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Tribuna:
Tribuna
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Perspectiva económicas

El autor del artículo disecciona la coyuntura económica dentro de un cierto optimismo y confianza. Alaba la marcha de la economía americana; comparte las teorías del Fondo Monetario Internacional sobre la consolidación del endeudamiento externo por plazos largos, según las necesidades de cada país; y reflexiona, sobre los por qués de unos tipos de interés que, en España, tienen las tasas reales más bajas de toda Europa Occidental.

Cuando este comentario se publica, aún resuenan los ecos del Fondo Monetario Internacional. Ha sido un año especialmente interesante por la importancia de los temas tratados, en los que se ha llegado a particularizar responsablemente cuestiones que habían sido eludidas en años anteriores.Sin embargo, una asamblea multitudinaria como la del Fondo no puede llegar a casuísticas precisas. Lo que queda es sobre todo una orientación, una tendencia, una especie de corriente internacional en la que todos acabamos participando. En esta ocasión, ese fenómeno impresionante, y seguramente un tanto heterodoxo -como el mismo presidente de Estados Unidos lo ha definido-, que es la evolución de la economía norteamericana, ha sido capaz de generar una onda de optimismo y de confianza.

Se demuestra una vez más que, por encima de esquemas económicos, y aún incluso de teorías y sistemas comúnmente aplicados en las directrices de política económica, los hombres y los países siguen siendo sensibles a la confianza que despierta el mensaje de ilusión y firmeza, de honda fe en el porvenir, que el simple desarrollo de un sistema claro de econo,mía en libertad, sin trabas ni cortapisas, está siendo capaz de provocar.

Así se resume el mensaje del Fondo Monetario en este año. La economía norteamericana ha alcanzado tasas de crecimiento significativas y parece que razonablemente consolidadas. Como consecuencia, los siete países industriales, y las naciones del mundo occidental en general, están recibiendo el impacto reactivador, en mayor o menor grado, según la profundidad con que antes se emplearon para cubrir sus desajustes internos.

Diálogo sobre la deuda externa

Se comprueba también que la evolución económica en Estados Unidos está siendo acompañada de mejoras sensibles en la productividad interna de ese país. No es un crecimiento artificial o por aplicación de técnicas monetarias, es el salto adelante que, en base a un esfuerzo rápido de conterción de la inflación y aprovechando todas las posibilidades de su capacidad tecnológica, esa nación ha sido capaz de desarrollar.

El aspecto de la deuda de Iberoamérica y el Tercer Mundo ha sido asumido por el Fondo por primera vez con una visión constructiva. Se acepta la teoría que el año pasado lanzamos desde España a la opinión pública internacional, en la que se propugnaba un diálogo entre las naciones y la consolidación de la deuda por plazos, largos, según las necesidades de cada país, bajo el control del Fondo Monetario Internacional.

En estos días se han fijado los acuerdos con México y Venezuela, a los que normalmente se aproximarán Brasil y Argentina, con nuevas facilidades para que estos países puedan seguir invirtiendo y comprando a corto y medio plazo, y sobre todo dando margen suficiente para ajustar sus economías, sin que tengan que ser víctimas de fuertes conmociones sociales.

Se han necesitado casi dos años para que las aguas empiecen a volver a su cauce en esta materia tan importante para la empresa española. Estamos hablando de mercados naturales, como son les iberoamericanos, fundamentales para las empresas de bienes de equipo y productos de tecnología media, que pueden participar en el esfuerzo inversor que estos países han de realizar. A partir de ahora todo debe ir más deprisa y con más seguridad, y me gustaría acertar, por lo que representa para la empresa española de posibilidades de trabajo, en un pronóstico de normalización de los intercambios; comerciales y en el reinicio de los programas de inversión de los países iberoamericanos, que me atrevo a situar con un despegue paulatino dentro del próximo bienio.

Volviendo al coloso americano, no está exenta su economía de problemas estructurales, y ellos son los primeros en reconocerlo. Desde Europa sospechamos que los tipos de interés aplicados por Estados Unidos están teniendo una incidencia negativa sobre nuestras monedas, provocan el desplazamiento de capitales y, en definitiva, permiten a Estados Unidos mantener vivo un déficit presupuestario, y de la balanza comercial, que seguramente, de producirse en la misma proporción en otros países, hubiera dado ya lugar a la llamada de atención preceptiva de las autoridades del Fondo Monetario.

