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Tribuna:REAGAN VISITA EL VIEJO CONTINENTE
Tribuna
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La SDI, una inversión 'prudente' en la seguridad occidental / 1

La fuerza disuasoria de Estados Unidos es la clave del arco de la estabilidad bélica que el mundo conoce desde hace 40 años, según el autor de este trabajo, que es el secretario norteamericano de Estado. Ahora que Estados Unidos y la URSS vuelven a sentarse en la mesa de negociaciones en Ginebra, el autor expone los objetivos de su país en las conversaciones -estabilidad, reducción, igualdad y verificabilidad- y los motivos que le guían para defender la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), popularmente conocida como guerra de las galaxias.

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El esfuerzo por el control y la reducción de las armas nucleares es hoy una de las exigencias morales y políticas más profundas que nuestra nación tiene ante sí.Durante los últimos años la preocupación por el peligro de holocausto nuclear ha hecho que el control de las armas nucleares sea hoy más que nunca centro de nuestro debate nacional. Es un hecho positivo, pues, en una sociedad libre como la nuestra, el debate vivo nos hace más fuertes, y no más débiles, en la labor de salvaguarda de nuestra seguridad y de protección de la paz.

Ahora que abordamos una nueva etapa de negociaciones con la Unión Soviética -la más completa y compleja de toda la historia- es de primordial importancia comprender las complejidades políticas y militares del problema.

Nuestra meta fundamental es la de defender nuestra libertad y la de nuestros aliados, y reducir el peligro de guerra, en especial la guerra nuclear.

La fuerza disuasoria de Estados Unidos es premisa indispensable de un control de armamentos efectivo, y también de la paz mundial. Esa fuerza ha sido la base de la estabilidad y la seguridad internacionales durante los últimos 40 años. La política de defensa de Estados Unidos y de la OTAN ha consistido en contar con una fuerza que permitiera convencer, a cualquier posible adversario de que no tendría ventajas para él tomar una iniciativa de agresión. Las democracias amamos la paz ( ... )

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Hubo un período en los años setenta, después de Vietnam, en que Estados Unidos tendió a dar la espalda a esta realidad y a desatender sus necesidades de equipamiento defensivo. Pero la proliferación de armas no perdió su ritmo en el lado soviético; la URSS rebasó a Estados Unidos en el número, tamaño y poder destructivo de los proyectiles ofensivos y siguió fabricando nuevos tipos de armas. Estados unidos -en sustancia- congeló el número de sus proyectiles y desaceleró sus programas de modernización. A medida que avanzó este proceso, las mejoras en la fuerza soviética de proyectiles balísticos -incluida la capacidad de sus ICBM gigantes para la destrucción inmediata de objetivos de alta resistencia- fueron creando una amenaza cada vez mayor contra la capacidad de supervivencia de nuestras propias fuerzas de represalia con base en tierra y nuestra estructura nacional de mando ( ... ) Ello suponía el lento desgaste de nuestra capacidad de represalia rápida y eficaz, en la cual estriba nuestra capacidad de disuadir cualquier ataque. Nuestra preocupación aumentó ante la evidencia cada vez mayor de violaciones soviéticas de acuerdos en vigor en materia de control de armas.

El proceso de control de armamentos siempre ha tenido como meta principal asegurar la disuasión afianzando la estabilidad y el equilibrio en la relación estratégica. El comportamiento de la URSS socavaba esa perspectiva (...)

Para fortalecer nuestro dispositivo de disuasión y restaurar el equilibrio militar, el presidente Reagan ha optado por modernizar nuestras fuerzas estratégicas y convencionales en toda su gama. El proyectil MX es un elemento clave de esta política.

La URSS ha vuelto ahora a la mesa de negociación tras el fracaso de sus esfuerzos por crear la división entre nosotros y nuestros aliados. Ahora, con un potencial de disuasión reforzado, con una alianza que ha sobrevivido a las presiones soviéticas y con el impresionante apoyo expresado mediante sus votos por el pueblo norteamericano el pasado noviembre, nos encontramos en buena posición para obtener éxitos en el campo del control de armamentos.

Objetivos en Ginebra

Nuestras cuatro metas básicas en la negociación de Ginebra son: estabilidad, reducciones, igualdad y verificabilidad. En primer lugar, buscamos medidas de control de armas que afiancen la estabilidad estratégica. Para que de verdad favorezca la seguridad, un acuerdo debe limitar y reducir al mínimo los alicientes que un lado pueda tener para iniciar un ataque en situación de crisis ( ... )

Nuestro segundo objetivo son las reducciones. Nuestras propuestas sobre control de armamentos representan un esfuerzo histórico y sistemático de reducción sustancial de los niveles de armas nucleares, y no de legitimación de su incremento, como ocurrió en tiempos anteriores. Cuando comenzaron las negociaciones SALT en 1969, la URSS contaba con unas 1.500 armas nucleares estratégicas. Hoy su arsenal asciende a más de 8.000 armas de esa clase, aunque todavía cumple la mayor parte de las limitaciones impuestas por los tratados SALT I y II. Las reducciones radicales que buscamos hoy invertirían el curso de la proliferación y resultarían en un equilibrio a niveles inferiores de fuerzas por ambos lados.

Nuestro tercer objetivo es la igualdad. Las reducciones deben dejar a los dos lados con niveles iguales o equivalentes de fuerzas. Un acuerdo que permita ventajas a uno de los lados sólo puede crear inestabilidad. El poderío estratégico soviético se funda en su fuerza de proyectiles basados en tierra, mientras que el norteamericano se sustenta más uniformemente en los elementos de la tríada de proyectiles basados en tierra, submarinos y bombarderos. Somos conscientes de estas diferencias y estamos dispuestos a ser flexibles (...)

