_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tubinga era una fiesta

Para quienes pasamos el equinoccio de nuestra juventud a las orillas filológicas del Néckar, Tubinga era una fiesta. Y lo era no tanto por la sombra de Hegel, Schelling, Hölderlin, Rolide, Bloch o Schadewaldt como por la presencia y el magisterio de Antonio Tovar, un sabio, entonces exiliado, que, para muchos de nosotros constituye ,una irrepetible adecuación de humanismo y ciencia. Porque Tovar no es sólo -aunque lo sea también- un profesor, ni un especialista (el mejor, sin duda, que tenemos), ni un miembro de todas (o casi todas) las academias que en el mundo se pueda imaginar: Tovar es sobre todo un estilo y una manera de ser, que se expresan en el singularísimo modo con que asume cada investigación y se enfrenta a cada disciplina. Eso, tanto o más que su reconocida autoridades lo que nos sedujo a los alemanes, japoneses, suizos, americanos y españoles que asistimos allí por vez primera al espectáculo de prodigiosa erudición que iba tejiendo, sobre los más diversos temas, su palabra. Cada lengua nos era presentada como un mundo; cada cambio lingüístico, explicado con una inteligente persuasión. Y todo, bajo una rigurosa voluntad de sistema.Tubinga fue para muchos de nosotros el descubrimiento de una vocación. Y Tovar, el máximo exponente de la misma. De manera que salimos de allí con varias cosas claras: que toda ciencia supone e implica una tradición; que esa tradición necesita, para transmitirse, de un maestro, y que éste lo es por poseer una doctrina y unos métodos y presentar la ciencia con un acento personal. Eso y algo más: que la curiosidad, más que la obligación, constituye el paso previo al conocimiento, y que en la cultura no hay nada -pero que absoluta mente nada- que no se pueda, de algún modo, articular en una red de intercorrespondencias.

Como su Sócrates, prefería sugerir a imponer y hacer ver a mostrar, haciéndonos partícipes y actantes de la delicia intelectual que el proceso científico supone. Con ello nos abría algo más que un camino: la filología era de pronto una iluminación, un iluminarse la existencia. Hasta entonces se nos había obligado a repetir; Tovar nos enseñó a crear. Los datos se organizaban en un todo, y el especialismo no era sinónimo de barbarie, sino un grado de profundización mayor en tal o cual dominio de lo que se conoce por cultura. Se podía ahondar en una parcela, pero sin perder de vista todo lo demás. Se sabía, pues, en un conjunto, y se aspiraba a la posesión de su totalidad. El nihil humani a me alienum puto se realizaba. Y ello exigía ser y estar en la modernidad. Porque Tovar es por completo moderno, y más aún: consecuente con su historicidad. Como lingüista histórico, veía las lenguas bajo forma de historia y en el correlativo haz de su constituirse y funcionar. Pero, a la vez, era un pionero de las investigaciones tipológicas, cuyo campo de aplicación tanto ha contribuido a ampliar. Cada moneda, cada grafito, cada inscripción -y también cada lengua, aun las indescifradas- tienen siempre respuesta s para aquel que les sabe preguntar. Y eso es lo que Tovar ha hecho: mantener un constante diálogo con las lenguas, viendo en el sistema de cada una de ellas el preciso perfil de su historicidad.

Tovar ha sido además un fundador. Y constituye por ello un modelo demasiado difícil de imitar. Apenas hay esfera histórica o linguística que no le haya tentado y a la que no haya añadido un grado de conocimiento o de verdad. Para este sabio, todo es pensamiento, y hacer es vivir más. Su obra no configura un ente aislado, sino que se instaura y se concibe como unidad del quehacer vital. Vida y obra se nos presentan como un todo, en el que no sabemos qué admirar más, si la inteligencia en ella manifiesta o la calidad personal que la sostiene. Por eso, a los cinco años de su jubilación como catedrático en Tubinga, sus colegas, discípulos, amigos y colaboradores han querido rendirle un homenaje que dibuje -como el amplio río que su obra es- una imagen fluvial. Y para ello han fletado una Navicula Tubingensis. Studia in honorem Antonii.Tovar, que reúne en su eslora de 453 páginas la relación de pu blicaciones del maestro (¡387% el testimonio de varias generaciones de estudiosos y el afecto de cuan tos han tenido la suerte de poderle tratar.

Toda la filología tubingensis estuvo presente hace unos días en el acto organizado por el editor Narr: Coseriu, Jörg Ficlite, Wido Rempel, Manfred Faust, Konrad Gaiser, Reinhold Kontzi, Hans Helmuth Christmann... El profesor de la Universidad de Münster Wolf.Dietrich pronunció la laudatia inaugural, subrayando las aportaciones tovarianas a la lingüística amerindia: su gramática del mataco, su Catálogo de las lenguas de América del Sur, sus estudios de tipología ... ; Carlo de Simone, sucesor de Tovar en la cátedra de Lingüística indoeuropea, glosó la figura de éste y expresó -como también haría el decano Fichte- el agradecimiento de la universidad. Por último, el Coro de Romanística, dirigido por Francisco J. Oroz, alma principal de este homenaje, entonó el himno titulado Scripsit Antonius Tovar. Y sobre el Néckar "cubierto de crepúsculo" se asomaron "las gaviotas con sal bajo las alas". Sí -con Tovar, por Tovar, en honor de Tovar-, Tubinga era una fiesta.

Jaime Siles es catedrático de universidad, director del Instituto Español de Cultura en Viena y premio de la Crítica de poesía.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_