La sensibilidad

En mi opinión, las macromagnitudes en que se mueve la economía norteamericana hacen que sus estructuras sean menos sersibles a estas distorsiones o que en ellas se manifieste el efecto económico de una forma distinta a sus repercusiones europeas. Cerrado sobre sí mismo, y autosuficiente en un grado muy alto, el volumen de comercio exterior es realmente mínimo, comparado con el de cualquier otro país occidental, en relación con el producto nacional bruto. Es por ello que el déficit comercial tiene una muy distinta trascendencia, y asimismo su condición de país reserva, captador de fondos provenientes del ahorro en todo el mundo, le permite contar con una capacidad de endeudamiento superior y evaluable en forma muy distinta a la que normalmente se aplica con una consideración económica general.

El hecho cierto es que Estados Unidos, a pesar de sus déficit públicos, ha logrado efectos muy directos en la contención de la inflación junto a un magnífico crecimiento real de la producción y del empleo. Ésta es su mayor baza, y en la que seguramente se basa, con otras ventajas tecnológicas y estructurales del país, el incremento de productividad real que han conseguido.

El tipo de interés en Estados Unidos es realmente muy alto para la tasa de inflación que soporta. Dicho de otra manera, el tipo real de interés, obtenido por diferencia entre los tipos nominales del mercado de préstamo y crédito, y la tasa de inflación del país, es uno de los más altos de Occidente. Los depósitos en dólares alcanzan el mayor grado de retribución real que en estos momentos existe en el sistema financiero internacional. Ese fenómeno es a su vez posible no tanto porque haya una demanda de inversión privada muy fuerte dentro de Estados Unidos, ni mucho menos porque exista una demanda de inversión internacional pujante todavía, sino porque el Gobierno de Estados Unidos y sus órganos de control monetario apelan al ahorro a través,del mercado, en cuantías muy importantes, con tipos de interés para los títulos que ofrecen, enormemente atractivos para el ahorro, y que inciden al alza en todo el mercado financiero internacional.

La retribución real de los depósitos en dólares ha de ser tenida en cuenta al considerar los tipos de interés en nuestro país y en otras economías occidentales. Conviene, por ello, clarificar nuestras ideas sobre qué perspectivas tienen los tipos de interés en Estados Unidos, ya que están condicionando la evolución de la inversión en todo el mundo que se encuentra bajo su influencia económica.

El presidente de Estados Unidos, que cuenta con grandes posibilidades de reelección, define ya una estrategia de reducción a corto plazo de los tipos de interés. Es un deseo que tiene causas económicas muy firmes, voluntad de control del gasto público, y en el concierto económico internacional produciría efectos muy beneficiosos para la reactivación general.

Desde el punto de vista de la empresa, tenemos que evitar caer en el efecto anormal que algunas veces produce la evolución de los tipos de interés, y hemos de intentar no impresionarnos excesivamente mediante un análisis preciso de la situación real. Cuando estamos hablando de inversiones que se financian a medio, y largo plazo, el efecto de los tipos de interés en un momento determinado no es especialmente significativo, lo que interesa son las tasas promedio dentro de ese período, y, por tanto, las tendencias que prevemos van a seguir a lo largo del tiempo.

Creo que en ese aspecto estamos ya en un momento satisfactorio para la inversión. La tendencia descendente de los tipos de interés está definitivamente marcada, y salvo sorpresas que se produjeran en la evolución del comercio internacional, o nuevas oleadas de crisis que ahora son impredecibles, con más o menos aceleración pero en una gradual línea de descenso, los tipos de interés tienden a ajustarse según el éxito que cada país va obteniendo en el control de la inflación.

En el caso español se ha visto con una gran sensibilidad desde el de la empresa industrial, lo que la banca actuaba, sin que se la culpara directamente, pero quizá con cierta inquietud sobre la cuota que le correspondía dentro de los problemas que en el día a día hay que superar por el coste de los recursos financieros.

Sin entrar a profundizar en la relación que existe entre el coste de los depósitos, es decir, la tasa que retribuye el ahorro que deposita en los bancos y los precios que hay que percibir al prestar el dinero, hay algo mucho más importante para juzgar los tipos de interés españoles, y esto es la canalización obligatoria de recursos hacia inversiones con retribuciones bajas, fuera de mercado, y de carácter privilegiado en función del destino de la operación.

