Un golpe dentro de la continuidad
TODO LO que ocurre en Nigeria puede tener consecuencias considerables para el conjunto de África. No es solamente el país más poblado del continente, sino que posee una situación geográfica singular: por una parte atlántica, pero a la vez fronteriza con Chad, donde el expansionismo del coronel Gaddafi se hace sentir. Por eso, en cuanto surge la noticia de un cambio político en Lagos se produce en las cancillerías un momento de preocupación, en espera de que se aclaren los perfiles políticos de los nuevos golpistas del poder. En lo referente a los sucesos de la noche del 26 al 27 de agosto todo indica que no habrá en Lagos un cambio radical, que pudiese modificar las líneas básicas de la posición de Nigeria ante las grandes opciones internacionales.Independiente desde 1960, Nigeria ha conocido períodos relativamente breves de poder civil, con partidos y Parlamento, y una recurrencia de golpes militares. El general Buhari, ahora derrocado, encabezaba el poder desde comienzos de 1984. Pero dentro de este multiplicarse de los golpes sorprende cómo la alta jerarquía del estamento militar se mantiene en el poder; son, pues, cambios que no alteran cierta continuidad. Un solo golpe militar tuvo un carácter diferente: cuando en febrero de 1976 un grupo de suboficiales y oficiales jóvenes, encabezados por el teniente Dimka, se sublevaron, matando al general Murtala Mohammed, que era jefe del Estado. Pero este golpe fracasó; y el general Babangida, precisamente el que acaba de dar el golpe para desplazar a Buhari, desempeñó entonces un papel decisivo en la eliminación de los sublevados. Es un dato que ayuda a comprender mejor el carácter del último cambio: no es el triunfo de una conspiración revolucionaria "sino un reajuste pasablemente abrupto en el seno del Consejo Militar Supremo; el general Babangida ha logrado el apoyo de un grupo sustancial de jefes militares para apartar al general Buhari, con el cual estaba enfrentado.
Este papel específico que el Ejército viene desempeñando en el proceso político nigeriano es un fenómeno con raíces estructurales. En la sociedad nigeriana, las formas tribales siguen gozando de una extensión considerable; con el petróleo, entraron en avalancha nuevas formas de vida, ligadas a la industria y al desordenado crecimiento urbano, hasta crear todo ello bases objetivas para una corrupción política muy profunda que ha impedido una utilización racional de los enormes recursos que el petróleo aportaba. En ese marco, las formas parlamentarias, los partidos políticos, no lograron superar las divisiones tribales. En cambio, el proceso de centralización del Estado ha tenido su principal expresión en el Ejército, la única institución que funciona verdaderamente a nivel de Estado. Así ha venido fomentándose esa tendencia de los jefes militares a considerar que son ellos quienes mejor conocen las realidades y necesidades del país en su conjunto. Discrepan en ciertos momentos sobre las medidas más adecuadas, de ahí la conmoción golpista, pero coinciden en el papel del Ejército; de ahí la continuidad en medio de la comnoción.
El desprestigio de Buhari era evidente. El descontento del país, casi unánime. Las primeras medidas del ñuevo poder en el terreno político van en un sentido positivo. Sobre todo, la anulación del escandaloso decreto número 4 y la puesta en libertad de los periodistas encarcelados por haber criticado al Gobierno anterior, como también la decisión de poner fin a los abusos del aparato policiaco.
La cuestión de fondo en los choques que han antecedido al golpe ha sido con toda seguridad la de índole económica. Nigeria es una de las víctimas clásicas de la caída del precio del petróleo. La primera etapa de auge dio lugar a la puesta en marcha de planes industriales ambiciosos, no siempre pensados en función de las necesidades del país. Pero toda la economía pasó a des cansar sobre el petróleo como base esencial. Con la caída del precio de éste, Nigeria se ha convertido en uno de los países más endeudados del mundo. El pago de esa deuda representa este año más del 40% de las divisas que recibe. Está, pues, al borde de la catástrofe; con parte de su industria parada, y con amplios sectores de la población en una situación de miseria. Las soluciones que presenta el nuevo poder no están claras aún; el general Babangida ha hablado de mantener buenas relaciones con el Fondo Monetario Internacional y ha criticado el sistema de trueques, que el Gobierno anterior había concertado para importar productos a cambio de petróleo. Pero la cuestión quizá más controvertida gira en tomo a si Nigeria se mantendrá dentro de la disciplina de la OPEP. Todo indica que los problemas económi cos ocuparán un lugar preponderante en los primeros pasos del nuevo poder.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.