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Francisco Ayala: "Para escribir hace falta optimismo"

El escritor granadino lee esta tarde su discurso de ingreso en la Real Academia Española

Hace unos meses, con motivo de su elección para el sillón Z de la Real Academia Española, que hoy va a ocupar, Francisco Ayala habló en este periódico sobre la memoria y sus olvidos, sobre el tiempo pasado como tiempo narrado. Pero Ayala no ha sido atrapado por la estela de su espalda en el tiempo. Vive y escribe, tal vez ahora más que nunca, con los ojos como punzones hacia delante.Quienes se orientan en los vericuetos del pasado son quienes tienen más que decir sobre el presente. Para un curtido explorador de los subterráneos de su tierra y de su idioma, ¿qué ocurre hoy en España? "Aquí", dice Francisco Ayala, "ocurre exactamente lo mismo que en el resto del mundo. Cuando a uno le duelen las muelas, no es un consuelo que le duelan a otros, pero lo cierto es que nuestra situación no es más grave que la de otros países. El problema más acuciante es el terrorismo, pero éste es un fenómeno universal. Son los propios Estados los primeros que lo practican, y ahí están, entre otros, los casos de Gaddafi y el de las instrucciones de la CIA para Nicaragua. El terrorismo no es ninguna peculiaridad española ni nos hace distintos de los demás, sino que en cierto modo nos homologa a los otros. Pero queda el porqué".

"¿Por qué hay terrorismo? Debido a que los atentados se producen bajo pretextos ideológicos muy variados, hay que hurgar en las raíces en busca de su condición, que tiene que ver con la índole de la sociedad en que vivimos. Yo creo que las ideologías encubren en estos casos a simples instintos homicidas. Pero ¿por qué tanta violencia? Posiblemente prolifera a causa de las facilidades que hoy tiene el vivir, que exime a mucha gente de estar sujeta a la necesidad. Incluso el aburrimiento, que también abunda, contribuye a ello. Hoy es fácil matar, y basta con tener una carga sádica, aburrirse y un pretexto a mano para hacerlo".

¿Se inmiscuye todavía la política en la cultura? "No tengo esa impresión", dice el escritor. "El interés por la política es escaso y se le usa más como pretexto que como otra cosa; pero si existen presiones de la política sobre la cultura, éstas no son fuertes. No creo que haya dirigismo cultural. Quizá sí intencionalmente, pero no pasa de ahí. Veo ganas de gastar dinero en la cultura, pero no dirigismo intencionado. Lo que sí hay es inflación de valores, lo que hace dar a los políticos palos de ciego y encumbrar a veces sin saber a quién ni por qué se encumbra. Ya he hablado de esto en artículos publicados en periódicos. Los valores culturales hay que apreciarlos desde dentro, y no desde fuera. Por eso, las buenas intenciones de los políticos no implican siempre que acierten".

¿Qué queda del exilio de 1939, ahora que ha dejado de existir? "Todo exilio se acaba con la muerte. El problema y, en cierto modo, la tragedia del exilio de 1939 es que no llegó a tener contacto con el público a que su obra iba destinada. Mis libros, cuando yo estaba exiliado, se vendían aquí; pero sólo los que se editaron en España alcanzaron verdadero impacto. Los otros se recuperan, sí, pero poco a poco. Siguen vivos y son debatidos por lectores muy afines, pero lo que importa es que un libro alcance a su propio público y siga viviendo con él a través del tiempo".

¿Qué es un periódico para un escritor de libros? "Es un medio de buscar y de encontrarse con sus lectores. La retórica del periodismo, y empleo el término retórica en sentido noble, es la de la eficacia de la expresión. Si la retórica es el arte de la persuasión, es cierto que hoy el periodismo ha degenerado hasta convertirse en ocasiones en un arte del truco, que es una exageración de lo que inicialmente era legítimo. Pero si incluimos en la retórica del periodismo a la radio y la televisión, la cuestión se agrava, porque estos medios influyen en el lenguaje cotidiano de un modo atrozmente negativo, ante todo porque la gente, a causa de ellos, lee menos, y como no existen autoridades sociales del lenguaje, la gente acepta una torpeza expresiva como si se tratara de un acierto expresivo".

