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Cronopio contra el cáncer

Un grupo de amigos de Julio Cortázar ha tomado la iniciativa de promover la construcción de un hospital para el tratamiento del cáncer en Nicaragua en recuerdo de un hombre que creía que la voluntad puede hacer avanzar la historia.

Hace poco más de un año moría Julio Cortázar, acerca de quien se han volcado ríos de retórica lacrimógena en la Prensa de cinco continentes.La gravedad medular de su cavilación de los últimos años no admitía frivolidades de salón, y aun en los momentos más alegres su mirada transmitía una seria preocupación.

Para nadie ha de ser un misterio que su preocupación se llamaba Nicaragua. En Nicaragua, Cortázar centraba no ya una obvia y muy compartida indignación ante la arrogancia arrolladora del todopoderoso vecino del Norte, sino una auténtica rebelión ante la force des choses, como solía decir el general De Gaulle. La lucha desigual entre la revolución sandinista y el tecnofascismo no favorecía, como se podría suponer, a este último. Para Cortázar, el voluntarismo llevaba siempre las de ganar, y lo que solía fallar, a sus ojos, era precisamente la voluntad.

Toda polémica acerca ole esto es ociosa. Que la voluntad sea más todopoderosa que el peso de las armas puede dar pie a infinitas discusiones, sobre todo en ciertas plazas nocturnas de provincia. El hecho es que este incansable modo de aferrarse a la acción no era en Cortázar fruto de una ideología -se podría quizá demostrar que Cortázar nunca tuvo ideología-, sino un modo de ser y de vivir. Punto final. Y calificarlo de ingenuo, es, por lo menos, terrible desoladoramente superficial. No puede haber ingenuidad en algo que constituye un modo de ser y de vivir. O en todo caso, habrá que redefinir la palabra.

Un grupo de amigos de Cortázar, no sabría decir cuán íntimos, pero que por cierto nunca nos hemos emborrachado con él en ninguna parte; amigos de varios países y diversas actividades, pero de convicciones parecidas en cuanto a Nicaragua, hemos tomado la iniciativa de proyectar hacia el futuro su voluntarismo y tratar de concretarlo en los hechos.

Ausencia de hospitales

Nicaragua no tiene un hospital adecuado para el tratamiento del cáncer, enfermedad que acabó con la vida de Cortázar. Hay en el país una desvencijada bomba de cobalto, tan gastada que los tiempos de exposición son 10 veces superiores a lo normal. Faltan laboratorios, terapeutas y citólogos.

La Organización de Estados Americanos y Cuba han donado sendas bombas de cobalto nuevas, si bien la bomba cubana tiene un elemento deteriorado. Nicaragua ha pagado 50.000 dólares por el flete de estos aparatos.

La economía nicaragüense, qué duda cabe, está lejos de poder atender con los fondos necesarios a este proyecto, dada la situación de guerra en que se encuentra el país. El plan, que sólo tiene de ambicioso el pretender llevarlo a cabo en semejantes circunstancias, suma muchos millones de dólares, y una vez concluido comprenderá, entre otras cosas, un hospital de 200 camas, bombas de cobalto, cesio y radio, clínicas y laboratorios, etcétera. Nada del otro mundo. Y eso es lo importante: en 1985 no puede ser considerada cosa del otro mundo el pretender tratar debidamente al enfermo de cáncer.

Una primera comisión se formó en Nueva York bajo el auspicio de Janet Brof, Claribel Alegría, Arthur Miller, Gregory Rabassa y otros. El cometido propuesto fue modesto: comenzar por recaudar los fondos necesarios para poner en marcha el proyecto: 552.000 dólares (unos 96 millones de pesetas). Otras comisiones se constituyeron en varios países, como Francia, Italia, México y, ahora, España. La comisión española, de la que me ha tocado ser el secretario, está compuesta por Antonina Rodrigo, Eduardo Pons Prades, José Agustín Goytisolo, Nicole Thibon y yo. El comité de patrocinadores incluye gente como Pedro Altares, Aurora Bernárdez, Josep Maria Brical, Ricardo García Cárcel, Juan Marsé, Raimon, Montserrat Roig, Jordi Solé Tura, José María Valverde, Manuel Vázquez Montalbán y varios oncólogos conocidos: los doctores Augusto Andrés, Carlos Sanpons, Pablo Viladiu, Francisco Sánchez Medina, Y. A. Sánchez Moll y Alejandro Camp.

Hemos emitido una serie de bonos, que ojalá lleguen a tus manos, amigo lector, cuyo precio es de 1.000 pesetas. Hemos interesado en ello a organizaciones hermanas, como la Casa de Nicaragua y otras. Tenemos ganas, la intención de organizar un acto público con participación de figuras conocidas de la canción y del rock. Y estamos abiertos a todo tipo de iniciativas que puedan traducirse en fondos para tratar el cáncer en Nicaragua. Hemos abierto una cuenta corriente a nombre de nuestra comisión -Comisión pro Hospital Oncológico Julio Cortázar- en el Banco de Bilbao, agencia Balmes, calle de Balmes, 371, 08022 Barcelona. El número de la cuenta es 11536-00-19404-5. Todos los que quieran contribuir a este supuesto despropósito, a esta cronopiada, pueden hacerlo en esa cuenta.

es editor.

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