Milán, próxima estación
La ciudad italiana acoge el viernes la primera reunión de la nueva Europa de los 'doce'
, El viernes próximo comienza en Milán la primera reunión a doce de Jefes de Estado y de Gobierno de la CEE. Una reunión en la que no tiene sentido hablar de que españoles y portugueses acuden como simples observadores, con derecho de voz, pero sin voto. En los consejos europeos -institución no prevista en los tratados de la Comunidad Europea- no se vota. Es una instancia política que no toma decisiones, en el sentido jurídico de la palabra, sino orientaciones. Y en Milán se va a hablar del futuro de una Comunidad a doce.
La posición española fue claramente explicitada por González el día de la firma: "Desde el primer momento, el Gobierno de España manifiesta su voluntad decidida de avanzar con los que quieren avanzar y hasta donde se quiera avanzar" tras mencionar que España colaborara "dentro de la defensa de nuestros intereses esenciales". En esta frase se resume todo un programa político con vistas a la postura de España en la CEE, explicado luego por altas fuentes del Gobierno: si se juega limpio, España jugará limpio, y si se mantiene el sistema de vetos, España hará también uso de él.
Esta cumbre se abre bajo la marca del reciente veto de la RFA -invocando por primera vez en su historia el compromiso de Luxemburgo sobre el interés vital nacional- a la reducción de los precios de los cereales y de la auténtica pelea que hay entre los diez en torno a la instauración del automóvil poco contaminante, dados los divergentes intereses industriales -y ambientales- que hay entre la RFA y otros países de la CEE.
Sí puede salir de Milán la decisión de institucionalizar, por medio de un secretariado permanente, la cooperación política entre los países miembros, destinada a coordinar sus políticas exteriores. Hasta ahora ha sido un paso muy modesto. El secretariado, además, estaría adscrito a la Presidencia de turno del Consejo de la CEE (lo que irrita a la gran hermana, la Comisión Europea). Pero parece que hay un impulso para que en este contexto se discutan y se tomen posiciones en materias de seguridad y defensa (en las que la CEE no entra, estrictamente hablando). Irlanda, país neutral, podría limitarse a la abstención en estos casos.
Suprimir fronteras
De cara a Milán, la Comisión Europea ha presentado ya sus ambiciosas y detalladas propuestas -unas 300 medidas- para lograr un auténtico mercado interior en la CEE -sin barreras ni fronteras- para 1992, por medio de tres grandes categorías de acciones: supresión de las fronteras, de las restricciones técnicas a los intercambios y de las barreras fiscales. Para empezar, se trata de no poner nuevas barreras, y luego, de suprimir todas las fronteras internas en la CEE. Si hay necesidad de controles -contra el terrorismo o la droga-, se pueden hacer en otros sitios. Se propone ade más una aproximación de la legislación sobre las drogas para 1987, y sobre la inmigración, para 1988 Se suprimirían asimismo las cuotas de transporte.
Pero lo más difícil, reconoce la propia Comisión Europea, es la armonización fiscal. Y sin una armonización de los impuestos indirectos difícilmente se pueden su primir las fronteras internas de la CEE. De ahí que la Comisión proponga una armonización en la CEE de los tipos de IVA y de impuestos al consumo. Pero aquí se toca el tema más espinoso: el de las políticas económicas y la soberanía nacional.
Los impuestos indirectos vienen a representar un 10% del PIB en casi todos los países de la CEE, salvo Irlanda y Dinamarca (un 15%). La armonización no plantería, pues, grandes problemas a los presupuestos nacionales. Pero, por ejemplo, en Irlanda y en el Reino Unido el IVA es nulo en los alimentos.
La Comisión propone una armonización en torno a unas cifras acordadas, con la posibilidad de una oscilación de 2,5 puntos del IVA por encima o por debajo de esos parámetros que se fijarían en 1985. Y pide que, ya en 1986, los Estados miembros no introdujeran nuevos impuestos que desviaran de esas bandas.
El reto de la tecnología
Segunda gran novedad de cara a Milán: la Europa de la tecnología. La Comisión Europea ha ultimado sus propuestas, y las presentará en público mañana. No obstante, su presidente, Jacques Delors, ya ha adelantado que es partidario de un nuevo tratado para instaurar la Comunidad Europea de la Tecnología.
