La sociobiología
Popper lo viene advirtiendo desde hace algún tiempo: los sociólogos invaden el terreno de la Física y los físicos se sienten atraídos por la Sociología. Hoy tenemos ya una Sociobiología anclada en el determinismo genético y una Física que gusta del lirismo de la libertad, cuyas muestras encuentra hasta en los más recónditos hondones de la materia. Por una parte, las ciencias sociales abandonan los métodos deductivistas y especulativos de antaño, y, por otra, las ciencias físicas dudan sin sonrojo de una causalidad estrictamente mecanicista. Mucho me guardaré de descalificar a quienes desde los extremos tienden a tocarse aunando preocupaciones, enfrentándose con la realidad con métodos y enfoques convergentes y complementarios. A Charles Darwin sólo le temen los ángeles, que ignoran que también ellos están hechos de materia, aunque sea de la inconsútil materia de los sueños. No es de extrañar que alguno en particular se quede absorto y pestañeante frente al recordatorio que hace poco nos hacía un filósofo en el sentido de que los impulsos éticos de homo sapiens son dispositivos en los que la genética tiene, presuntamente, alguna participación. Podemos negarlo, pues, como dice Popper, "desde la antigüedad se han formulado numerosas teorías en favor del determinismo, pero ( ... ) todas ellas pueden refutarse" (EL PAÍS, 30 de septiembre de 1984). El extremo opuesto, el indeterminismo, además de ser igualmente refutable, tiene una consecuencia fulminante: la aniquilación del esfuerzo científico tal y como se ha venido entendiendo hasta hoy en Occidente. Lo que tampoco sería para que caigamos en el desánimo. Muchos son ya los dioses y mitos que han caído. Por uno más...-
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