Nos encontramos que de cada peseta que entra en la banca no más de 48 céntimos quedan para la inversión libre, y en este tipo de inversión debe repercutir tanto la cobertura del coste del dinero cuando lo tomaron en depósito los bancos como el déficit de retribución que soporta la parte de canalización obligatoria. Por ello, cuando hablamos de los tipos reales de retribución del dinero hay que tener en cuenta que mientras en otros países cada unidad que reciben los bancos, deducida la cantidad mínima del coeficiente técnico de encaje, toda ella es colocable en el mercado libre del dinero, en España, a los tipos de mercado, sólo podemos colocar menos de la mitad.

Los tipos de interés más bajos

Si computamos el efecto de cada una de estas dos circunstancias, la inversión privilegiada y la inversión libre sobre el tipo efectivo que la banca cobra, la retribución de las inversiones de la banca española tienen la tasa real de interés más baja de toda la banca occidental. Esto parece un poco fuerte, pero es perfectamente comprobable, y no es correcto determinar el tipo de interés real utilizando solamente los tipos de interés preferenciales anunciados por las entidades bancarias.

La reducción de los coeficientes de inversión obligatoria de la banca repercutiría de inmediato en una baja del tipo de interés que percibimos en la inversión libre, y esta baja sería tanto más sensible cuanto mayor fuera la reducción que las autoridades permitieran hacer de los coeficientes de inversión obligatoria. Es muy importante que los empresarios lo sepan y se identifiquen con que todos tenemos un campo común de trabajo. No hay confrontación entre nuestras posturas. Somos sujetos pasivos de decisiones que no están a nuestro alcance y que, al margen de su más o menos clara justificación desde una determinada posición económica, nos han sido impuestas en uso de la potestad que corresponde al poder público constituido.

Y en este tema, mirando hacia el futuro, no soy tan optimista como cuando hablaba de la baja de los tipos de interés del mercado norteamericano. La evolución del gasto público, que viene acumulando déficit importantísimos, y el red¡mensionamiento de la carga por intereses que la financiación de ese déficit ha acumulado a cargo del Estado, me preocupa muy seriamente, por el impacto que puede tener en los precios del dinero, y en la escasez de fondos disponibles para el desarrollo empresarial.

El déficit presupuestario es muy alto y aún es mayor el déficit financiero. El medio plazo hace ya tiempo que empezó a correr para las finanzas de nuestro país, y si no se toman medidas drásticas de control del gasto público con cierta rapidez, no sólo se distorsionará todo el sistema productivo, sino que podemos perder la batalla de la inflación cuando los demás países europeos la están ganando. Se deteriorarían así nuestras posibilidades ante la perspectiva de entrada en el Mercado Común y sobre todo, una vez más, este país perdería el tren de la modernidad económica que se va a poner en marcha en Occidente como consecuencia de la salida de la crisis.

Desde la empresa privada se empieza a proyectar confianza. Sabemos que existe el problema del gasto público y de la reforma de la administración pública y del sector productivo estatal, pero confiamos en que todo ello se acometa con la racionalidad que la coherencia de la propia política económica exige.

En esa esperanza, desearía hacer llegar a los empresarios un mensaje de perseverancia en nuestro quehacer. Sentir la satisfacción de que los empresarios privados somos, como está demostrado en el mundo, la última garantía de la libertad en el sentido más amplio y valiente de este término. No hay libertad individual efectiva ni personal cuando el hombre no puede proyectarse con toda su fuerza creadora, y por ello solamente en un sistema de libre competencia, de economía de mercado sin paliativos y sin aditamentos, la libertad puede lucir en todo su esplendor.

Este ejercicio de 1984 -el año de Orwell-, mucho menos dramático de lo esperado, aunque con una fuerte carga de tensiones internas y externas que han puesto a prueba la capacidad empresarial, debemos esperar que se cierre con una tendencia positiva. Vamos a entrar en 1985 con un cierto control efectivo de la inflación y con bastante mentalización, aun cuando nos tememos que sin muchos resultados respecto a la necesidad de controlar drásticamente el gasto público. La onda mundial nos debe llegar también con su impacto favorable. Y espero, por último, que si, como todos deseamos, finaliza en un programa razonable la negociación con el Mercado Común, los empresarios iniciaremos la cuenta atrás para participar de pleno derecho como miembros del Mercado Común.

Tengo confianza, y mis razones no son sólo las que provienen del optimismo, que nunca debe faltar en el empresario. Me atrevo a deducirlas de un cierto grado de análisis y de la maduración de los acontecimientos.

Alfonso Escámez López es presidente del Banco Central.

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