagan sugiere una actuación más agresiva que, utilizando la actual legislación, presione individualmente Gobierno por Gobierno a los países que Washington crea que no abren suficientemente sus mercados a los productos norteamericanos o que utilizan medidas protectoras. Algunos objetivos de esta nueva estrategia pueden ser Corea del Sur, que no deja a las compañías de seguros extranjeras competir en, su país; las barreras japonesas al aluminio norteamericano, o, Taiwan, que no controla la producción de bienes copiados de Estados Unidos, que vende aquí a mitad de precio. Cualquier nación que restrinja la entrada de productos de Estados Unidos vería reducido o negado su acceso a este mercado.

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La marea de sentimiento proteccionista que vive Esta dos Unidos no es, sin embargo, una invención del Parlamento o de los múltiples grupos de presión que hacen lobby en Washington defendiendo los intereses especiales de la vieja industria americana. Estados Unidos Cerrará el año con un déficit comercial de 150.000 millones dé dólares. Esta nación se ha convertido, por primera vez desde 1914, en deudora neta, y se asiste a un proceso de desindustrialización con pérdidas de cientos de miles de puestos de trabajo en la industria de manufacturas. La agricultura tampoco consigue exportar, debido en gran parte, como la industria, a la sobrevaloración de un 40% que ha sufrido el dólar desde 1980. El estancamiento del crecimiento económico del primer semestre de este año, con sólo un 1,1 % de aumento del producto nacional bruto (PNB) es debido en gran parte al precio que está pagando la industria americana por la inundación de importaciones baratas.

La decisión de Reagan favorece a nuestra industria. Pero no conviene engañarse. Las exportaciones de calzado español a Estados Unidos suponen el 15% del total de exportaciones a ese país y sólo un 5% del total de zapatos que importan los americanos. Nuestra balanza comercial es históricamente deficitaria con Estados Unidos y, excluido el importante capítulo del comercio de armas, arroja un saldo en nuestra contra de más de 1.000 millones de dolares. Por eso esta medida en el caso de español, sólo representa no ahondar las diferencias y evitar que aumente el intercambio desigual.

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