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Europa y la 'guerra de las galaxias'

Estados Unidos está seguro de que sus aliados apoyarán los planes para la militarización del espacio

Francisco G. Basterra

Estados Unidos está convencido de que conseguirá el consenso de la OTAN sobre la polémica guerra de las galaxias y de que los aliados europeos presentarán un frente unido sobre el proyecto de defensa en el espacio que hará imposible un nuevo intento de la URSS de debilitar la Alianza Atlántica. A cambio del apoye, europeo, el Pentágono está estudiando cómo podrían participar sus principales aliados en contratos concretos de la investigación de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), según anunció al Congreso el secretario adjunto de Defensa, Richard Perle.

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A pesar de las dudas iniciales, la respuesta europea es "muy estimulante", y la iniciativa de defensa estratégica (SDI) del presidente Ronald Reagan se estudia en Europa con mucha más seriedad que hace un año, aseguró Perle el pasado lunes ante el Senado. Estados Unidos confía en que Europa, cuyo retraso tecnológico con esta parte del Atlántico es muy grande, dará su apoyo al proyecto para no perder la posibilidad de compartir una tecnología muy avanzada que puede servir para su desarrollo.A pesar del optimismo de la Administración, los principales aliados europeos sólo han ofrecido de momento, un sí reticente al proyecto de defensa espacial y han dejado claro que sólo lo apoyan en su fase de investigación. Pero Washington está convencido de que los eventuales beneficios económicos y técnicos que pueda conseguir el viejo continente serán suficientes para ablandar a los aliados más recalcitrantes. Comentando la oposición francesa, un alto funcionario norteamericano dijo cínicamente: "Francia no se vende, pero sí se alquila".

El Gobierno norteamericano confirmó esta semana la existencia de "los primeros pasos de una ofensiva pacifista" de la URSS para utilizar el polémico proyecto de la defensa en el espacio para separar a EE UU de sus aliados europeos, aprovechando el comienzo de las negociaciones sobre control de armas nucleares el próximo 12 de marzo en Ginebra. Richard Burt, secretario de Estado adjunto para Asuntos de Europa, predijo, sin embargo, que no ocurrirá como en el caso de la instalación de los euromisiles, cuando Moscú consiguió sembrar serias dudas en el campo occidental sobre las intenciones norteamericanas.

Fuentes gubernamentales en Washington estiman que la campaña soviética ha sido iniciada personalmente por el ministro de Asuntos Exteriores, Andrel Gromiko, con su viaje a Italia y a España. Aunque nuestro país sea de interés periférico para EE UU en cuanto a la defensa espacial, el Gobierno de Madrid ha recibido información sobre el proyecto en reuniones de la OTAN en Bruselas. El 11 de marzo, la víspera del inicio de las negociaciones entre Moscú y Washington, Max Kampelman, jefe de la delegación norteamericana en las conversaciones, informará a los aliados en la capital belga y les pedirá solidaridad con la posición de la Casa Blanca de no negociar la investigación de un sistema defensivo en el espacio.

Otros datos que sugieren el comienzo de una campaña de la URSS son la súbita muestra de buena voluntad al anunciar facilidades para la inspección internacional de sus centrales nucleares, la oferta de reducción de tropas en Europa Central para desbloquear las interminables conversaciones de Viena, la repetición de una oferta de prohibición total de pruebas nucleares y la inminente llegada a EE UU de una delegación soviética, dirigida por un miembro del Politburó.

La Administración Reagan teme que Moscú ofrezca al inicio de las negociaciones de Ginebra una oferta de desmantelamiento de sus cohetes nucleares SS-20 dirigidos contra Europa a cambio de que EE UU detenga el proyecto de guerra de las galaxias. Una situación de este tipo, abandonar algo tangible a cambio de un proyecto que quizá nunca vea la luz, pondría a prueba la solidaridad con Washington del Reino Unido, Francia y Alemania Occidental.

Defensa y rehenes

La respuesta europea a la SDI fue muy negativa, sobre todo en los meses siguientes a su anuncio, sin consulta alguna con los aliados, por el presidente Ronald Reagan, en febrero de 1983. El principal temor era entonces, y sigue siendo hoy, que una defensa efectiva desde el espacio del territorio norteamericano dejaría a Europa indefensa y como rehén de un ataque soviético, acabando con el actual equilibrio de la disuasión por medio de la destrucción mutua asegurada.En las últimas semanas, Washington ha garantizado a sus aliados que el futuro sistema también protegerá a Europa. "Si logramos la tecnología que deseamos para derribar a los misiles enemigos en su fase de lanzamiento (boostphase), destruiríamos igual los cohetes dirigidos a Londres que a Nueva York, ya que en esos momentos iniciales de su vuelo es imposible discernir con claridad su destino final", ha asegurado Perle. La segunda garantía que han recibido los europeos es que sólo se trata, por ahora, de un programa de investigación, y que si se logra el arma soñada por el presidente Reagan, su despliegue será negociado previamente.

Sin embargo, importantes sectores de la Administración y el Pentágono están presionando para que, en cuanto haya resultados de la investigación, aunque éstos sean parciales, se experimente con los mismos en el espacio o con cohetes desde tierra. El Pentágono ya ha anunciado que utilizará el transbordador especial de la NASA, a partir de 1987, para probar la tecnología de la guerra de las galaxias.

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