"De ahí", añade Francisco Ayala, "que se hable cada vez peor, de manera cada vez más imprecisa y con el léxico cada vez más limitado. La gente aprende a hablar en la radio y en la televisión, y así le van las cosas en este terreno. A principios de siglo, la incorporación al periodismo del lenguaje callejero, que fue una de las consecuencias de la incorporación del movimiento obrero a la vida pública, creó el sainete".

"Del sainete", prosigue Ayala, "se ha alimentado una parte de la gran literatura, y bastaría con recordar algunas obras de Valle-Inclán y de Pérez de Ayala para no tener que demostrarlo. En cambio, lo que hoy incorporan a la retórica del periodismo la radio y la televisión no es en absoluto un lenguaje vivo, sino formas de retórica muerta, simples malas maneras de hablar, expresiones torpes, maneras hechas y estériles, como lo del tema o lo de a nivel de. Ahora bien, ¿es eso lenguaje de la eficacia, auténtica retórica noble del periodismo? No lo creo".

¿Se puede ser optimista y escribir libros? "No es que se pueda, sino que se tiene que ser a la fuerza. Para escribir libros hoy es indispensable ser optimista. De otra manera no se escribirían. En mi caso, el optimismo es una condición ingénita. Considero positivo el balance de mi vida, y como veo continuamente cosas atroces, procuro echar fuera lo penoso y atesorar lo positivo".

¿Cómo se las ha arreglado, en cuanto escritor y en cuanto hombre, para ser libre durante más de siete décadas? "Siempre hay, creo yo, una manera de escaparse. Basta con tener un poco de suerte y algo de habilidad realista. Hay un ejemplo egregio, que procuro tener siempre presente: el de Cervantes, que, pese a estar varios años preso en cautividad, se las arregló para que jamás le pusieran una mano encima, que ya es difícil. Pues bien, una de las cosas de las que más me enorgullecen de mi vida es que de chico jamás nadie me puso una mano encima. Por otra parte, la libertad es siempre la libertad posible, pero aprovechada al máximo. He aprendido a reconocer cuál es mi campo: soy un escritor, y en este terreno, que considero el mío, no cedo. No digo más que lo que pienso, y si no me es posible decir lo que pienso, me callo; pero nadie ha conseguido ni conseguirá que diga otra cosa que lo que pienso".

¿Por qué no escribe novelas? "Es un poco complicado explicar esto", dice Francisco Ayala, "porque no sé bien si con mi explicación lo que estoy haciendo es disfrazar de razón a mi incapacidad o a mi pereza. El hecho es que no escribo últimamente novelas y que he racionalizado el porqué. En síntesis, el porqué es éste: que he tropezado con un momento en que esa forma literaria no me satisface, e incluso no me sirve para decir lo que quiero decir". "Pero mi racionalización", añade el escritor, "va un poco más allá: cualquier novelista de hoy es más refinado, técnicamente hablando, que los grandes novelistas del pasado. Sin embargo, la posesión de este refinamiento técnico no soluciona en absoluto para mí el problema, porque es la forma novelesca en cuanto tal lo que no me satisface. El otro día leí una opinión de Michel Butor que me impresionó porque coincide con lo que siento, y me hizo recordar una vieja discusión que tuve sobre esta misma cuestión con el propio Butor, a raíz de la publicación de su última novela, De Gres. La novela me pareció enormemente trabajada y de dificilísima lectura. Así se lo dije, y él me contestó: 'Es que la he concebido como un soneto', a lo que repliqué: 'Pero no es un soneto'. Pues bien, Butor también ha dejado de escribir novelas".

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