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LA CAÍDA DE NUMEIRI

El presidente egipcio muestra su apoyo al nuevo régimen sudanés

"Egipto apoyará el régimen que el pueblo sudanés ha elegido", declaró ayer el presidente egipcio, Hosni Mubarak, en lo que se considera un claro respaldo a los nuevos gobernantes, que se hicieron con el poder en Jartum el pasado sábado tras derribar el régimen de Yaafar Mohamed el Numeiri. las relaciones entre El Cairo y el nuevo régimen son "muy buenas", dijo Mubarak.

"Hemos entrado en contacto con el general Abderrahman Sewar ad Dahab (cabeza visible del golpe) desde que fue difundido el primer comunicado en el que se anunciaba la toma del poder por el Ejército", afirmó Mubarak, quien interrogado sobre el eventual reconocimiento diplomático del nuevo régimen estimó que tal medida no era necesaria, al existir ya un embajador sudanés en El Cairo y otro egipcio en Jartum, informa France Presse.El ministro egipcio de Asuntos Exteriores, Esmat Abdel Maguid, confirmó unas horas antes de las declaraciones de Mubarak que había existido un contacto El Cairo-Jartum desde la toma del poder por los militares sudaneses y que estos contactos continuarían. El ministro leyó una declaración del presidente en la que éste aseguraba: "Egipto está ligado a Sudán con lazos eternos de destino común, se mantiene firmemente al lado de sus hermanos... y apoya su derecho a determinar su destino sin intervenciones exteriores". Mubarak advirtió, según Reuter, ante "cualquier agresión contra el pueblo sudanés, interferencia en sus asuntos internos o violación de su soberanía y derechos" y recordó su determinación de "mantener sus compromisos con esta querida nación".

"Para Egipto, Sudán es su profundidad estratégica, y recíprocamente", afirmó el sábado por la noche el primer ministro egipcio, Kamal Hassan Ali, poniendo de relieve la importancia vital de su vecino del Sur. "Y todo lo que ocurre en Sudán", prosiguió, "interesa a los egipcios", informa desde Beirut Ignacio Cembrero.

Aunque durante los Últimos nueve años de su ejercicio del poder Numeiri se comportó como aliado incondicional de Egipto, los giros copernicanos de su política interior lo convertían en un vasallo débil. La introducción de la ley islámica (sharia) a partir de 1983 en el más extenso país de África constituía un mal ejemplo para la oposición musulmana integrista egipcia.

Recibimiento discreto

Por todo ello, y para congraciarse con el nuevo régimen, El Cairo se apresuró a enterrar políticamente a Numeiri, que de regreso de Washington hizo escala el sábado en El Cairo, donde al recibir noticias del golpe de Jartum acabó finalizando el vuelo presidencial. Aunque el rais egipcio, Hosni Mubarak, acogió a su ex homólogo sudanés en el aeropuerto, el recibimiento no fue comparable al habitualmente reservado a los jefes de Estado extranjeros, los reporteros gráficos no pudieron fotografiar a ambos presidentes y los diarios cairotas de ayer apenas mencionaron la presencia de Numeiri en El Cairo. Mubarak, en cambio, no tardó en enviar un mensaje a Sewar ad Dahab, mientras los colaboradores del general golpista expresaban al corresponsal en Jartum. de la agencia de prensa egipcia Mena su deseo de "reforzar las relaciones entre Egipto y Sudán" y su firme voluntad de "no permitir ninguna intromisión extranjera en el país".La alusión a Libia no puede ser más evidente, sobre todo después de que el coronel Muammar el Gaddafi fuese el primero en reconocer al nuevo poder en Jartum; al tiempo, en Trípoli, cuya radio difundía marchas militares para celebrar el acontecimiento, era organizada una manifestación de júbilo.

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Para pacificar el país las nuevas autoridades castrenses necesitan, sin embargo, la colaboración de Libia y Etiopía, dos vecinos que han ayudado a la guerrilla de las provincias cristianas y animistas del Sur y con los que Sewar ad Dahab ha manifestado por radio su deseo de mantener buenas relaciones.

Egipto dejó también muy clara su intención de no permitir interferencias exteriores, en los asuntos internos sudaneses, y las estrechas relaciones que Numeiri fomentó a partir de 1976 con su vecino del Norte proporcionan a El Cairo un instriamento legal para intervenir en Sudán gracias a un pacto de defensa mutua concluido en 1976.

Desde que ese año Numeiri acusó a Gaddafi, con el que había intentado antes unirse, de estar "al servicio de la penetración soviética, en África", Sudán se convirtió en el más fiel amigo de Anwar el Sadat, al que respaldó cuando se enfrentó militarmente a Libia en julio de 1977, aprobando incluso ese mismo año su visita a Jerusalén y la posterior firma de la paz con Israel.

El acuerdo de defensa fue aplicado en marzo de 1984 cuando, tras el bombardeo de Omdurmán por un avión procedente probablemente de Libia, numerosos solldados egipcios fueron enviados a Sudán, mientras Estados Unidos destacaba en la región dos aparatos AWACS de vigilancia electrónica.

Consciente de la importancia del río Nilo, columna vertebral del país de los faraones, que atraviesa el territorio sudanés antes de irrigar tierras egipcias, Mubarak declaraba entonces que "Egipto y Sudán tienen una causa, un destino e intereses comunes".

Pero las torpezas del ex presidente de Sudán en sus intentos de acabar con la rebelión de los cristianos del Sur y sus excesos islamizantes irritaron a los responsables egipcios.

Aunque denunciaban injerencias de Etiopía en el sur de Sudán, Egipto no ignoraba la torpeza de Numeiri ante el problema confesional. "Existe", comentaba recientemente a este corresponsal Butros Ghali, secretario de Estado egipcio para Asuntos Exteriores, "una crisis de confianza entre el Sur y el Norte, acentuada por el descubrimiento de petróleo en la parte meridional. Nosotros intentamos fomentar el diálogo entre los líderes del Sur y la Administración central. Pero nuestra influencia es más limitada de lo que parece".

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