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El frío deslució la toma de posesión en EE UU

Una gran frustración

Francisco G. Basterra

Toda la tecnología de la primera superpotencia del mundo no ha podido contra los elementos, desatados en forma de una ola de frío ártico que ha congelado la capital de la nación a una temperatura de 15 grados bajo cero. La primera decisión que ha tenido que adoptar Ronald Reagan en su segundo mandato ha sido la suspensión del desfile que, siguiendo la tradición que iniciara George Washington en 1789, recorre la Pennsylvania Avenue, desde el Capitolio a la Casa Blanca, tras las tomas de posesión presidenciales. Es la primera vez que esto ocurre en la historia de Estados Unidos.

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Fue necesario que el domingo por la noche un equipo de médicos civiles y militares aconsejara al presidente la suspensión de los actos en la calle, "ante el peligro para la salud de los participantes, ya que la exposición durante más de cinco minutos a temperaturas tan bajas puede causar congelación en las partes expuestas del cuerpo". Ronald Reagan, disgustado, accedió, sin embargo, y dio órdenes para que su toma de posesión como 40 presidente de EE UU se celebrara en el interior del Capitolio en vez de en el exterior ante 140.000 personas como estaba previsto.

Horas antes de tomar esa decisión histórica -solo William Howard Taft, en 1909, no prestó juramento en la calle frente al edificio que alberga al Congreso y se retiró al interior debido a una fuerte nevada- un coro de 100 personas estuvo a punto de perder para siempre sus voces en los ensayos al ser barrido por un viento glacial que impedía la respiración.

Fallaban también los instrumentos de las más de 40 bandas de jóvenes que habían llegado desde todos los rincones del país para celebrar el gran día.

El desastre de 1841

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El sentido común de Reagan hará al menos que no se repita el desastre de 1841, cuando su antecesor, William Henry Harrison, de 68 años, desafió el viento helado sin un abrigo ni sombrero en su toma de posesión. Un mes después moría víctima de una pulmonía.

"Me gustaría llorar", comentó ayer Ron Walker, presidente del comité organizador de los festejos, que han costado 12 millones de dólares (unos 2.100 millones de pesetas). Más de 60.000 personas llegadas desde todos los puntos del país se sintieron ayer inmensamente frustradas por la suspensión. Han tenido que conformarse con ver los actos por televisión desde los cuartos de sus hoteles.

La organización, que pensaba ganar dinero con los actos, está rehaciendo los números y ya ha prometido que devolverá el dinero a los que pagaron entre 25 y 75 dólares (entre unas 4.400 y 13.000 pesetas) por ver el desfile desde una tribuna en la calle.

Para los poderosos y ricos amigos californianos y tejanos de los Reagan llegados a Washington, la frustración es menor, aunque tampoco pudieron entrar en la rotonda del Capitolio, donde solo ante 1.000 personas Reagan prestó juramento y pronunció su discurso. Sin embargo, se consolaron asistiendo a alguno de los nueve bailes de gala que se celebraron anoche en la ciudad, con fugaces apariciones de Ronny y Nancy Reagan.

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