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Reportaje:

Los 'idus' de abril

El mes próximo puede ser crucial para Nicaragua, tras la virtual unificación de los rebeldes 'contras' a instancias de Washington

"De pronto pude escuchar perfectamente las pisadas de un animal gigante". El coronel Enrique Bermúdez, jefe de operaciones de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), describió con estas palabras su primer encuentro con la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA), a finales de 1981. Esa entrevista iba a marcar el futuro de la pequeña organización guerrillera, creada en septiembre de ese mismo año sobre la base de guardias somocistas exiliados como el propio Bermúdez.El presidente Reagan firmó por esas fechas el primer paquete de ayuda encubierta para esos hombres que en su discurso público se convertirían más adelante en luchadores por la libertad. Un grupo de 25 oficiales de la CIA se instaló en Tegucigalpa para dirigir la guerra todavía secreta contra los sandinistas, sustituyendo a los primeros instructores argentinos. A comienzos de 1982 llegó a la capital hondureña el primer cargamento de armas: 92 rifles, 4 ametralladoras y 2 morteros.

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En los tres años transcurridos desde entonces la relación ha tenido sus altibajos. Según algunos, el flujo de 80 millones de dólares no tuvo los resultados esperados. Los combatientes antisandinistas fueron incapaces de unirse en un frente común (hay hasta cinco siglas que operan en el terreno militar) y su propia desunión impidió que pudieran operar contundentemente.

Después de los sucesivos fracasos militares de 1982, la CIA decidió tomar en sus propias manos la dirección de la guerra. El diario The Wall Street Journal, nada sospechoso de simpatías sandinistas, acaba de publicar extractos de un documento interno de la agencia de espionaje que prueban que algunas acciones espectaculares, adjudicadas en su día por los distintos grupos guerreros, fueron ejecutadas directamente por la CIA.

Así ocurrió con la voladura de los tanques de combustible en el puerto de Corinto (octubre de 1983), que obligó a evacuar toda la población. El plan fue aprobado por el propio Reagan y en su ejecución intervinieron helicópteros Hughes 500, monomotores Fairchild Merlin IV equipados con radar y lanchas rápidas artilladas con morteros y ametralladoras. Toda la operación fue realizada por oficiales del espionaje norteamericano. Idéntico procedimiento se empleó para los ataques a la base naval de Potosí y el puerto atlántico de El Bluff, así como para el rninado de los puertos de Corinto y Sandino.

Su creciente involucración en la guerra iba acompañada de una operación de maquillaje en la dirección política de la FDN. La CIA se había impuesto tres objetivos: crear un frente común, ampliar el apoyo interno entre las bases campesinas y conseguir importantes éxitos militares.

Bermúdez, antiguo oficial de la guardia somocista, era un obstáculo insalvable para la unidad, y fue sustituido al frente de la comandancia general por el conservador Adolfo Calero, que había pasado por las cárceles de Somoza, aunque se le mantuvo como jefe de operaciones. De esta forma se pretendía sustituir con una apariencia democrática la imagen somocista que siempre tuvo la FDN.

En mayo del año pasado, poco antes del atentado que estuvo a punto de costarle la vida a Edén Pastora, la CIA intensificó sus presiones para la firma de un documento unitario que consagrase al menos una coordinación militar.

El ex comandante Cero se había entrevistado para esas fechas con William Casey, el jefe de los espías norteamericanos, y la ayuda de la CIA se notaba ya en su moderno equipo militar. Pastora sólo lo ha reconocido recientemente, siempre temeroso de que sus contactos con Estados Unidos anulasen la imagen independiente que ha querido fabricarse como caudillo de una tercera vía.

A mediados de 1984, cuando el Congreso norteamericano decidió suspender la ayuda a los contras, estaba claro que uno a uno poco podían hacer contra la maquinaria bélica bien engrasada de los sandinistas. Su fragmentación impedía, por lo demás, un esquema de propaganda política interna creíble para la población nicaragüense, algo fundamental para articular un proyecto de guerra civil interna.

El mapa guerrillero presentaba cinco siglas diferenciadas: en el Norte (Honduras), la FDN de Adolfo Calero y el Misura de Steadman Fagoth, ambos bajo el tutelaje directo de la CIA; en el Sur (Costa Rica), las columnas de Edén Pastora y el Misurasapa de Brooklyn Rivera habían alcanza do una mayor unidad operativa bajo la Alianza Democrática Revolucionaria (ARDE). En medio, jugando por libre, a veces en el Norte y otras en el Sur, estaban los comandos de Fernando Chamorro, bajo el nombre de Unión Democrática Nicaragüense (UDN).

Unirse o desaparecer

La suspensión de la ayuda norteamericana colocó a todos ante la urgencia de unirse o desaparecer. A pesar de algunas concesiones privadas, la FDN se había convertido en un ejército numeroso de 12.000 hombres que no podía sobrevivir sin el presupuesto de Estados Unidos. La inclusión de un paquete de 14 millones de dólares en el actual proyecto fiscal y la promesa de Reagan de defenderlo con toda su fuerza en el Congreso ha incentivado el proceso de unificación de los contras.El manifiesto que firmaron en San José, a finales de febrero, casi todos los dirigentes guerrilleros y políticos en el exilio, dando un ultimátum al Gobierno sandinista para que evitase más derramamientos de sangre con la apertura de una negociación, es un indicio de que ya están dadas las condiciones para crear una plataforma política y militar unitaria.

Edén Pastora fue el único ausente del acto, pero hace una semana suscribió un documento similar en Panamá con Arturo Cruz, cabeza visible de esta operación. Su resistencia a figurar junto a la FDN es ya sólo un fuego de artificio, una vez que ha destapado sus vínculos con Estados Unidos, adonde acude ahora regularmente en busca de fondos.

Abril se ha convertido en un mes mágico para la insurrección nicaragüense. La fase caliente de las maniobras militares Ahuas Tara III, en las que por primera vez intervendrán tanques norteamericanos en San Lorenzo, cerca de la frontera hondureño-nicaragüense, constituye una oportunidad de oro para lanzar una ofensiva en todos los frentes.

Gobierno provisional

Anteriores maniobras sirvieron de canal privilegiado para traspasar armas a los contras obviando el control del Congreso. Alguna victoria militar podría allanar ahora el camino para el debate parlamentario de Washington. De cualquier forma, Steadman Fagoth acaba de afirmar, ante el monumento erigido en Miami a la frustrada invasión de Bahía Cochinos, que el presidente Reagan ha prometido ayudarles "de una forma o de otra".En el anuncio de esta próxima ofensiva contrarrevolucionaria han coincidido el presidente Daniel Ortega y un antiguo analista de la CIA, John Stockwell. El propósito de los contras, cuyas diferencias son ahora sólo de matiz, es penetrar profundamente en territorio nicaragüense para constituir un Gobierno provisional encabezado probablemente por Arturo Cruz, que se apresuraría a pedir el reconocimiento de Estados Unidos y su inmediata ayuda militar. El jefe de personal de la Casa Blanca, Donald Regan, no ha descartado el plan, aunque luego fuera corregido por el portavoz Larry Speakes.

Los contras están obligados, sin embargo, a demostrar su capacidad para asentarse de forma duradera en Nicaragua, cuyo Ejército movilizaría en este caso sus poderosos tanques soviéticos. De cualquier forma, ese animal gigante que es la CIA lo ha dispuesto todo para convertir el mes de abril en una fecha mágica con vistas a la meta final: desplazar del poder a los sandinistas.

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