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'Caos' en la noche barcelonesa

Jacinto Antón

Hoy en la modernidad nocturna barcelonesa es difícil encontrar ambientes puros, homogéneos, donde uno tenga la seguridad de que todo lo que ve es lo que parece. Verdad es que la droga hace extraños compañeros de cama y que un cierto neoexistencialismo pesimista -vía crisis- ha prendido en los corazones de muchos jóvenes ciudadanos, impulsándolos a un errático desclasamiento.La confusión ha llegado hasta tal extremo que algunos de los que están a la última han organizado lo impensable: la marcha nómada. Hábiles observadores de una realidad ciudadana rica en ascensos, caídas y renacimientos de locales de moda en una progresión ininteligible que ni el más esforzado augur pudiera descifrar, los creadores de Tour-Mix Promotions proponen la realización de una fiesta semanal, que se realizará cada vez en un local distinto.

Afortunadamente para el espectador, un sector de la clase alta permanece fiel a sus señas de identidad y, firme como una boya, se destaca claramente frente a la vorágine mezcladora que convierte toda la ciudad en una no mans land imprevisible. Son los endógamos retoños de la gran burguesía catalana, que tienen su lugar de copeo nocturno en el bar Dos Torres, hermoso y clásico local ajardinado sito en una antigua torre.

En este ambiente no se consume droga, si acaso algo de cocaína, y se bebe mucho, principalmente whisky, gin-tonic y cerveza de importación. La clase alta tiene, sin embargo, sus tránsfugas hacia la izquierda -o hacia abajo, según se mire- Muchos jóvenes que por sus ingresos y procedencia familiar deberían portarse bien, hacen cosas raras, algunos hasta votan a los socialistas, van al bar Zig-Zag y se meten en el mundo de la publicidad o de la moda.

Los más tirados o enrollados -cuestión de perspectivas- del Zig-Zag frecuentan los bares de los alrededores de la plaza Real en busca de olvido, emociones o suministros, en un loable ejemplo de exogamia y centripetismo. Se les puede encontrar también en 666 -ex-Metro- o en Estudio 54 los días de concierto.

Los rockeros y modernos auténticos-no sofisticados de Barcelona se mueven por el bar Kike, el esperpéntico Bogie, el pub Fantástico y el Zeleste, el 666 y el Casal dels Transformadors cuando tocan los amigos. Las paredes de sus bares están llenas de pintadas, de grafitos y de comics espontáneos. Los jóvenes de este mundillo toman, preferentemente, anfetas con alcohol.

El garaje del KGB

Lo penúltimo en Barcelona es el KGB, amplio garaje del barrio de Grácia en el que uno puede ver de todo: modernos, pijos fracción izquierda, bellos arrastrados, rockeros, bohemios, algún punk y hasta teatreros.

Si al KGB le sumamos el Metropol -chaperos de la zona y modernos sofisticados en curiosa y desde luego no contranatural unión- y el Distrito, obtendremos la zona en la que reinan -como el chico de la motocicleta en la película de Coppola- los peluqueros. Especie en auge y expansión gracias al mundo publicitario y a la demencia precoz de personajes como Tito, los tratantes de cabello mueven bastante la ciudad.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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