El nuevo debate sobre el aborto
LAS CIRCUNSTANCIAS que han rodeado las primeras operaciones de interrupción voluntaria del embarazo han puesto en evidencia no pocos comportamientos cargados de cinismo y han prendido una polémica en torno a la actuación de algunos sectores de médicos.Convendría en primer lugar solicitar un mayor respeto para la actitud de las mujeres que toman esta decisión. La determinación de abortar es siempre una cuestión que pertenece a la conciencia de la persona, y las implicaciones emotivas que rodean este tipo decisiones, así como las circunstancias que envuelven la inmensa mayoría de los casos, merecen mayor consideración que la que se ha manifestado esta última semana en nuestro país.
El linchamiento moral que se ha perpetrado desde diversos sectores sobre las dos mujeres asturianas que se han acogido a uno de los supuestos permitidos por la legislación vigente sólo merece el desprecio. Es éste un tema clásico con el que las actitudes personales y sociales deberían registrar un marcado carácter tolerante y sobre todo un exquisito cuidado y respeto con la decisión ajena. En la práctica totalidad de las personas que se ven obligadas a tomar una determinación de este tipo existen ya suficientes dosis de dramatismo y sufrimiento para que encima se emplee este asunto como munición dialéctica para otras cuestiones políticas o profesionales.
En un comentario anterior pudimos analizar la selva de confusiones, malentendidos y ambigüedades en que el Ministerio de Sanidad ha sumido a los profesionales de la medicina, y que constituye, a lo que parece, una oportunidad de oro para que los sectores reaccionarios de la profesión puedan boicotear la aplicación de una ley aprobada en el Parlamento. No deja de resultar chocante que aquellos médicos que, como cualquier persona normal, no son encendidos entusiastas de este tipo de intervenciones, pero que comprenden la necesidad de ellas en determinadas circunstancias y están dispuestos a realizarlas, hayan sido colocados en el terreno de los acusados. Pero hay más. Ernest Lluch, con sus últimas declaraciones, erigiéndose en celoso guardián para que los supuestos despenalizados de aborto no se conviertan en un coladero, parece definitivamente comprender escasamente los problemas humanos que rodean esta cuestión y una vez más muestra una especial sensibilidad para las demandas quienes se oponen a cualquier tipo de cambio en la sociedad española.
Y así las cosas, en este segundo debate de la ley del aborto, que parece suceder con los primeros casos concretos, se llega al grotesco incidente de la querella criminal presentada por la Asociación en Defensa de la Vida de Asturias contra el director provincial del Insalud y de todas las personas que directa o indirectamente participaron en las intervenciones realizadas en Oviedo. Debería bastar este hecho al ministro de Sanidad para comprobar que sus tranquilizadoras palabras de que hará respetar la legalidad vigente sólo logran envalentonar a los grupos que por la vía que fuere están dispuestos a imponer sus convicciones a quienes no las comparten y crear un clima enrarecido y crispado para un tema que merece mas reflexión, calma y sobre todo respeto.
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