El plan de defensa espacial, prioridad del segundo mandato de Reagan
Ronald Reagan inició ayer su segundo mandato como presidente de Estados Unidos con el firme compromiso de desarrollar un plan de defensa del espacio que proteja al país de los ataques de los misiles soviéticos y que, algún día, haga inútiles las armas nucleares. Ésta fue la novedad más sobresaliente de su discurso de toma de posesión, pronunciado en el interior del Capitolio debido a los 15 grados bajo cero que hacían imposible ayer la vida normal en las calles de Washington.
El presidente prometió mantener durante otros cuatro años el mismo rumbo político conservador de su anterior mandato, resumido en el crecimiento económico a través de la libre empresa, la reducción del peso del Gobierno en la vida de los ciudadanos, la firmeza frente a la URSS y la restauración de los valores tradicionales. "La historia verá estos años una nueva edad de oro".
Sólo 1.000 personas escucharon al mediodía de ayer, en la rotonda del Capitolio, el discurso. Minutos antes, Reagan, de 73 años, había repetido el juramento que hizo el domingo en la Casa Blanca ante el presidente del Tribunal Supremo, Warren Burger. Con la mano izquierda sobre la Biblia de su madre, Reagan prometió "preservar, proteger y defender la Constitución". Un beso en la boca a Nancy Reagan, vestida con un conjunto azul intenso, y sombrero del mismo color, selló la promesa. Desde las paredes de la rotonda, utilizada en el funeral de John Kennedy, contemplaban la escena dos cuadros históricos: la firma de la declaración de independencia en Filadelfia y el embarque de los peregrinos en el Mayflower rumbo al Nuevo Mundo.
El rey Juan Carlos envió un telegrama de felicitación a Reagan, en el que expresa su esperanza de que "las excelentes relaciones existentes entre nuestros pueblos se vean estrechadas aun más, en los próximos años, en el común propósito de preservar la libertad, la democracia y la paz".
El ambiente de esta gélida mañana de Washington era muy diferente al de hace cuatro años, cuando Jimmy Carter tuvo que abandonar la presidencia sin que el ayatolá Jomeini liberará a los rehenes norteamericanos, lo que haría un cuarto de hora después de que Reagan fuera jefe de Estado. Era la última humillación de una larga serie de años en que la potencia norteamericana había sido puesta en duda.
La segunda novedad del discurso, de 22 minutos de duración, de Reagan fue la promesa de hacer inconstitucional que el Gobierno gaste más de lo que ingrese, lo que se traducirá en el intento legislativo de introducir una enmienda constitucional que obligue a que los presupuestos sean equilibrados. El presidente reconoció el mal estado de las finanzas públicas, con más de 200.000 millones de dólares de déficit, pero mantuvo al mismo tiempo la validez de sus recetas tradicionales: la negativa a subir los impuestos y la creencia de que el crecimiento económico por sí solo era capaz de paliar el déficit.
Ayer, el espíritu del país era de un optimismo exultante, como se encargan de subrayar las encuestas publicadas por la Prensa. Todos los sectores de la población, incluso los más desposeídos, creen que el futuro es brillante y que Reagan tiene una popularidad personal de un 67%, prácticamente igual a la de Eisenhower cuando inició su segundo mandato.
A pesar de este optimismo, The New York Times publicaba ayer un sondeo que ponía de relieve que el 72% de los ciudadanos cree que Reagan no reducirá el déficit a la mitad en los próximos cuatro años, y el 75% está seguro de que pedirá al Congreso una subida de impuestos.
"We, the people" (nosotros, el pueblo), frase tomada del preámbulo de la Constitución, fue el tema con el que Reagan inició ayer muchos párrafos de su alocución. El presidente utilizó de nuevo todos sus conocidos tópicos y aseguró que "el nuevo comienzo" iniciado en 1981 debe continuar.
El presidente prometió que su Administración continuará devolviendo poderes a la sociedad y reduciendo el tamaño y el coste del Gobierno. A pesar de su insistencia en este punto, ésta es una promesa que no ha podido cumplir en su primer mandato. La burocracia federal ha seguido creciendo y cuesta más al contribuyente que hace cuatro años. El presidente anunció también que propondrá al Congreso la congelación del gasto público para el próximo año (no precisó si también está incluido el militar) y prometió modificar el actual sistema fiscal, para hacerlo más justo y menos gravoso.
La seguridad fue el segundo gran tema evocado por Reagan, que ha prometido el rápido inicio de negociaciones con la URSS. Explicó que su objetivo no es sólo limitar las armas nucleares, sino reducir drásticamente su número y, "algún día, eliminarlas por completo".
Reagan denunció el rearme de la URSS en armas ofensivas y afirmó que la paz no se guarda sólo con declaraciones de buena voluntad, advirtiendo a Moscú que EE UU no dudará en afrontar sus responsabilidades en materia de seguridad. El presidente denunció el sistema actual del equilibrio del terror nuclear, a través de la destrucción mutua asegurada, como ilógico e inmoral, y propuso superar esta estrategia con la defensa en el espacio o guerra de las galaxias. Reagan trató de despejar las dudas de la URSS, que se opone frontalmente a que EE UU siga adelante con este proyecto, y afirmó que no se trata de militarizar el espacio, sino de desmilitarizar la Tierra.
Reagan volvió a ser ayer el mismo político de siempre. Un actor consumado que manejó a la perfección las formas para envolver un contenido de generalidades bien intencionadas que en gran parte chocan con la realidad. Habrá que esperar al discurso del estado de la Unión, que pronunciará ante el Congreso a principios de febrero, para obtener concreciones sobre el segundo mandato del presidente más anciano que se ha sentado nunca en el despacho Oval de la Casa Blanca.
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