No se trataría de un comunidad como la de la Energía Atómica (Euratom), pues, según ha explicado Delors, los proyectos tecnológicos deben poder ser lanzados desde dentro de la CEE -a doce o a menos, según una geometría variable- o desde fuera. Y deben poder participar también en ellos países no comunitarios o sumarse la CEE a proyectos exteriores.
La CEE debería poner a la disposición de la investigación tecnológica una masa crítica de fondos para poder -competir con EE UU o Japón. Éste vendría del propio presupuesto comunitario, de los Estados miembros o que participen en los proyectos y de las empresas interesadas.
Esta propuesta no está alejada de la idea francesa del programa Eureka, sobre el cual, la Comunidad está dividida, y se sitúa en la perspectiva del debate que ha lanzado la iniciativa de defensa estrategica (SDI) de Ronald Reagan. El proyecto de la Comisión versaría sobre computadoras gigantes, sistemas de inteligencia artificial o robótica de la tercera generación, telecomunicación de banda amplia, rayos láser y óptica avanzada, biotecnología y tecnología de punta en la agricultura, uso del espacio y conquista del medio marítimo.
La Comisión Europea quiere que Milán decida los objetivos y fije el marco de esta cooperación tecnológica. Pero Delors considera que sin un verdadero mercado interior, y sin una unión política en la CEE, el relanzamiento tecnológico de Europa no podría hacerse. El debate de Milán es, pues, un paquete total. Puede recordarse que la equiparación de los títulos de arquitectura en la CEE ha tardado 17 años en llegar. Y la de los farmacéuticos sigue en discusión. ¿Se puede lograr en siete años un verdadero mercado interior? Es evidente que si todas las decisiones hay que tomarlas por unanimi
Milán, próxima estación
dad, la respuesta es negativa. Y más aún en una CEE a doce.Por ello se contempla ahora la vuelta a las decisiones por mayoría cualificada, que es la que figura, para los campos acordados, en el Tratado de Roma. Pero ni siquiera esto basta. Pues, para la armonización de legislaciones (fiscales u otras) o para el desarrollo de nuevos campos comunitarios según los artículos 100 y 235 del tratado es necesaria la unanimidad.
De ahí que el primer ministro holandés Ruud Lubbers haya propuesto -y Londres ha recogido la idea- que los objetivos a lograr y los calendarios a cumplir se decidan por unanimidad, pero luego las modalidades concretas, por mayoría.
¿Nuevos tratados?
Algunos países -entre ellos, Italia, que ocupa la actual Presidencia del Consejo de la CEE- desearían que de Milán saliera una conferencia intergubernamental para la redacción de un nuevo tratado o nuevos textos. Dinamarca y Grecia son reacios a toda novedad que haya que ratificar. El Reino Unido también prefiere "trabajar y mejorar lo que ya tenemos" que ir a nuevos tratados, como señaló esta semana el jefe de su diplomacia, sir Geoffrey Howe.
Londres prefiere que no haya procedimiento especial, sino que la cumbre de Milan dé un mandato a los ministros de Asuntos Exteriores, de forma que la cumbre de Luxemburgo, en diciembre, adopte ya posturas finales sobre la unidad europea "antes de la ampliación a 12". Londres pide un mayor recurso, no al veto, sino a la abstención. Y sugiere que el Parlamento Europeo se vea asociado a las decisiones, mediante consultas de la Comisión, antes de que ésta presente sus propuestas. Londres propone además que se decida casi inmediatamente sobre 15 de las 300 propuestas de la Comisión sobre el mercado interior. El plan británico es bastante preciso. Y algunos esperan, sobre esta base, "tirarlo hacia arriba" y mejorarlo.
De la cita de Milán no cabe esperar, salvo sorpresas, grandes resultados: un calendario de trabajo para seguir hablando y remitir casi todo a la cumbre de Luxemburgo en diciembre. Pero, claro, en seis meses, bajo presidencia italiana, se han resuelto muchos temas en la CEE, incluido el de la ampliación. Y la CEE tiene su ritmo. De nada vale precipitar las cosas.
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