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Gimferrer: "La Academia es un foro para preservar la dignidad humana en el lenguaje"

Su discurso de ingreso en la institución lo dedicará a Aleixandre

Lluís Bassets

Pere Gimferrer, elegido académico ayer por la tarde, ocupará la vacante que dejó al morir su maestro y amigo, Vicente Aleixandre. Su discurso de entrada versará, probablemente, sobre algún aspecto de la poesía de Aleixandre. Gimferrer, que ha manifestado su satisfacción por la candidatura, independientemente del resultado final de la votación, piensa que "la Academia es un foro natural de diálogo para preservar la dignidad del hombre en el lenguaje; para afirmarla, incluso, no por mecánica reacción casticida, sino por imperativo moral estricto y activo".Pregunta. Como escritor que es usted, ¿cree que sus colegas están interesados y siguen los trabajos que realiza la Academia?

Respuesta. Siguen, y esto es evidente, las elecciones para cubrir las vacantes. En buena medida, tienen en cuenta el diccionario; en medida menor, quizá, la gramática. De los demás trabajos, cierta clase de escritores, los más atentos a la filología, tienen noticia o conocimiento; me temo que no faltan quienes lo desconozcan casi todo, y eso no puede resultar sino perjudicial para la literatura. ¿Qué puede ser un escritor, ante todo, sino una sostenida pasión por el lenguaje?

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Un contradictorio coherente

P. ¿En qué terrenos imagina las posibles aportaciones suyas a los trabajos de la Academia?

R. Siempre con el ánimo de que, ante todo, si ingreso en ella, es para aprender, mi eventual aportación no podría desconocer esta pasión por el lenguaje que ha sido la raíz de cuanto he escrito. El hecho de ser la primera persona de mi generación propuesta para la Academia; el hecho de ser catalán; el hecho de ser poeta, prosista y traductor; la circunstancia de haber sido propuesto precisamente para la vacante de mi amigo y maestro Vicente Aleixandre, no pueden estar ausentes de mi ánimo. Y mal podría olvidar, en circunstancia alguna, mi profunda repugnancia por la expresión precaria, desnaturalizada, por el lenguaje impreciso, que en último término revela un desfallecimiento intelectual y moral.

El mejor libro de poesía

P. Usted ha hablado alguna vez de la precariedad de las lenguas peninsulares y de la precariedad moral incluso de las comunidades hablantes, ¿qué puede hacerse hoy desde las instituciones, y desde una institución como la Real Academia, para proporcionar mayor cohesión moral a las lenguas y a los pueblos peninsulares?R. Acabo de referirme brevemente a ello. Una institución como la Academia es un foro natural de diálogo para preservar la dignidad del hombre en el lenguaje; para afirmarla, incluso, no por mecánica reacción casticida, sino por imperativo moral estricto y activo. Un diccionario es, en cierto modo, el mejor libro de poesía, porque es el libro, quizá, con el que soñó Mallarmé; encierra, potencialmente, toda la poesía. Y la poesía, punto máximo de la tensión expresiva, es, en sí, una crítica de la precariedad moral del lenguaje erosionado. Tendremos identidad si el lenguaje no es para nosotros algo huidizo e inaprensible, ;si nos reconocemos en la palabra. Sea cual fuere la lengua empleada, la cohesión moral se halla en el centro: en la conciencia del lenguaje. Nadie ha hecho un elogio más hermoso que Cervantes del uso de las lenguas peninsulares en la literatura.

Catalanes académicos

P. La propia palabra que la designa está desprestigiada e impregnada de connotaciones negativas, pero ¿qué papel juega o puede jugar en el siglo XX una institución como ésta?R. La palabra, en sí, no puede ser más noble; pensemos en Platón. Se habla negativamente a veces de academicismo, pero eso tiene otro matiz histórico. Por lo demás, academicista y académico no son en absoluto sinónimos, y 'arte académico' tiene un sentido muy preciso en los siglos XVIII y XIX, que no es peyorativo hoy, sino simplemente indicativo. El papel de la Academia es hoy exactamente el mismo, en última instancia, que en 1714. ¿Ha variado, acaso, no ya desde entonces, sino desde la Grecia clásica, el papel último del lenguaje literario?

P. En la Academia ha habido tradicionalmente pocos catalanes. ¿Qué significa y qué puede significar la Academia para los escritores, intelectuales y hombres de letras catalanas de hoy?

R. Ha habido, en la Academia, más catalanes y más significativos, de lo que suele creerse. Recordaré a Torres Amat, a Balmes, a Víctor Balaguer, a Ors, a Rubió i Lluch, a Gili Gaya. Hoy mismo está Riquer. Dejo a otros la relación completa, que sería bastante más; me parece que los nombres que acabo de dar bastan como síntoma. Si verdaderamente se desea un diálogo como el que rigió el epistolario entre Unamuno y Maragall, ejemplo admirable, la Academia es un espacio idóneo para este diálogo.

P. ¿Qué piensa de su compañero de Academia, elegido en la misma sesión, Julio Caro Baroja?

R. Leo a Caro Baroja desde que era adolescente. Incluso se da el caso de que en 1968 escribí un poema experimental, que permanece inédito, en el que realicé una especie de collage de textos sobre hechicería reproducidos por Caro Baroja en su libro Vidas mágicas e Inquisición. He leído también con enorme gusto y provecho su libro de memorias Los Baroja. Sólo en una ocasión he coincidido personalmente con él: fue en Madrid, en 1982, en una mesa redonda en tomo a Octavio Paz celebrada en el Instituto de Cooperación Iberoamericana.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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