Alerta en Nicaragua
LAS ÚLTIMAs noticias indican un aumento de la tensión en Nicaragua. Esta comenzó desde que se cerraron las urnas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Se habla de guerra psicológica, y sin duda se han dado elementos de ese género; y se seguirán dando. Pero algunos de los hechos ocurridos trascienden las fronteras de la propaganda y de la psicología. En primer lugar se produjo la acusación de Washington de que el buque soviético Bakuriani iba a desembarcar en Nicaragua aviones Mig 21, y que EE UU estaba resuelto a impedir, incluso por medios militares, la aparición de esos aviones modernos, que desequilibrarían la situación en la zona. Simultáneamente, se supo que una fragata norteamericana -o dos, según otras versiones- operaba dentro de las aguas jurisdiccionales nicaragüenses, cerca del puerto de Corinto, en el que se desembarcaban los sospechosos contenedores; y que aviones- norteamericanos -ayer mismo otra vez- atravesaban el espacio aéreo de Nicaragua, con fines de vigilancia o inspección. Las informaciones que apuntan a un virtual bloqueo por la marina de Estados Unidos de los puertos nicaraguenses no hacen sino confirmar la escalada de la tensión. A la vez, el Gobierno sandinista decidió tomar las máximas medidas de defensa, armando a miles de estudiantes que estaban concentrados en Managua para ser enviados a la recogida del café, y abriendo trincheras en la capital y en otras ciudades.En el clima angustioso creado ha resultado positivo el debate en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, a petición de Nicaragua, cuyo delegado reiteró la acusación de que Estados Unidos estaba preparando la invasión de su país. El delegado norteamericano rechazó esa imputación. El secretario de Estado norteamericano, Shultz, ha afirmado, por su parte, que no había ningún proyecto de invadir Nicaragua, agregando que había recibido seguridades de la URSS de que no había enviado aviones Mig 21. Por tanto, el pretexto invocado para que surgiesen las amenazas de operaciones militares contra Nicaragua parece haberse desvanecido.
Aunque la constante acusación, por parte del Gobierno sandinista, de que EE UU se dispone a invadir su país puede ser, en cierto modo, una medida política para lograr una mayor cohesión de las fuerzas revolucionarias, no cabe duda de que la Administración norteamericana está actuando en esta cuestión de una forma tal que destruye su prestigio ante la opinión pública mundial. No es tolerable que un país, por el hecho de ser grande y fuerte, se autoatribuya el derecho de violar los principios del derecho internacional, plasmados en la Carta de las Naciones Unidas. El Tribunal Internacional de La Haya ha condenado ya una vez a Estados Unidos en la cuestión del minado de los puertos de Nicaragua. Los hechos ulteriores son más graves aún. Son las acciones de Washington -no la propaganda sandinista- las que suscitan el temor de que exista el propósito de repetir una invasión del tipo de la de Granada. Comparación, por otro lado, no muy pertinente, porque obviamente las consecuencias serían absolutamente diferentes.
Si la preocupación norteamericana consiste en garantizar que Nicaragua no se convierta en foco de exportación revolucionaria y no ayude a la guerrilla salvadoreña, eliminar a los consejeros cubanos o soviéticos y controlar los niveles de su armamento, lo lógico sería un apoyo resuelto de Washington al plan de Contadora, que abarca esos extremos y establece formas de control internacional sobre ellos. Es un plan redactado por Gobiernos como los de Colombia, México, Panamá y Venezuela. Pues bien, EE UU hace exactamente lo contrario. Como ha descubierto, publicando documentos no des mentidos, The Washington Post, la política de la Administración Reagan tiende a sabotear el plan de Contadora. La única lógica que encaja con tal actitud es la que predomina en los círculos más agresivos del Pentágono y de la CIA, partidarios de llevar adelante una solución militar para liquidar el sandinismo.
Despues del 6 de noviembre se está iniciando una nueva etapa en la Casa Blanca, si bien con el mismo titular. Si el presidente Reagan pensase que su impresionante victoria electoral le permite ahora recurrir a una escalada militar, cometería una tropeza y un error. Sin caer en una psicosis alarmista, todo indica que atravesamos momentos en los que conviene que se oigan con fuerza voces de paz y sensatez. La declaración que acaba de hacer el presidente Mitterrand contra cualquier intervención militar en Centroamérica es muy oportuna. Conviene que el Gobierno español actúe diplomáticamente en el mismo sentido. Los Gobiernos del Grupo de Contadora están mejorando el texto de su plan para intentar recoger el consenso de todos los Estados interesados. No cabe duda que es el único camino de la paz. En EE UU, círculos que conservan una gran influencia, sobre todo en el Congreso y en el Senado, y asimismo la Prensa insisten en que los intereses norteamericanos se pueden defender mejor en el marco de Contadora, por vías diplomáticas y políticas. Es una cuestión que interesa también a Europa, y de modo fundamental. En la reciente reunión de San José de Costa Rica, los Gobiernos de la CEE, con España y Portugal, se comprometieron a apoyar el plan de Contadora. Ello significa, y conviene recordarlo ahora, una oposición total a cualquier intervención militar.
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