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Un inspector Clouseau que se creía James Bond

Francisco G. Basterra

"Se creía James Bond y era sólo un inspector Clouseau". Así define a John Walker, el ex oficial de Marina que supuestamente estaba pasando secretos militares a los soviéticos desde 1968, una persona que trabajó con él en la agencia de detectives de Virginia Beach abierta por Walker cuando dejó el Ejército. Realmente vivía a lo grande, como Bond, con una avioneta, dos yates y una buena casa mirando al Atlántico, en Norfolk. Pero también es verdad que trabajaba como un sabueso de escasa entidad, y sus vecinos recuerdan que solía disfrazarse de sacerdote, boy scout o vagabundo para cumplir sus misiones profesionales, consistentes fundamentalmente en el seguimíento de esposas infieles o maridos adúlteros.Sus amigos describen a Walker, un hombre risueño con gafas metálicas y una recortada barba, como un individuo políticamente ultraconservador, que hablaba con desprecio de la Unión Soviética, "en ningún caso una persona que haría daño a América". Pero lo que le gustaba sobre todo, a este experto en comunicaciones, era el mundo de la electrónica. Para ejercer su profesión en su pequeña agencia de investigación, llamada Informes Confidenciales, Walker se rodeó de toda la parafernalia tecnológica existente en el mercado, las mejores cámaras con grandes teleobjetivos y aparatogde espionaje electrónico.

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Ahora, sus vecinos se preguntan cómo Walker, que hace unos meses fue nombrado por el periódico local Héroe del mes por su apoyo a una campaña en favor de los niños desaparecidos, podía vivir a este ritmo con una renta de 24.000 dólares al año, la mitad de los cuales eran la pensión de la Marina. El trabajo de su agencia, que abrió en 1981, no pareció nunca capaz de suministrarle una renta elevada. En su trato con los soviéticos sólo se ha revelado que en una ocasión, por una bolsa con documentos, recibió 35.000 dólares (cerca de seis millones de pesetas) hace 15 años.

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