La guerra de las ondas
J. M. I., La guerra de las ondas entre Estados Unidos y la Cuba castrista es ya historia antigua. Desde la virulenta Radio Swan, que emitía en la década de los sesenta desde la isla del mismo nombre a la perenne La voz de los Estados Unidos de América, bajo égida gubernamental y similar a la Radio Liberty o Free Europe que Washington dirige hacia los países del Este europeo. La Voz se escucha normalmente en la isla y cualquier radio de medianísima potencia alcanza para oír su información-propaganda.
La José Martí es iniciativa de la época Reagan. Ya en el 82 contaba con la aprobación del Congreso -a petición de la Casa Blanca- y con instalaciones propias en los cayos de Florida, a un tiro de piedra de las costas cubanas. ¿Por qué entonces se han tardado tres largos años en hacer efectivas las emisiones?.
Las razones son varias: desde las estrictamente políticas, con el obvio telón de fondo de las siempre tormentosas relaciones Washington-La Habana, hasta las que se pelean en el campo estrictamente técnico y que no por menos conocidas son menos importantes.
Estados Unidos y Cuba han mantenido desde la época de Carter, y tuvieron continuación con la Administración Reagan, conversaciones entre técnicos para solucionar el problema de las interferencias radiales. El problema parte de la inexistencia en el continente americano de una regulación similar a la europea, controlada por la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones). En América, y muy especialmente en el Sur, la ley de la jungla marca las relaciones entre emisoras. De ahí que estadounidenses y cubanos se reunieran para corregir esas interferencias, sin entrar en las interferencias políticas, que las hay.
El drama al que ambos se enfrentan es el siguiente: Estados Unidos causaba -sin intencionalidad- 67 interferencias a Cuba, mientras que a la inversa eran 216 (datos de 1980, que se mantienen aproximados). Pero la valoración cambia si la cuenta se hace en porcentaje. Cuba sufría interferencias en un 40% de sus emisiones, mientras que para Estados Unidos representaba solamente un 4%.
Esas 216 interferencias pueden ahora crecer hasta un número insospechado, tras la puesta en marcha de la José Martí. Si La Habana decide meter dos o tres emisiones en onda corta y a gran potencia -se dice que ya tienen instaladas dos plantas de 500 kilowatios cada una-, cientos o miles de pequeñas emisoras estadounidenses pueden ser tapadas por las emisiones cubanas, que podrían emítir desde valoraciones políticas a simple música caribeña, pero que conseguirían fácilmente ese objetivo de tapar otras emisiones.
Y ahí es donde surge el problema que ha paralizado durante años la decisión de Washington.
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