Un riguroso proyecto estético
Descubrí por primera vez a J. V. Foix en un momento muy temprano de mi adolescencia: de una antología históricamente célebre, editada en 1936, que comprendía toda la poesía catalana (sus autores: Riquer, Miquel i Vergés, Teixidor), los poemas de Foix fueron, entre los posteriores a la época medieval, los que de modo más rápido y poderoso magnetizaron mi atención. Algunos años más tarde -a mis 19, esto es, en 1964- visité a Foix en su domicilio. Tuve, por primera vez en mi vida, una sensación que luego he experimentado en muy contados momentos: la sensación de estar hablando no con un escritor como tantos otros a quienes uno puede conocer y apreciar, sino con una personalidad realmente excepcional y perenne de la historia literaria universal. No cargo de solemnidad estas palabras; reflejan una estricta convicción. De algunos autores podrá decirse que por sí mismos dan razón de ser a una lengua, a una literatura. ¿Hará falta aducir el ejemplo de Pessoa, en Portugal? Como Pessoa, Foix ha sido más que un escritor: en sí, es toda una literatura. Pasada entera una veintena de años de aquella primera visita, la impresión inicial no ha hallado sino motivos para confirmarse.Suprema nobleza
En casa de Foix, precisamente, no se habla, en rigor, mucho de literatura. Es un tema más, y no necesariamente el primero o principal, Antes están otras cosas: los clásicos estoicos, en su encuadernación noble y antigua, los sucesos cotidianos, la vida y la muerte, los extravíos o grandezas de la historia.
Pero, eso sí, en aquella visita se produjo una irrupción súbita de lo literario: J. V. Foix me leyó en voz alta -como haría luego en algunas ocasiones más- un poema que había escrito recientemente, referido a las figuras de Ramón Llull y Juan XIII. La experiencia es única. Hay cierto nivel de suprema nobleza del catalán como lengua hablada y como lengua literaria a la vez, que vislumbramos en algunos importantes autores, principalmente clásicos medievales, pero de la que no poseo otra vivencia acústica directa que la lectura por Foix de sus propios poemas. El diapasón con que suena esta lectura, sí sabemos fijarnos, nos servirá para acomodar el oído a los textos de Foix. No son, ni con mucho, oscuros como suele creerse; ocurre ,simplemente que están escritos, con voluntad indeclinable e impertérrita, en una lengua que deliberadamente prescinde de la erosión trivializadora o adulteradora a que por su difícil historia se ha visto expuesto el catalán, sin por ello, no obstante, desconocer un bellísimo registro coloquial genuino en ocasiones.
Lugares encantados
Ante sus lectores, los lugares foixianos son para siempre lugares encantados. Las calles íntimas y las plazuelas recoletas de Sarriá, en el tiempo parado y azul del fin de siglo, o la geología rocosa, volcánica y marina de El, Port de, la Selva, con su viento de brea y tajamar, han quedado habitadas perpetuamente por las apariciones y desapariciones de criaturas foixianas. Pero Foix no es sólo un mágico tramoyista de las mutaciones invisibles del mundo visible. Su verdadero tema es el de todo gran escritor: el lenguaje. No ya la extraordinaria rotundidad, la irrebatible precisión lapidaría, sino, sobre todo, la invención verbal constante y la tensión expresiva máxima sitúan a Foix entre los principales poetas de nuestro siglo.
Una ejemplar dignidad intelectual y personal, tanto en los años en que la suya era una figura solitaria como en los de un tardío reconocimiento masivo que en nada alteró su escritura o su conducta, ha acompañado a este investigador en poesía, que se ha negado siempre a aceptar otro papel que el exigido por el riguroso proyecto estético y ético que se asignó desde su período de formación. Como pocos, ha poseído autoridad moral para ser lo que en última instancia es todo autor de primer orden: precisamente un moralista en el sentido propio del término, y también un poeta del pensamiento, a la vez un Petrarca y un Guido Cavalcanti, que no desconoce, sin embargo, las explosiones de las vanguardias.
Foix es algo más que el maestro viviente de todos los escritores en lengua catalana, es también una de las principales aportaciones de las literaturas en lenguas románicas a la gran poesía mundial de nuestro tiempo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.