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Entrevista:Entrevista con el ex secretario de Estado norteamericano

Kissinger, "Creo que Reagan no ha tomado aún una decisión clara sobre Nicaragua"

"Yo planificaría una estrategia global y la explicaría al pueblo norteamericano" "Fidel Castro no quiere arriesgar su existencia en un conflicto por Nicaragua"

La Administración Reagan no tiene aún claros cuáles son los objetivos de su política sobre Nicaragua, por lo que las sanciones comerciales decretadas contra Managua son "en parte simbólicas y en parte reales", según el ex secretario de Estado Henry Kissinger, quien en la serie de análisis sobre la política internacional que viene realizando es entrevistado en esta ocasión por periodistas de The Australian, Boston Herald y New York Post.

Pregunta. ¿En qué va a consistir próximamente la política norteamericana hacia Nicaragua?Respuesta. Tenemos que tomar una decisión fundamental respecto a Nicaragua. En primer lugar, ¿qué es lo que queremos lograr? ¿Queremos una reducción de su capacidad militar y de inteligencia y la eliminación de las fuerzas cubanas? ¿O queremos cambiar el Gobierno? Si queremos cambiar el Gobierno, ¿creemos que es suficiente con que los sandinistas, que detentan el poder, permitan cierta oposición democrática, o queremos en realidad derrocar a los sandinistas? Tenemos que estar seguros de cuál es nuestro objetivo y entonces podemos seleccionar los medios adecuados para conseguir esos objetivos.

P. ¿Cree usted que a estas alturas el Gobierno norteamericano no tiene claro qué es lo que desea?

R. Creo que todavía no tienen una decisión clara.

P. ¿Qué significa eso?

R. Significa que tienen que tomar una decisión, porque si no lo hacen pueden acabar en la peor de las situaciones posibles, es decir sin ninguna solución ni en las cuestiones militares ni en las políticas.

Me preocupa el hecho de que si, digamos, dentro de un año o de 15 meses no se ha producido un cambio en la situación militar ni en la situación política de Nicaragua, en ese caso la situación política de nuestro país, que ya es bastante dificil, impedirá reunir las presiones y los incentivos adecuados para conseguir la seguridad necesaria o incluso objetivos menos políticos.

P. ¿Qué haría usted respecto a Nicaragua? ¿Cuál sería su decisión? ¿Incluiría la ruptura de relaciones diplomáticas y el intento de derrocar al actual régimen?

R. En este momento yo aconsejaría no hacer absolutamente nada durante unas cuatro semanas, y luego planificaría una estrategia y la explicaría al pueblo norteamericano, y entonces tomaría una serie de medidas amplias, sin detenerme hasta haber logrado nuestros objetivos. Es difícil saber cuál de esas medidas individuales tendrá éxito, pero si se da un paso y se mancha uno con un poco de lodo, y luego se da otro paso, se va camino del proceso acumulativo que fue nuestra perdición en Vietnam y casi fue nuestra perdición en Corea.

P. Actualmente estamos en esa vía.

R. Estamos en una vía en la que me parece que no existe una relación precisa entre nuestra retórica y las medidas que estamos tomando. Estoy bastante de acuerdo con la retórica, pero tengo dos problemas. Uno, que no entiendo plenamente cuál de los muchos posibles objetivos que he explicado pretende conseguir esa retórica. Segundo, no tengo claro cómo se pueden alcanzar los objetivos mínimos con las medidas tomadas.

Por una parte, la Administración dice que Nicaragua es de interés vital para nosotros. Por otro lado, existe un proyecto de operaciones clandestinas de 14 millones de dólares. No veo nada claro cómo se puede atender algo de interés vital con un proyecto de 14 millones de dólares. Si eso fuera el único problema, se podría acudir a una fundación para conseguir el dinero necesario.

Si nos parece seria la posibilidad de la guerra de guerrillas tenemos que ser serios respecto a lo que esto significa. Si no nos parece seria esa posibilidad, entonces podemos seguir manteniéndola, pero resulta difícil saber qué solución negociada puede conseguir una presión de este tipo. El Congreso es el principal responsable. Pero creo que la Administración también tiene parte de culpa, por su incapacidad para tomar una decisión clara sobre sus objetivos y sus puntos de vista y para presentar sus objetivos al pueblo norteamericano de una forma clara que el pueblo pueda entender.

