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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presiones sobre Europa

EN LAS decisiones adoptadas por la OTAN sobre el despliegue de los euromisiles norteamericanos en diversos países europeos, a Bélgica le corresponde admitir en su territorio, en el mes de marzo de este año, 48 misiles de crucero. Sin embargo, desde hace años esta decisión ha dado lugar a resistencias muy fuertes en la sociedad belga. Se produjeron manifestaciones entre las más masivas de Europa, hubo tomas de posición contrarias a las armas nucleares en el seno de la Iglesia católica y fuertes repercusiones en los propios partidos políticos que detentan el poder y que, en términos generales, han defendido y defienden la OTAN. En el Gobierno actual, que encabeza el democristiano Wielfred Martens, basado en una coalición de dicho partido con los liberales, existe una corriente que preconiza un aplazamiento y un condicionamiento del despliegue de los misiles de crucero. Esta posición se basa en una argumentación sólida, sobre todo después de la reciente reunión Shultz-Gromiko en Ginebra, en la que han aprobado conjuntamente un comunicado que estipula el inicio de nuevas negociaciones con el objetivo de impedir una carrera de armamentos en el espacio y el cese de la carrera de armamentos nucleares en la tierra. El Gobierno belga reafirma que está dispuesto a cumplir su compromiso, pero un sector considera que antes hace falta saber sí se logra un acuerdo, en las próximas negociaciones, para detener la instalación de misiles nucleares de alcance medio, o si se demuestra que los soviéticos siguen colocando nuevos misiles apuntando a Occidente. Hace falta reconocer en términos objetivos, marginando cuestiones de prestigio y de disciplina de bloque, que un aplazamiento por parte de Bélgica sólo puede contribuir a mejorar el clima ante las futuras negociaciones de desarme.La reacción de EE UU es diametralmente opuesta; Washington ha ejercido las máximas presiones, tanto en visitas de altos dirigentes norteamericanos a Bruselas como durante la del primer ministro Martens a la Casa Blanca. Reagan ha exigido de éste que se instalen los misiles previstos en la fecha fijada. El argumento de la Administración Reagan es que, por encima de cualquier otra consideración, lo único que cuenta es demostrar la unidad" de los países de la OTAN y su disposición a instalar los misiles sin cambiar nada de lo previamente establecido. Es un argumento poco convincente: una "unidad" obtenida a fuerza de presiones sobre un país pequeño sólo sirve para confirmar la radical desigualdad interna de la OTAN y el papel hegemónico que EE UU impone en su seno obligando a los aliados europeos a hacer lo que se decide en Washington.

Es probable que, después de la visita de Martens a EE UU, la cuestión de aceptar o no los misiles de crucero se convierta en tema político candente dentro del Gobierno e incluso ante el Parlamento. Martens ha dado a entender que podrían adelantarse las elecciones generales, previstas en principio para finales de año. Todo ello puede relanzar, a nivel de opinión pública, el debate sobre los euromisiles. Con una diferencia clara con respecto a lo que ocurrió en la segunda mitad de 1983: ahora existe la perspectiva de una negociación, ya decidida, y por tanto una esperanza racional de un acuerdo que pueda disminuir el número de armas nucleares instaladas en Europa.

Los portavoces norteamericanos, ante actitudes como la que defiende Bélgica, tienden a considerar exclusivamente la ventaja que ello puede reportar a la actitud soviética. Es una visión estrecha y unilateral. La URSS ha tenido que aceptar volver a la mesa de negociaciones sin la condición previa de la retirada de los euromisiles. Por tanto, esa no es ya la cuestión, como ocurría a finales de 1983. Ello debería ayudar a EE UU a comprender que hay otro problema muy diferente, y con el que necesariamente tiene que contar: el deseo europeo -opinión pública y gran parte Gobiernos- de que Europa tenga que aceptar el mínimo posible de armas nucleares. Es una tendencia general, que se manifiesta dentro de la tan proclamada solidaridad de la OTAN. La confirman las actuales dificultades del Gobierno de Bélgica; y ello es doblemente significativo cuando se trata de un Gobierno de centro-derecha.

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