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El sandinismo, ante las urnas

El entusiasmo, principal ausente de la jornada electoral de ayer en Managua y en las más importantes ciudades del país

ENVIADO ESPECIAL Los nicaragüenses votaron ayer con orden, sin aglomeraciones ni incidentes, en medio de un silencio que tenía algo de ritual. A juzgar por los signos externos no abundó el entusiasmo, aunque la concurrencia se presume masiva. En más de 20 colegios visitados en Managua, Granada y Masaya había un interventor único del Frente Sandinista. Esto revela la escasa implantación de los partidos inscritos y también un cierto pesimismo. Sólo en una junta capitalina había un afiliado socialcristiano. El líder de la Coordinadora Democrática Nicaragüense (CDN), Arturo Cruz, que llegó a Managua el sábado por la noche, declaró ayer a la salida de la misa celebrada por el arzobispo de Managua que considera elecciones "ilegítimas".

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En su opinión, constituyen un "error político, ya que no se produjo la apertura política que permitiera la participación de todos los partidos". Añadió que si no hay democracia ni pluralismo no habrá paz en Nicaragua.A diferencia de otros países de la región, que registraron auténticas avalanchas de votantes desde las seis de la mañana en sus respectivas elecciones, las ciudades nicaragüenses, habitualmente madrugadoras, parecían dormidas aún cuando los presidentes y secretarios de las mesas procedían a trasladar urnas y papeletas.

Los primeros en depositar su sufragio fueron los militares de los acuartelamientos próximos. Se calcula que el Ejército Popular Sandinista tiene en sus filas a más de 30.000 soldados y que al menos 200.000 nicaragüenses más están agrupados en las milicias y los batallones de reserva.

Algunos votantes se mostraban satisfechos con el desarrollo del proceso, en tanto que otros se negaban a opinar. Esto es lo que ha llevado a los partidos abstencionistas a manifestar que un sector importante del electorado acudiría a las urnas por miedo a represalias. Un joven de Managua lo expresaba en frase gráfica, aunque evidentemente exagerada: "Si no, me meten preso".

Para Arturo Cruz, la participación no legitima los comicios, al contrario que lo que opina el partido gubernamental, ya que la mayoría vota, a su juicio, por temor. No obstante, dijo que el comandante Daniel Ortega tendrá como presidente electo un reto histórico, que consiste en dar los pasos necesarios para establecer un régimen presidencialista republicano, rompiendo la concepción del partido único que prevaleció en estos cinco años. Al decirle que Ortega declaró el día anterior que los nueve comandantes mantendrían las funciones que han tenido hasta ahora, manifestó que "en ese caso tendremos un Gobierno totalitario de partido único que por razones tácticas tolera la existencia de pequeños partidos".

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El índice de votantes en la mayoría de los colegios había rebasado el 25 % del censo hacia las 10 de la mañana, siempre sin colas excesivas, pero en un goteo continuo. Estos datos presagiaban una abstención escasa. A última hora de la tarde no se había registrado ningún incidente.

El presidente de una mesa electoral de Granada declaraba eufórico que esperaba una concurrencia del 100%, aunque en ese instante no hubiera ningún elector a la espera. Esta junta receptora se había instalado en una casa privada, en el saloncito de la entrada, bajo los cuadros del Corazón de Jesús y la Virgen Auxiliadora. La propietaria del inmueble, Marina Alemán, hija de españoles, declaró con orgullo que había colaborado con el frente durante la guerra. En el edificio contiguo alguien había pintado: "Aquí vive un contra. A la mierda la burguesía".

Otro centro de votación tenía en su puerta de entrada un escudo en el que podía leerse: "Viva el rey Fernando VII. 1809". Por debajo de él desfilaban para votar varios militares sin armas. En esta Granada que fue la cuna del Partido Conservador no aparecía ninguna pintada con sus siglas. Sobre las paredes de todo el pueblo abruma la continua sucesión de consignas sandinistas, con esporádicos brochazos de los liberales.

En Monimbó, el barrio indígena de Masaya, que destacó por su lucha tenaz contra Anatasio Somoza, todas las mesas electorales fueron instaladas en modestas casas particulares. A diferencia del resto del país, donde no queda casi una pared libre de lemas políticos, parece que los partidos, incluido el Frente Sandinista, no se atrevieron a meterse en este lugar.

Managua presentaba a mediodía el aspecto habitual de un domingo cualquiera: tráfico escaso y pocos peatones. En algunos barrios de esta ciudad fantasmal, cuyo centro desapareció con el terremoto, resultaba incluso dificil descubrir los colegios electorales por la ausencia de largas colas. Una bandera nicaragüense, con dos franjas azules y una blanca en medio, era el único signo visible.

Las emisoras repetían una y otra vez la consigna del Consejo Supremo Electoral: Tu voto decide. No fue ésta la opinión previa del diario opositor La Prensa, cuyo editorial del sábado decía, bajo las fotografías de Daniel Ortega y de Sergio Ramírez: "Éstos ganaron mañana".

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