Un testamento y grandes herederos
Salvador Dalí ha hecho un testamento cuyas, cláusulas nadie conoce pero que todos intentan adivinar. Más que preguntarse sobre el futuro de la obra daliniana, sin embargo, lo que preocupa es saber dónde irán a parar sus múltiples derechos de autor, aquellos que en estos momentos se gestionan en París, a trayés de la SPADEM. El jurista Jean Paul Oberthur, director adjunto de dicha asociación, concede que "el mandato de la SPADEM con Dalí termina el día en que el artista fallezca. Después, son los herederos los que habrán de decidir quién gestionará los derechos que por testamento han pasado a sus inanos".Esto parece simple a primera vista, pero surge una complicacíón nueva en el momento en que se habla de la Fundación. Al margen de valores intrínsecos de la obra que Dalí ha donado en vida a dicha institución privada (puesta en duda por algunos conocedores de la producción del artista), la Fundación sólo posee los beneficios (superiores a los 20 millones de pesetas) que recaudan de las visitas al museo, el segundo más visitado de España, según informan. Todos los derechos de autor y de reproducción de las obras de la Fundación están en otras manos y no es muy seguro que Dalí pensara legarle los que conserva. Con respecto a los demás derechos, basta con mirar las postales que se vendan en el propio museo o en las librerías para saber en posesión de quién están. Es sólo a titulo de ejemplo.
Dalí ha dicho en estos últimos años que quería que "su obra" pasara a manos de España y de la Generalitat. De ser así (dadas las complicadas circunstancias que rodean al pintor, dada la compleja red que se reparte derechos de toda suerte de reproducciones y dado, en definitiva, el gran desconocimiento reinante sobre posibles contratos firmados por el artista hasta 1981) siempre lo será parcialmente.
A la conquista de Aniérica
Jean-Paul Oberthur, que no descarta la posibilidad de quie Dalí deje una polémica cláusula en su testamento sobre la futura gestión de sus derechos, explica que ha mantenido diversas conversaciones con la Sociedad Golneral de Autores en España (SGAE) a través de García Segura. "Pero no acabamos de comprendernos. A mi entender, la SGAE no se ocupa como debiera de sus asociados y no es culpa mía si han dejado perderse a tan buenos e ilustres clientes como Picasso o Dalí". Oberthur considera que España debe estar preparada ante una posible -"y totalmertte aparente", especifica- pérdida de los recursos que genera la obra daliniana. "De todos modos", concreta el jurista francés, "cabe recordar que la SPADEM sólo gestiona la co rrecta aplicación de los contratos y que devuelve íntegramente los beneficios a sus clientes".
Oberthur señala que decir esto es importante "aunque parezca desagradable decirlo, porque me doy cuenta de que en España existe un cierto recelo hacia los franceses a los que se considera peligrosos". "Es nuestra voluntad", añade, "establecer un contacto con la SGAE, contacto que ya mantenemos con la máxima comprensión con sociedades semejantes que existen en otros países del mundo".
El disponer de unos derechos de autor significaría para la Fundación el poder convertirse en la "meca de los estudios dalinianos", que es lo que pretendía construir el artista. Meca que, sin embargo, debería superar múltiples dificultades para reunir en su seno lo que ha sido la época americana de Dalí, el lugar en donde existen más Dalí falsos pero también, efectivamente, muchos de los mejores entre los auténticos. En todo caso, es de suponer que los derechos de autor supondrían medios suficientes para inventar el modo de succionar al otro lado del Atlántico, de montar un puente de colaboración con otra fundación allí existente o de instalar una nueva delegación de la de Figueres que, adoptando los sistemas jurídicos estadounidenses, estableciera algún sistema compensatorio para los donantes de obra original de Salvador Dalí.
Babelia
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