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"Rambo', una forma peligrosa de hacer dinero

Uno se pregunta si Sylvester Stallone, al desarrollar bíceps, tríceps, pectorales y trapecios tan enormes, no estará restando riego sanguíneo a las arterias que alimentan su cerebro. El riesgo de una trombosis sólo se ve justificado por la emoción que tal masa de carne parece provocar en los cerebros de los espectadores de cine.Son en buena parte esos músculos uno de los elementos del gran éxito que Rambo (Acorralado, parte II, cuya parte primera se estrenó en España con el título de Acorralado), está teniendo dentro y fuera de los EE UU. Los récords domésticos de recaudación (23.100 millones de pesetas en seis semanas) atestiguan que estamos ante algo más que una película: incluso el propio presidente Reagan cita a Rambo en sus discursos. Y qué decir de la venta de carteles, pegatinas e insignias con leyendas tales como "Rambo: la nueva arma americana", o "Este coche está protegido por Rambo", que han superado en mucho el récord que ostentaba Michael Jackson, llegando a los 19.800 millones de pesetas.

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La explicación de este éxito, que trasciende lo puramente cinematográfico, hay que buscarla en las profundidades del inconsciente colectivo de la sociedad norteamericana, a medio camino entre la admiración de los supermúsculos de Stallone (quintaesencia de la California de los ochenta) y de a culpabilidad que la guerra de Vietnam ha causado en el pueblo norteamericano y que éste sigue arrastrando sin que al parecer se haya aprendido la lección recibida en el sureste asiático.

La salida de esta guerra fue como la expulsión bíblica de Adán y Eva del paraíso. Antes de Vietnam, Norteamérica era pura, inocente y ordenada, y después de Vietnam, corrupta, cínica y degenerada. Durante mucho tiempo, este conflicto bélico fue considerado como un trágico error y un pecado del que avergonzarse. Pero hoy parece que ese sentimiento popular está cambiando, como si de una rabíeta se tratase, y la escala de valores que produjo aquella guerra -el militarismo, el imperialismo, el individualismo y el egotismo- está renaciendo con fuerza, o al menos, la taquilla de Rambo demuestra que la imaginación popular sigue siendo tan partidaria de esos valores como antaño.

Pero Rambo no es sólo un botón de muestra de la sensibilidad norteamericana. Lo trágico es que en los mercados exteriores del cine hollywoodiense la película está funcionando o se prevé que funcionará igual de bien. Como anécdota, recordaremos que durante el reciente secuestro del avión de TWA por los terroristas árabes en el Líbano, Rambo estaba encaramada en el número uno de la taquilla de aquel país.

Hollywood nunca ha querido coger el toro de la guerra de Vietnam por los cuernos. En la filmografía sobre el tema, desde Taxi driver (1976) a El cazador (1978) o desde El regreso a Cutter's way (1981), no se encuentra una película que hable del porqué de Vietnam. El laberinto de los aspectos políticos, económicos, sociales e ideológicos de esa guerra se ha ignorado en el cine. Más que películas sobre Vietnam, las hemos visto sobre una guerra anónima o los efectos de ella. Así lo declaraba Coppola a raíz de Apocalypse now: "No es una película sobre Vietnam, es sobre la guerra en. general y sobre el alma humana". Para Hollywood, la repercusión de Vietnam sobre la sociedad norteamericana era una mezcla entre patologías psíquicas, problemas ,sexuales y melodramas familares.

Las películas nos han hablado no de normales ex combatientes, sino de patéticos y débiles supervivientes de una guerra que al tiempo eran convertidos en mitos románticos, a pesar de ser retratados como cínicos, nihilistas, desencantados y en ocasiones impotentes sexuales, como Luke (John Voight) en El regreso o Alex (John Heard), que empujaba a su mujer a hacer el amor con su mejor amigo porque él mismo no podía, en Cutter's way.

El veterano de guerra John Rambo está muy lejos de aquellos personajes. Él es potencia y poder, sin complejos ni culpabilidades. Él sabe lo que quiere y cómo conseguirlo; en una palabra, es un'puro macho machote, que odia a todos: a los vietnamitas, a los soviéticos, a los militares estadounidenses, al Gobierno y a todos los norteamericanos que no quieren a los excombatientes. Rambo está más allá de las leyes y más allá del bien y del mal. Su derecho es su fuerza, y su objetivo, él mismo.

Lo peligroso de Acorralado, parte II no es que tome partido probélico, como lo hizo Boinas verdes con John Wayne en 1968.

Lo temible es que, a pesar de que la opinión pública norteamericana parece estar lejos de apoyar una intervención en Nicaragua, la extrapolación que el espectador puede hacer entre el sureste asiático y la América Central da escalofrío. Por otra parte, y conociendo Hollywood, mucho nos tememos que este tipo de películas sea en los años sucesivos el pan de cada día.

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