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El neoatlantismo que nos invade

Desde Galicia avanza hacia el sur una alternativa 'húmeda' a la 'desertización' cultural

Manuel Rivas

"Los pueblos marítimos no van a la playa", afirma con los pies en la tierra Jesús Iglesias, director de la revista La Naval, editada en La Coruña, en una diatriba improvisada contra el desnudismo, enarbolado en los últimos tiempos como máxima bandera de provocación y heterodoxia en las costumbres frente a la Galicia anclada y abrigada. "Para los adictos a la palidez", se señala ahora en un Manifiesto para andar vestidos publicado en la revista, "el desnudo es una difícil técnica del alma, y la visión de estos clanes desnudistas en nuestros paseos marítimos nos causa la misma reacción que a Henri Michaux en los alrededores de Viena: 'Se creían desnudos y yo no he visto más que carne'".La Naval, que va ya por su tercer número, es una revista de diseño vanguardista, de alto registro gráfico, con fuerte impacto en la movida gallega y realizada por jóvenes de trayectoria inconformista. Su réplica, pues, al desnudismo no se alinea con las protestas escandalizadas del clero y del conservadurismo gallego. Es un símbolo más del neoatlantismo, expresado a veces a modo de parodia racista. "El Magreb conspira una vez más contra esta reserva atlántica y noroccidental".

"Nosotros, vanguardia consciente, no vemos tampoco", dicen los ideólogos de La Naval, "más que carne de penenes, hippies y naturistas trasnochados tras esa pretendida corriente organizada pro desnudismo, cuyos más significados adalides son colaboradores del poder político que encabeza el mediterráneo González, quien en su empeño de borrar las señas de identidad más entrañables de los pueblos no moros intenta desterrar de nuestras costas el tradicional oficio del contrabando y reconvertir a marineros, contrabandistas y trabajadores del sector naval en recepcionistas de hotel para mayor gloria de las huestes mesetarias que atiborran todos los veranos nuestras bravas calas".

'Rock' de Vicente Risco

Además de la participación de jóvenes escritores, periodistas, dibujantes, fotógrafos, arquitectos y artistas de avanzada, en el proyecto naval han embarcado, con sus colaboraciones, gentes tan dispares y de grueso calibre como el exiliado republicano y catedrático de la universidad de Nueva York Emilio González López, el escritor Xosé Luis Méndez Ferrín, el sociólogo Fermín Bouza y críticos musicales mesetarios como Diego A. Manrique y José Manuel Costa.

Expresado anteriormente con rigor estético en los ámbitos plástico y literario, el atlantismo adquiere ahora una dimensión social, cotidiana y divertida, y lleva camino incluso de constituirse en moda. La cuestión de la identidad atlántica emerge periódicamente en la tradición cultural gallega, mereciendo incluso sesudas teorizaciones. Lo que no se podían imaginar Florentino Cuevillas, ni Villar Ponte, ni Vicente Risco, aun en sus momentos más atrevidos y exotéricos, era que sus propuestas atlánticas iban a ser defendidas con ardor en un escenario rockero. Eso es lo que hace Radio Océano, uno de los grupos más bárbaros y singulares de la modernidad musical.

En su última y sonada actuación, en la localidad marítima de Sada (La Coruña), Radio Océano se presentó en el escenario con una enseña atlántica: olas negras sobre lino británico. Su cantante Johnny Rotring ostentaba en el antebrazo un tatuaje con olas. Tras la figura impetuosa y desgarrada, más allá del punk, del líder Rotring se esconde la personalidad tímida y retraída de un joven intelectual monfortino de raíces montañesas, Xosé Manuel Pereiro, que se enternece con el lamento de una gaita y ama el aguardiente de hierbas.

"Reivindicamos", dice Rotring, "la lluvia y la bruma, la melancolía y la tristeza como fuentes de inspi ración". Rotring anuncia la edición de un disco con discursos de Cuevillas proclamando las excelencias del clima húmedo para la fecundación espiritual. Tanto los impulsores de La Naval como de Radio Océano declaran cierta admiración por los espías, los piratas y los contrabandistas. "A mí me gustaría ser inglés", señala Rotring, "para luego pasarme a los soviéticos, como todos los ingleses inteligentes".

'Saudade' y panteísmo

Aparte de referencias cercanas a la leyenda y a la mitología, como las que se remiten a las comunicaciones entre los cuatro finisterres -el gallego, el bretón, el británico y el irlandés-, existe una línea de continuidad en la reivindicación del atlantismo como rasgo de, identidad que tamiza la cultura gallega con vocación universalista frente a la tendencia enxebrista y autofágica. El atlantismo, por ambiguo e intemporal, es además un concepto menos equívoco que el de celtismo.

La expresión de esta corriente de mayor impacto en los últimos años fue precisamente la muestra Atlántica, inaugurada en Baiona (Pontevedra) en 1980 por impulso de Román Pereiro. Esta iniciativa fue el epicentro de la renovación plástica en la Galicia de los ochenta. Expresión atlántica es el título de un libro presentado días atrás del crítico Xosé Antón Castro -responsable de la sección de artes plásticas en la primavera cultural de la anterior Dirección General de Cultura de la Xunta- y que lleva un prólogo de Achille Bonito Oliva en el que habla de "cultura atlántica". Las constantes de este movimiento serían, según Castro, "que ama la tradición, el pasado sin nostalgia, que apela a nuestros momentos más decisivos de la historia artística, que se viste de un expresionismo vivencial y de un primitivismo constante, hijos de una Galicia húmeda, saudosa, panteísta, romántica, de paisajes recortados en la eterna lucha entre el mar y la tierra, preñada de imaginación, literatura, individualismo, de otras luces y de otros colores. Una atmósfera que hace que los creadores gallegos se impregnen de una vitalidad y de una demiurgia peculiar".

El atlantismo impregna también la nueva poética. Y está en la calle. En órganos como La Naval, en grupos musicales, en espacios de creación y encuentro, en una versión divertida, transgresora e imaginativa. Como un oleaje juvenil.

La música del fin del mundo

La reserva noroccidental genera su propia alternativa musical, el rock atlántico o, si prefieren, una especie de alter punk. Los organizadores del último evento, de Radiocadena Española, no salían de su asombro. Todos los grupos que acudieron a la convocatoria para optar a una plaza para participar en el remozado Festival de Benidorm eran fuerzas más o menos atroces. Ni un cantautor despistado. Ni un guaperas. Ni un ligero. Ni un fólclórico.Se presentaron 21 grupos por aquello de que cualquier ocasión es buena para darse una vuelta fuera del sótano urbano o agropecuario. Para la final, en Sada (La Coruña), fueron seleccionados Aerolíneas Federales, Semen Up, Radio Océano, Viuda Gómez e Hijos, Los Culpables, Ferrari, Terminal Norte y Agente Naranja.

Lo de menos era Benidorm. En medio de las iras populares, el jurado, por un voto de diferencia, decidió dar la plaza a Aerolíneas Federales porque parecían lo menos bárbaro para un festival. Pero la bandera con olas de Radio Océano ondeó victoriosa. El acontecimiento revalidó la apuesta de la tribu emergente y periférica por la onda atlántica.

Más marginados que marginales, grupos como Siniestro Total, Os Resentidos y Radio Océano -aparte de los reconvertidos Golpes Bajos- convocan hoy a miles de jóvenes en Galicia. Son la avanzadilla musical en las líneas fronterizas del viejo mundo.

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