La renuncia a emplear tropas norteamericanas

P. ¿Sugiere usted falta de voluntad?

R. No creo que haya falta de voluntad, pero sí existe cierta preocupación por las consecuencias de un amplio debate público.

P. Si el caso es tan grave como ha sugerido la Administración, ¿ha sido prudente descartar el empleo de tropas norteamericanas en cualquier circunstancia y anunciar tal medida de antemano?

R. Hay dos problemas: si deberíamos emplear tropas norteamericanas y si deberíamos anunciar públicamente que no se van a emplear esas tropas. A nadie le puede entusiasmar el empleo de tropas norteamericanas. No me parece que fuera prudente anunciar públicamente la negativa a emplear tropas norteamericanas, cuando se ha declarado la zona como vital para nuestros intereses.

P. Esto casi me sugiere que existe en estos momentos una política un tanto lacia en asuntos exteriores en lo que se refiere a Estados Unidos. ¿Son responsables de ello el secretario de Estado, George P. Shultz, y el asesor de seguridad nacional, Robert C. McFarlane?

R. No les calificaría de poco claros. Diría que su método básico intenta ciertamente evitar las confrontaciones y que son muy conscientes del hecho de que son corredores de fondo y no están esprintando para no agotar todas sus energías en un trecho del camino. Naturalmente, el riesgo que se corre es que de esta manera se puede perder la maratón, y en algún punto hay que tirar para adelante. Resulta difícil tomar este tipo de decisiones en cada caso. Como hipótesis general, yo diría que esta Administracion está mejor preparada para tomar una serie de decisiones individuales que para tomar, decisiones estratégicas a largo plazo que relacionen aspectos diversos. Ahora bien, esto se debe en parte a la táctica del presidente, que, en mi opinión, se siente más a gusto cuando se le pide que juzgue sobre casos individuales que cuando se trata de una táctica a largo plazo.

La difícil práctica de sanciones económicas

P. En la época de la crisis entre Estados Unidos y Nueva Zelanda por la cuestión de las armas nucleares a bordo de las naves norteamericanas se sugirió que quizá se debería imponer sanciones a Nueva Zelanda, y recientemente hemos presenciado la imposición de sanciones contra Nicaragua. ¿Resultan eficaces las sanciones en cualquier situación?

R. Hay una enorme diferencia entre Nicaragua y Nueva Zelanda. Nueva Zelanda es un amigo de quien nos sentirnos decepcionados. Nicaragua es un país que ha llevado una política exterior contraria a nosotros, con la intención de socavar intereses que muchos norteamericanos consideran vitales. Nuestra relación con Nueva Zelanda no ha llegado jamás a tales extremos, de manera que yo diría que las sanciones resultan mucho más adecuadas contra Nicaragua que contra Nueva Zelanda.

La respuesta adecuada a Nueva Zelanda es cortar o limitar las relaciones militares que tienen su base en el acuerdo ANZUS y quizá dejar de dar a Nueva Zelanda el trato de preferencia en las decisiones administrativas de cada día que se suele dar a un aliado o un país francamente amistoso.

Ahora bien, ¿tienen algún efecto las sanciones? No dan ningún resultado, a menos que un país sea el principal abastecedor de algún producto escaso y a menos que otros países, se unan a la sanción.

En el caso de Nicaragua, la cantidad es tan ridícula que resultaría difícil poner en práctica las sanciones; mi idea básica sería que si declaramos un boicoteo comercial a un país y lo hacemos seriamente, deberíamos entonces imponer sanciones a los países que pasen por alto el. boicoteo. Es decir, que si un país aumenta su comercio en la medida en que nosotros lo reducimos, deberíamos encontrar alguna fórmula para negarle el acceso a los mercados norteamericanos por esa cantidad en la que aumentan su comercio con el país sancionado. No le podemos pedir a otro país que se una a nuestro boicoteo comercial, pero sí le podemos pedir que no se beneficie de ello. En este caso, si no le he entendido mal al presidente, quería dejar claro a los nicaragüenses y a otros países que no hemos abandonado nuestra línea política básica solamente porque el Congreso no haya votado los 14 millones de dólares de ayuda a los contras; por eso hay que considerar las sanciones como en parte simbólicas y en parte reales.