Nuestro cuarto objetivo es la verificabilidad. Ningún norteamericano respaldaría un acuerdo que no previese la verificación efectiva de su cumplimiento por parte de los signatarios ( ... )

En las nuevas negociaciones de Ginebra nuestros negociadores dialogarán sobre el armamento ofensivo y defensivo con los soviéticos en tres campos amplios: sistemas ofensivos estratégicos nucleares, fuerzas nucleares ofensivas de alcance intermedio y armas espaciales y defensivas.

El presidente ha dado instrucciones a nuestros representantes para que negocien con seriedad y energía. Juzgaremos los resultados según los criterios más rigurosos: si salvaguardan la seguridad de Estados Unidos y de nuestros aliados, garantizan la disuasión, afianzan la estabilidad estratégica y reducen el peligro de guerra. Pero estamos dispuestos a ser flexibles en relación con las maneras de alcanzar nuestros objetivos. Acercaremos nuestras posturas a las de la URSS tanto como ella lo haga a las nuestras Con respecto a las fuerzas nucleares de alcance intermedio (INF), creemos que la posición que definimos en otoño de 1983 en las anteriores negociaciones INF ofrece la infraestructura de un acuerdo justo. Nuestro objetivo final ha sido y sigue siendo un resultado de cerocero: la eliminación total en todo el mundo de esta categoría de misiles INF de alcance más largo. El continuo despliegue de proyectiles SS-20 por parte de la URSS, fuerza que ahora cuenta con más de 1.200 cabezas, aumenta la importancia de este objetivo. Estamos también dispuestos a estudiar medidas provisionales, como, por ejemplo, un equilibrio a niveles iguales de cargas nucleares a escala mundial. Estados Unidos está dispuesto a estudiar la posibilidad de renunciar al despliegue completo de armas ya acordado en Europa. Estamos dispuestos a dialogar sobre posibles limitaciones de fuerzas aéreas, y a ser flexibles también en otros capítulos. Esperamos de la URSS que corresponda igualmente con flexibilidad.

Queda un tercer capítulo de diálogo en las nuevas negociaciones de Ginebra: el de las armas espaciales y defensivas. Aquí buscamos un diálogo acerca de cómo los dos lados juntos pueden comenzar a desplazarse desde la presente situación estratégica hacia una estructura estable de disuasión, progresivamente basada en sistemas defensivos no nucleares. En estos diálogos haremos constar nuestra preocupación por la erosión del régimen del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) y por las actuaciones de la URSS que han puesto en entredicho las premisas mismas de ese acuerdo. A cambio, ofrceremos a la URSS una explicación completa de nuestra Iniciativa de Defensa Estratégica, o SDI, y con voluntad de abordar todo el capítulo de las armas espaciales y defensivas.

Rehenes

Durante los últimos 30 años, la disuasión ha estribado en la amenaza última de respuesta nuclear ofensiva. Estados Unidos y la Unión Soviética han sido entre sí rehenes de sus respectivas fuerzas nucleares. Nuestras fuerzas disuasorias de respuesta nos han permitido vivir en paz con libertad (...).

Si con medios defensivos suficientes pudiéramos privar a cualquier posible adversario de toda expectativa de alcanzar su objetivo a través de la fuerza militar, de tal manera que ninguno de los dos lados amenazara a la población del otro, entonces sería éste el camino preferible y moral.

Al restar eficacia o privar de ella a las armas atacantes, unos medios defensivos eficaces contra proyectiles balísticos mejorarían la disuasión. Ese tipo de medios defensivos, con capacidad de interceptar un ataque inicial, anularía el aliciente que un primer ataque tuviera para el agresor. También constituiría una póliza de seguro, en la posibilidad remota de que el disuasor fallara, que nos protegería del ataque a nosotros y a nuestros aliados.

Somos conscientes de que durante muchos años la disuasión tendrá que depender todavía de la amenaza de represalia nuclear defensiva, aunque a niveles considerablemente menores si las negociaciones de Ginebra tienen éxito. En este presupuesto iniciamos el trascendente esfuerzo de, investigación que es la SDI.

Ese dispositivo de defensa facilitará, además, si es viable, el objetivo de una reducción fuerte de los arsenales de proyectiles ofensivos. Un equilibrio estratégico a niveles mucho más bajos es más susceptible al riesgo de engaños. Cuanto más bajo es el nivel de armas acordado, mayor es el peligro de que los despliegues clandestinos pudieran cobrar una magnitud peligrosa para las fuerzas del otro lado. Pero con unas armas defensivas viables serían precisos tantos misiles clandestinos para romper el equilibrio (...)

Esta misma observación la hizo el ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Gromiko, quien afirmó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1962 que las defensas antimisiles podrían ser la clave de un acuerdo de reducción de fuerzas de proyectiles ofensivos. "Protegerían contra la eventualidad", dijo, de que alguien decidiera violar el tratado y ocultar proyectiles o aviones de combate".

He recalcado que las defensas tendrían que ser viables. Eso significa, primero, que cualquier sistema defensivo debe ser razonablemente capaz de sobrevivir, porque, de lo contrario, ellos mismos podrían resultar atractivo blanco de un ataque inicial. Segundo, significa no solamente que deban funcionar, sino también que deben ser más baratos de producir de lo que lo serían los nuevos sistemas ofensivos necesarios para superarlos. En suma, que deben resultar comparativamente económicos, pues de otra manera tendría sentido producir armas ofensivas en número suficiente para vencer los dispositivos defensivos.

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