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La liberación de Urbina no garantiza la reconciliación entre Managua y San José

La llegada de José Manuel Urbina a Bogotá cierra el capítulo más tenso en las relaciones entre Nicaragua y Costa Rica, pero quedan aún tantas cuentas pendientes entre los dos países que está lejos de alcanzarse la normalidad. Managua acusa a su vecino de haberse convertido en santuario guerrillero con alguna complicidad policial, mientras el Gobierno de San José denuncia violaciones a su territorio y la infiltración de agentes sandinistas para eliminar a los opositores nicaragüenses.El presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge, ha comentado que la liberación de Urbina "no quiere decir que estén resueltos todos nuestros problemas con Nicaragua. Tenemos una larga y fatídica contabilidad de incidentes, pero estamos dispuestos a llevarla a nivel bilateral o, si es necesario en algún caso, al foro de Contadora".

Los sandinistas tienen su propia lista de agravios. Hasta hace unos meses Managua se abstuvo de involucrar directamente al Gobierno de San José con Edén Pastora, acusación que reservaba para funcionarios menores. Nicaragua ve ahora en el presidente Monge un títere de EE UU y de los sectores más reaccionarios de su país, partidarios de llevar la confrontación con Nicaragua al filo de la guerra.

La presencia de militares norteamericanos en la franja fronteriza, la libertad con que operan en esa región los grupos armados de Pastora, la adquisición de armamento por un país que carece de ejército y algunas manifestaciones del propio Monge, fuertemente críticas hacia Contadora, revelan a los ojos de Managua que la declaración de neutralidad de Costa Rica es un simple ejercicio retórico.

La victoria diplomática obtenida por San José en el caso de Urbina no ha estado exenta de un alto costo internacional. Numerosos Gobiernos democráticos de América Latina han interpretado su negativa a acudir a la última reunión de Contadora más como un sometimiento a la política de Washington que como una legítima y enérgica defensa del derecho de asilo. Estos aliados naturales de Costa Rica empiezan a sospechar que ese país ha pasado a ser en el tablero centroamericano el ariete preferido por EE UU para imponer sus puntos de vista, sustituyendo en ese papel a Honduras.

El único beneficiado ha sido el propio Urbina, que cambia cinco años de cárcel por un exilio que puede llevarle, a cualquiera de los países del Grupo de Contadora, España o Italia, que se han prestado a ofrecerle asilo. A su llegada a Bogotá, reafirmó que las fuerzas de seguridad sandinistas le sacaron contra su voluntad de la Embajada costarricense y se declaró perseguido político por haber mantenido contactos con la Alianza Revolucionaria Democrática y acusó al ministro nicaragüense del Interior, Tomás Borge, de haberle ofrecido "100.000 córdobas (moneda nicaragüense) si renunciaba por escrito al derecho de asilo".

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