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Intercambio de bastones y magia, en el curso sobre literatura fantástica en Sevilla

El curso sobre literatura fantástica organizado por la editorial Siruela dentro de la programación de la Universidad Menéndez Pelayo en Sevilla ha congregado ilustres figuras de la literatura mundial y ha sido el que mayor número de alumnos inscritos ha registrado. Pero por encima de esas consideraciones ha lanzado al mundo el complejo concepto de ese modo de escritura y lectura y ha constatado el divorcio existente entre las ansias de los lectores y las preocupaciones de la crítica.

El solo hecho de reunir a escritores como Jorge Luis Borges, Italo Calvino y Gonzalo Torrente Ballester constituye un atrayente éxito. Junto a ellos, otros especialistas hablaron sobre cuentos de hadas y populares, literatura fantástica española, el instinto de la muerte y el cuento de terror, los mitos y la fantasía o la literatura imaginaria. Como complemento ilustrativo, las proyecciones de películas como Nosferatu, de Murnau; Metrópoli, de Fritz Lang, y Freaks, de Tod Prownig, y la conferencia de Juan Antonio Ramírez sobre arquitectura fantástica, aquellas construcciones ilusorias que nunca llegaron a realizarse. Una de las intervenciones que más expectativas había despertado era la del escritor Italo Calvino. Este, en un momento de su discurso, dijo que así como el relato filosófico fue la expresión paradógica de la razón iluminista, el relato fantástico nace como un sueño con los ojos abiertos del idealismo filosófico, con la intención declarada de representar la realidad del mundo interior, subjetivo, dándole una dignidad igual o mayor que la del mundo de la objetividad y de los sentidos.

Italo Calvino añadió que, en contra de lo que pueda creerse, lo fantástico exige una mente lúcida, un control de la razón sobre la inspiración instintiva o subconsciente, disciplina en el estilo y exige saber -prosiguió- distinguir y mezclar ficción y verdad, juego y espanto, fascinación y distanciamiento; es decir, leer el mundo en múltiples niveles y múltiples lenguajes simultáneamente.

Para los organizadores, se trata de la primera vez que ese concepto entra en el mundo universitario como algo importante. Siempre se ha tenido como algo escapista, menor, y hemos querido reivindicar esa literatura y desechar prejuicios sobre ella", explica Jacobo Martínez Irujo, director de Siruela. "Ha sido un curso heterogéneo en el que se ha debatido la imaginación literaria y que, más que encerrarla en una terminología convencional, hemos tratado de darle el máximo de sugerencias posibles".

La principal característica externa del encuentro ha consistido en el contacto directo con los ponentes, en el hecho de que Borges y Torrente pudiesen intercambiarse los bastones mientras hablaban de los ultrastas, "esa secta felizmente olvidada", según ambos. Cada uno intentó definir la literatura fantástica. Para Borges, lo más difícil no es lo fantástico, sino lo real, mientras que para Torrente no existe nada irreal: la imaginación puede aplicarse a la realidad porque la realidad es multiforme.

El curso desarrolló un amplio temario fantástico, deteniéndose por un lado en los cuentos de hadas y populares, y descifró las relaciones de estos últimos con la fantasía por mor de que muchos nacen de leyendas locales. Carlos García Gual habló del mito y de la fantasía, centrándose en un tema tan sugestivo como Alejandro Magno y los árboles proféticos.

Luis Alberto de Cuenca habló sobre un tema tan marginal como la literatura fantástica española del siglo XVIII, y el psiquiatra Rafael Llopis sobre El instinto de la muerte y el cuento de terror. "Su primera finalidad", dijo Llopis, "es producir en el lector un estremecimiento", y su desarrollo se alimenta de lo sobrenatural, el más allá que resulta terrorífico "pero también produce placer".

El autor esbozó la duda sobre la existencia del instinto de la muerte con el ejemplo de la polémica entre Freud y Reich. Citó a Roberto Novoa, para quien la saudade y el deseo de morir de místicos y amantes son una manifestación del reprimido instinto de la muerte. También a Georges Bataille, que identifica el orgasmo con la muerte definitiva. Estas consideraciones mueven a Rafael Llopis a imaginar que tras la lectura de un cuento de terror hay un instinto subterráneo de muerte.

Mundo de espectros

Los alumnos asistentes al curso han podido concluir que existen tres ejes sobre los que gira la literatura fantástica. Por un lado, el vehículo que se utiliza, como puede ser el mundo de los espectros, apariciones, viajes extratemporales, animales de fábula o poderes extraordinarios; por otro, la sorpresa se puede empezar desde lo irreal y visionario o se fluye desde lo cotidiano a lo extraordinario, y por último, el mundo interno del escritor. Tras la celebración del curso que lanza al mundo de las letras ese concepto, queda claro el intrínseco rigor de esa literatura. "Un cuento fantástico debe hacer creíble lo increíble, y sus argumentos, por tanto, son mucho más arduos de escribir que una novela realista, en la que el autor muchas veces puede abandonarse a su propio sujetivismo", opina el director del curso.

Para Jacobo Martínez Irujo el curso es consecuencia de la cada vez mayor aceptación del género y su auge en España. En ese, sentido, "en España, desde el romanticismo, la literatura española se vuelve totalmente realista, cuyo prejuicio culminó en los años cuarenta y cincuenta, en los se podría creer que lo fantástico insultaba a la razón y era una literatura pueril. Sin embargo, ahí tenemos los ejemplos rigurosos de la obra de Borges y de Tolkien, que decía que cuanto más clara es la razón, más nítidamente opera la fantasía".

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