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EE UU favorece la evolución política de Chile sin buscar un recambio a Pinochet

Antonio Caño

La Administración de Ronald Reagan cree que Augusto Pinochet se mantendrá todavía durante un largo período como presidente de Chile y está dispuesta a favorecer una evolución política sin prescindir de la figura del general. Aunque EE UU condena abiertamente las soluciones militaristas que la dictadura da a sus problemas, no considera sin embargo que la oposición moderada (agrupada funda mentalmente en la Alianza Democrática) esté aún lo suficientemente implantada como para garantizar que la izquierda no llegue al poder una vez s produjese la caída de la junta militar.

Éstas son las impresiones que medios diplomáticos y políticos han extraído de los tres días de visita oficial a Chile, que concluyeron ayer, del secretario de Estado adjunto para Asuntos Interamericanos, Langor Motley.La Administración de Ronald Reagan pide al general Pinochet que siga el ejemplo de sus compañeros de armas argentinos, uruguayos y brasileños e inicie un proceso de transición medianamente presentable a los ojos del Congreso norteamericano. Pero, según la exposición hecha por Langhorne Motley, Washington no tiene prisa en la conclusión de ese proceso ni exige previamente la salida de Augusto Pinochet.

El alto funcionario estadounidense ha insistido en la necesidad de recuperar al menos el nivel de libertad de Prensa existente antes del estado de sitio, pero, sin embargo, no ha puesto en duda, en ningún momento, la legitimidad de la Constitución elaborada por la dictadura y refrendada en 1980 en un plebiscito de dudosa limpieza.

Apertura sugerida

En sus conversaciones con la oposición, Motley ha sugerido incluso la necesidad de hacer esfuerzos para progresar en el diálogo en la vía de la Constitución, que se ha convertido en el único programa político del Gobierno de Pinochet.La carta magna chilena prevé el mantenimiento en el poder del dictador hasta 1989, fecha en la que la Junta deberá proponer a un candidato presidencial, quien, de ser aceptado en referéndum, gobernaría hasta 19197. Nadie puede dudar en este momento que el candidato elegido por los militares será el propio Pinochet.

En un informe secreto elaborado por el Departamento de Estado norteamericano en noviembre del año pasado y al que estos días ha tenido acceso en Santiago una fuente periodística, se analiza que "el más previsible escenario es que Augusto Pinochet sea presidente hasta 1997".

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Ese informe, elaborado por un emisario de Motley para preparar su visita, refleja la obsesión anticomunista de Estados Unidos en el continente americano y explica el hecho de que Washington no busque, por el momento, un recambio a Pinochet. "El Gobierno, como la Embajada (de Estados Unidos)", afirma el documento, "está preocupado por que la Democracia Cristiana coquetea con la izquierda". El recuerdo del Gobierno de la Unidad Popular y la sólida implantación en varios sectores del Partido Comunista Chileno condicionan definitivamente la política norteamericana en este país.

El informe citado añade que "la Embajada se opone firmemente a presionar al Gobierno chileno vetando préstamos a Chile en las instituciones de crédito internacional. La Embajada en Santiago cree que Estados Unidos tiene muy poca influencia sobre el Gobierno de Pinochet, y si el Gobierne, norte americano aplica demasiada presión al Gobierno de Chile, puede resultar contraproducente".

El embajador de Estados Unidos en Santiago, James Theberge, es un firme defensor del apoyo sin paliativos a Pinochet, con cierta distancia incluso de la política oficial de su Gobierno. Ello no le ha bastado, sin embargo, para ganarse la confianza del general, quien, en su vena nacionalista, presume de antinorteamericano y ha llegado incluso a criticar en público a Estados Unidos por "su política imperialista y arrogante".

Augusto Pinochet, que no es hombre de matices, no llega a entender claramente cómo se pueden compaginar el apoyo estratégico que le concede Washington como supuesto freno del comunismo y las críticas públicas por la violación de los derechos humanos en Chile.

Todavía se recuerdan en Santiago unas declaraciones hechas por Pinochet a la revista Hoy en 1979 en plena campaña electoral en Estados Unidos, en las que dijo: "No creo que el senador Edward Kennedy resulte elegido presidente de Estados Unidos el próximo año, pero si esto ocurre, el Gobierno de Chile tomará las medidas necesarias".

Los recelos de Pinochet hacia Kennedy no eran del todo injustificados. El senador demócrata fue el autor de una enmienda aprobada durante la Administración de Jimmy Carter que prohíbe la venta de armas a Chile.

El período de Carter en la Casa Blanca fue el más duro para las relaciones entre Washington y Santiago, con condenas permanentes por la violación de los derechos humanos y bloqueo de ayudas y de créditos. La llegada de Ronald Reagan y su diplomacia silenciosa hacia Chile supuso un alivio para Pinochet.

Con Reagan, Estados Unidos ha votado habitualmente a favor de la concesión de créditos del Banco Interamericano de Desarrollo, excepto el pasado 8 de febrero, cuando, como protesta por la implantación del estado de sitio en Chile, Washington se abstuvo.

Langhorne Motley expuso el mes pasado ante el Congreso de su país lo esencial de la política actual estadounidense respecto al régimen de Pinochet: "En Chile, nuestro objetivo es trabajar para propiciar la restauración de la democracia por medio del diálogo entre las fuerzas en pro de una transición dentro del Gobierno y las fuerzas pro-negociación en la oposición".

La utilidad de las presiones

Langhorne Motley mostró sus dudas sobre la conveniencia de presionar a Pinochet y dijo: "Tenemos que preguntarnos si nuestras acciones retardan o promueven este proceso". Por último, el funcíonario del Departamento de Estado afirmó: "No podemos garantizar al Congreso que hemos de lograr un proceso claro de transición en Chile".El propio Motley profundizaba en la posición de su Gobierno sobre este asunto en una reciente entrevista a la agencia oficial norteamericana USIS: "Estados Unidos desea la reanudación de la tendencia hacia la democratización, pero la Administración no va a restringir sus relaciones con Santiago a ese punto".

"Creo", añadió, "que es una trampa en la que han caído otras Administraciones. En segundo lugar, tampoco vamos a caer en la trampa de decir las cosas públicamente para sentirnos bien y obtener alguna clase de apoyo aquí, sabiendo que no va a tener impacto sobre la situación que estamos tratando de corregir".

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