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Reportaje:

Juan Pablo II pide a Sendero Luminoso que busque el diálogo

Juan Arias

"El mal nunca es camino hacia el bien. No podéis destruir la vida de vuestros hermanos, pues la lógica despiadada de la violencia no conduce a nada. Si vuestro objetivo es un Perú más justo y fraterno, buscad los caminos del diálogo y no los de la violencia, afirmó ayer el papa Juan Pablo II durante su visita a Ayacucho, dirigiéndose a los guerrilleros maoístas de la organización terrorista Sendero Luminoso, casi todos ellos jóvenes universitarios, algunos de inspiración cristiana.

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En su gira peruana, Juan Pablo II tuvo ayer dos encuentros de los más significativos de este viaje: el de la gigantesca fortaleza de Sacsahuaman, en Cuzco, capital del gran imperio inca, a casi 4.000 metros de altura, y el del aeropuerto de Ayacucho, también en la sierra, corazón de la dura guerrilla de Sendero Luminoso, que ha causado hasta ahora 5.000 muertos en el país entre civiles y militares. Miles de agentes, con un despliegue de seguridad de tipo bélico, protegieron ayer al Papa y a su séquito.Tras condenar con palabras duras "el recurso a la lucha armada", Juan Pablo II explicó que "no es una casualidad que los brotes de la violencia aparezcan, precisamente, en las zonas más postergadas y postradas de la comunidad nacional". Circunstancia que, según el Papa, "ha sido aprovechada para sembrar en niños y jóvenes la funesta semilla ideológica del odio, la violencia y la lucha armada como única vía para cambiar la sociedad". Sin embargo, para Juan Pablo II, "si bien esta injusticia y miseria que atenaza a millones de hombres puede ser el ambiente propicio para que tomen cuerpo la amargura y el odio", no se explican por sí solas ni son su verdadera raíz. El Papa explicó que "el odio y la violencia nacen del corazón del hombre, de sus pasiones o convicciones desviadas, del pecado", que es la tesis opuesta a la de los guerrilleros de Sendero Luminoso, que piensan, al revés, que la causa está en las estructuras de una sociedad injusta que engendra y justifica la violencia de las armas.

El Papa gritó con fuerza: "Grande es la responsabilidad de la ideología que proclama el odio, el rencor y el resentimiento como motores de la historia". Y concluyó diciendo que es necesaria "una auténtica y radical conversión del corazón del hombre". La gente le interrumpía gritando: "Ayacucho quiere paz, Ayacucho quiere paz", "Juan Pablo es el mejor". Y el Papa volvió a gritar: "Hoy más que nunca hay que volver al sentido auténtico de la cruz, de esa cruz tan venerada en Perú".

Un grupo de 50 madres de desaparecidos de Ayacucho intentaron en vano acercarse hasta el Papa para entregarle una carta de protesta por haber sido pisoteados en esta ciudad, corazón de la guerrilla de Perú, los derechos fundamentales del hombre, con la desaparición de 50 jóvenes.

Anteriormente, en la fortaleza de Sacsahuaman, Juan Pablo II se encontró con uno de los escenarios más sugestivos de sus viajes. De la sierra de los Andes habían llegado miles de indios campesinos llevando en procesión durante 10 días, a pie, a la Virgen del Carmen de Paucartambo. El Papa estaba en lo alto de la fortaleza; le habían llevado del Museo de Cuzco, como gran privilegio, el sillón de Simon Bolívar. Abajo, la masa de indios destacaba como una mancha vivísima de color.

El Papa les recordó que en aquella misma explanada sus antepasados "habían rendido culto al Sol como fuente de vida", y añadió que en esta ocasión habían venido a escuchar la palabra del Papa, "representante del que es el verdadero sol de justicia y de amor".

El Papa pidió a los gobernantes "medidas adecuadas y urgentes que incluyan, cuando sea necesario, las debidas reformas en la propiedad y su explotación".

Y condenó lo que él ha llamado las "plagas del egoísmo", desde "la extendida diferencia de clases sociales" al soborno, el fraude o la utilización indebida de los fondos públicos.

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