P. ¿Qué es lo que persigue Fidel Castro?

R. Depende en parte de cómo juzgue Castro nuestras intenciones, y en parte de su evaluación de lo que los soviéticos están dispuestos a hacer. Indudablemente, no quiere arriesgar su existencia en un conflicto por Nicaragua. De manera que la cuestión de si está decidido a desempeñar un papel mayor depende en parte de la amenaza que perciba tanto para Nicaragua como para su país. Yo supongo que está dispuesto a hacer concesiones en Nicaragua porque le gustaría conservar el potencial de revolución en la zona, y él interpreta su papel en este sentido.

P. ¿Está dispuesto a aventurar una conjetura sobre el lugar del presidente actual en la historia?

R. En realidad, este presidente podría pasar a la historia como un gran presidente si puede superar su segundo mandato sin ninguna crisis. Ha llevado a cabo una revolución nacional importante y me parece que lo estará haciendo bastante bien en política exterior si consigue que los soviéticos regresen a la mesa de conferencias.

Él sigue siendo, después de todo y a pesar de todas las críticas que se leen, el factor dominante en política exterior, y, naturalmente, ha dado un giro a la política nacional. Si mantiene esa situación durante cuatro años, tendrá un efecto transformador en política internacional y pasará a la historia como un gran presidente. En este momento la cuestión está todavía abierta. No se parece en nada a ningún otro presidente anterior. No es un conceptualista.

Kissinger: "Creo que Reagan no ha tomado aún una decisión clara sobre Nicaragua"

No es una persona que desarrolle grandes teorías. No tiene el enfoque intelectual de, por ejemplo, Nixon.Por otro lado, hay que decir que ha dominado todas las situaciones políticas en las que se ha visto envuelto: ocho años en California, cuatro años y medio en la presidencia. Eso no lo podría haber hecho una figura secundaria. Y se mantuvo vivo sin ocupar cargo alguno durante seis años y medio, algo verdaderamente difícil. No tiene más que ver cómo caen como piedras los políticos en este país en cuanto dejan su cargo.

Los errores cometidos en la guerra de Vietnam

P. Reflexionando 10 años después del final de la guerra de Vietnam, ¿qué hubiera hecho de forma diferente?

R. Bueno, depende de en qué momento. Creo que deberíamos haber meditado más antes de enviar los primeros 20.000 hombres durante la administración Kennedy, sobre cuáles serían las consecuencias duraderas, y deberíamos haber analizado hasta qué punto Vietnam era crucial para los intereses de Estados Unidos. En segundo lugar, cuando enviamos 500.000 soldados durante la Administración Johnson, deberíamos haber vencido. Deberíamos haber tenido una estrategia de victoria en lugar de una estrategia para conseguir un estancamiento. Pero la victoria se convirtió en una palabra malsonante en nuestro debate nacional y decir que se quería conseguir una victoria equivalía a ser un belicista.

En aquel momento pensé que Nixon debería haber intentado forzar un enfrentamiento militar definitivo en 1969, y así lo recomendé en tres ocasiones. Pero no estaba totalmente convencido porque todos aquellos con quienes yo había crecido intelectualmente se oponían violentamente a ello. Por eso mi cabeza me dictaba, pero mi corazón me impedía, llevar adelante aquella opinión con la intensidad con la que había defendido otras, y pienso que Nixon estaba, más o menos, en una situación parecida. Pero creo que fue un grave error. Lamento que no hiciéramos en 1969 lo que hicimos en 1972.

P. ¿Se refiere a un enfrentamiento militar definitivo?

R. Si hubiéramos hecho en 1969, cuando aún teníamos 500.000 soldados en Vietnam, lo que hicimos en 1972: bloquear a Vietnam del Norte y bombardear sus comunicaciones, se hubiera llegado a una situación decisoria, en un sentido u otro, al cabo de un año. Si no hubiéramos vencido entonces, probablemente nos habríamos marchado.

Teóricamente, esto es lo que deberíamos haber hecho. Pero hubiéramos tenido cientos de miles de manifestantes en las calles, dimisiones en el Gobierno y los medios de comunicación nos hubieran destrozado.

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