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Reportaje:

La presencia de Sendero Luminoso

Antonio Caño

A. C. El Ejército va controlando poco a poco porciones más grandes de territorio, por las buenas o por las malas. Algunos oficiales defienden la necesidad de ganarse a la población campesina mediante gestos amistosos. Pero todos coinciden en que "para evitar que el cáncer se propague es necesario acabar con 10 sospechosos, aunque sólo uno resulte ser terrorista", admite un capitán de la Guardia Civil.

En las afueras de Luricocha apareció muerto el pasado miércoles un hombre de 35 años que actuaba desde hacía ocho meses como guía de la Infantería de Marina. "Parece que, corno respuesta, la Marina hizo ayer un operativo de represalia y detuvieron a uno y mataron a tres", cree saber un periodista de Huanta. Los nombres de los muertos nunca se conocerán. Del detenido, probablemente, tampoco. Pasarán a engrosar la larga lista de desaparecidos.

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Con todo, Sendero Luminoso sigue ahí. En los cerros y en las ciudades. Mezclado con el resto de los habitantes. En cualquier momento aparece en Ayacucho, Trujillo o Lima. Su doctrina es esquemática: para acabar con el Estado que margina hay que emplear la lucha armada. Todo lo que puedes perder es la vida, dicen a los campesinos.

Utilizan métodos ultraciandestinos y crueles para un pueblo introvertido y respetuoso del principio de autoridad. Más que la implantación que consiguieron a principios de esta década, Sendero Luminoso tiene hoy a su favor el hecho de: representar un sueño. El sueño de la liberación. Para. la juventud de una comunidad desesperada, Ebimael Guzmán es un ejemplo del líder espiritual e indiscutible de que gustan los pobladores de los Andes. Como dice un periodista experto en el tema, los occidentales o los peruanos occidentalizados no podemos comprender que siga teniendo apoyo un grupo que destruye, mata y no aparece en público. Como tampoco hemos entendido nunca el esquema de valores de esos hombres pequeños de tez moderna y pómulos salientes que viven a más de 3.000 metros; de altura.

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