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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En defensa de los cine-clubes

En el número de EL PAIS correspondiente al 20 de enero, Ángel Sánchez Harguindey, al propio tiempo que critica la programación de los ciclos cinematográficos en Televisión Española, se despacha a gusto, gratuita e injustamente, con las actividades que durante el franquismo desarrollaron los cine-clubes en nuestro país.Lamento profundamente la mala suerte del señor Harguindey si él o los cine-clubes que frecuentó eran tan aburridos como describe. En cualquier caso, me parece una generalización la suya que adolece, cuando menos, de superficialidad en el juicio, y en la que se observa una manifiesta manipulación en el descrédito para arremeter contra la actual programación cinematográfica de Televisión Española.

Creo haber frecuentado bastantes cine-clubes, y concretamente el que tuve ocasión de dirigir durante siete años en Santiago de Compostela, junto a Antonioni y Bresson (creadores importantes, gústenle o no al señor Harguindey) exhibió musicales norteamericanos, westerns, cine cómico, filmes japoneses y otros muchos productos -con las limitaciones censoriales consabidas- que enriquecieron a centenares de universitarios (cerca de 1.000 socios cada temporada).

Para acabar en la comisaría de policía o en el cuartelillo de la Guardia Civil no se precisaba mencionar a Politzer o a Lukács, ya que bastaba con el arbitario criterio del social de turno que nos acompañaba en la sala y luego en la declaración.

Sigo lamentando su mala fortuna, señor Harguindey. He sido testigo y protagonista de lo bien que lo pasamos en aquellos años. con Lester, Bertolucci, Ford, Losey, Berlanga, Visconti o Hawks y con las opiniones que sobre ellos emitían profesores y alumnos fuera de la solemnidad de las aulas, criterios alejados de las "sandeces solaperas" que usted menciona.

Y también he sido testigo y destinatario de prohibiciones dictadas por el capricho inquisitorial del delegado de Información y Turismo o comisario de policía de turno, que desembocaban en protestas, apaleamientos y detenciones. Uno quisiera que el franquismo no hubiera sido otra cosa que una mala pesadilla. Pero existió, y algunos peleamos por su desaparición, pero divirtiéndonos también con chirucas y trenkas que aminoraban los porrazos, y con paraguas, a veces eficaz medio de ataque defensivo.-

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