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La memoria

Es un libro aparecido en una editorial joven, con nombre de viento de desierto, Siroco, y escrito por una veterana de la lucha por la democracia, Tomasa Cuevas, la Peque, para la policía de la Brigada Político Social, que, a pesar del diminutivo y M trato que le dispensó, siempre pronunció su nombre con respeto. El libro se titula Cárcel de mujeres, y es un documento impresionante tanto por lo que incluye como por lo que tiene de esfuerzo tenaz de una autodidacta que ha dedicado años y años a recoger el testimonio oral de las presas políticas del franquismo. Lo ha hecho sin ninguna subvención cultural o política, y sin otra pretensión que salvar de una doble muerte el sacrificio anónimo de centenares de mujeres, no resignadas al toque del silencio decretado el 1 de abril de 1939.Éste y otros libros de parecidas características debieran ser empeño de los historiadores y de las instituciones democráticas, conocedores del papel de la memoria en la conformación de una identidad. Y, sin embargo, la operación olvido del franquismo aparece consolidada, no ya en los medios de comunicación de masas, sino en la más tranquila parcela del campus universitario. Ahí se ha hecho poco para recoger el testimonio de los combatientes peatones que nunca han salido en las páginas de los diarios y que no tienen necesidad de recomponer o descomponer la imagen de su pasado para trabajarse los votos de su presente o su futuro.

Tomasa Cuevas tiene una larga historia de cárcel, tortura y anonimato, todo ello compartido en ocasiones con las mujeres que le han aportado su memoria, tras vencer la resistencia del pudor a salir en los papeles. Resistencia también fomentada por aquella moral de consensos que corrió una discreta cortina de meublé para que no se viera la más mínima posibilidad de paisaje con figuras atormentadas. En la guerra como en la guerra, puede ser una coartada. Pero el trato que después de la guerra recibieron muchos españoles por no resignarse a vivir en un país ocupado merece ser recordado como ejemplo disuasorio. O como reparación de pequeña eternidad a los que perdieron la vida o parte de sus mejores años.

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