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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Metáfora felliniana

Es difícil no ver en la historia que se cuenta en E la nave va una metáfora de un cierto cine felliniano, no emparentar el destino de los personajes que viajan en el Gloria N. para rendir un último homenaje a una diva del bel canto con el deseo del cineasta de acabar con sus rememoraciones autobiográficas mas o menos filtradas por la imaginación, llámense Amarcord o Roma.Es más, el hecho de que después de un largo parón -debido en gran parte a la azarosa vida comercial de sus últimas películas-, el director italiano empiece ahora un rodaje con Giulietta Massina y Mastroianni como émulos pobres y transalpinos del glamour de Ginger Rogers y Fred Astaire, indica un cambio de orientación y refuerza la idea de que E la nave va tiene algo de fin de trayecto, fin que bien pudiera ser provisional, tal y como lo son otros finales que encontramos en la filmografía de Fellini.

E la nave va

Director: Federico Fellini. Intérpretes: Freddi Jones, Bárbara Jefford, Peter Ceflier, Norma West, Jonathan Cecil, Pina Bausch, Antoni Vezza, Fiorenzo Serra. Guión: F. Fellini y Tonino Guerra. Fotografía: Giuseppe Rotunno. Música: Gianfranco, Plenizio. Italia, 1983.Estreno en cines Azul, Minicine 1 y Urquijo. Madrid.

En cualquier caso, la película estrenada ahora entre nosotros -desde su presentación en Venecia han transcurrido casi dos años- se parece a otras de su autor, no sólo desde el punto de vista de la lógica coherencia estética -todos los fellinis, desde Ocho y medio hasta ahora, muestran una concepción del mundo carnavalesca, entre divertida y patética- sino porque, a menudo, produce una cierta sensación de dejà vu'. Claro que lo mismo se dijo de a ciudad de las mujeres y luego, desde una perspectiva no acosada por la moda, es evidente que se trata de una de las mejores películas del director de La dolce vita.

Dos mundos

En E la nave va compiten dos mundos: el del espíritu y el de lo corporal, lo tangible. El primero es el de las divas, los directores de orquesta, los aristócratas melámanos; el segundo es el de las calderas, el rinoceronte, la suciedad. Cuando suban al navío los refugiados servios, los dos mundos entrarán en contacto y el Gloria N. se hundirá. El sudor, la grosería pero también la vitalidad y la materialidad del universo invasor no puede tocar el impoluto e irreal mundo de los pasajeros de primera clase sin contaminarlo y poner en evidencia lo que hay en él de mera ficción.A fin de cuentas, la única sublimidad auténtica es tan sólo una voz, la de Edinea Tetua, que oímos mientras las cenizas de la cantante son arrojadas al mar, trascendiendo la creación artística al destino mortal. Luego, una vez consumada la catástrofe náutica, el monstruoso rinoceronte, la maás intensa y horrible ejemplificación de lo hay de informe e incontrolado en la vida, será quien salve la existencia del narrador.

El carácter doble de los personajes y las situaciones creadas por Fellini puede que encuentre su mejor plasmación en la divertida secuencia del concierto tocado con vasos como instrumentos musicales. Aparte de su tono mas o menos circense, de fascinación por lo extraño, y "el más difícil todavía", en todo ese recital de virtuoso de la cristal ería se entremezcla la destilación estética y lo prosaico.

Como en las arias cantadas en la sala de calderas, con los trinos sumándose al zumbido de las máquinas, al magma plástico de las paredes y las gargantas abriéndose monstruosoamente en un ridículo afán competitivo. Puede que la belleza del aria magnifique el lugar, pero también es inevitable pensar que la canción queda afectada por el marco.

La película misma, las opciones de puesta en escena de Fellini, remiten a ese juego. El mar tan pronto es una maravillosa superficie azul como una mera combinación de plásticos hábilmente manipulados por los técnicos de Cinecittá. El realismo de los decorados se logra a partir de su desmesura, de su abierto carácter de decorado. Fellini, de quien es conocida su pasión por los estudios y su gusto por llevarse allí al tranquilizador control de la carpinteria y la luz, cualquier espacio que quiera hacer aparecer en la pantalla, no ha perdido su tradicional magia como fabricante de visiones.

E la nave va no puede defraudar al espectador que conozca el cine de Fellini y le aprecie como espíritu un poco rabelesiano, que se complace en la exageración, en la carcajada y en considerar la vida como una baile de máscaras en el que siempre elegimos un disfraz con el que camuflar defectos. El talento de Fellini estriba en descubrir, sin estropear el lujoso disfraz, la miseria que hay debajo.

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