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41ª Mostra de Venecia

El arte y la cultura ayudan a salir del tedio al certamen

Las exposiciones de arte que ofrece Venecia al margen de la 41ª Mostra de Cine ayudan al cinéfilo a salirse del tedio que ofrece el festival. Cuando se habla de la crisis del cine, casi siempre se hace referencia a sus problemas económicos, a su pérdida de público, del final de su condición de espectáculo de masas. Si hubiera que hacer un diagnóstico a partir de las dos imágenes contrapuestas que ayer ofrecieron los cineastas participantes en la selección a concurso, en la 41ª Mostra de Venecia, el punto de vista sería otro y afectaría más directamente a la esencia misma de la forma de expresión.

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Urgencias y supervivencia

El problema no estaría tanto en los modos de comercialización de las imágenes como en la (capacidad de éstas para captar la realidad. Bastaba con escuchar a Zanussi durante la conferencia de prensa para apercibirse de hasta qué punto el tópico retorno a la esfera de lo privado puede adquirir connotaciones meta1sicas y escapistas, como si el cineasta fuera un artista que levita sobre las contingencias temporales. Porque cualquier aterrizaje en la realidad conlleva demagogia, como lo prueba la explicación de que en sus filmes prefiere siempre un plano de Cristo crucificado a otro en el momento de la resutrección, porque Zanussi es polaco, es decir, parte del cuerpo místico de una Polonia doliente.Pero si el delirio religioso-político, del autor de Rok Spokojenego Slonca es evidente, más dramático resulta contemplar a Mike de León intentando interesar a una audiencia internacional en relación a los problemas filipinos. Su película y el manifiesto con que la han acompañado, tienen por objeto denunciar el régimen de Marcos. Benigno Aquino, las comunidades de base y la teología de la liberación se funden en un todo que debiera ser explosivo, pero que no consigue trascender su condición de espectáculo. De la realidad a la religión o de ésta a la realidad, el trayecto aparece cortocircuitado por multitud de interferencias, de las que no es la menor la incredulidad y excepticismo de las plateas.

Manifestaciones artísticas

Si la Mostra veneciana se autorreivindica como el festival de y para los autores, se debe, más que a la competencia comercial de Cannes, al carácter mismo de la ciudad. Por eso es lógico que se busque que el festival cinematográfico coincida con importantes manifestaciones artísticas, que van desde un concierto de Rostropovich en la Fenice hasta una muestra casi exhaustiva de la obra de Egon Schiele, pasando, claro está, por la Bienal propiamente dicha, que si bien este año no ha despertado grandes entusiasmos, ofrece la posibilidad de contemplar la Giocónda masculinizada de Duchamp, los últimos trabajos de Dubuffet, de Antoni Clavé, Carlo Maria Mariani o Modgkin.La exposición dedicada a Schiele se completa -aunque sería más exacto invertir los términos- con la titulada El arte en Viena desde la secesión hasta la caída del imperio de los Habsburgo, es decir, con una panorámica sobre uno de los momentos dorados de una capital europea, unos momentos en los que coexisten Freud y Klimt, Kokoschka y Loos, grandes proyectos arquitectónicos y música wagneriana. Y como si se pretendiera dar la razón a Schiele cuando proclamaba que "el arte no puede ser moderno porque retoma eternamente a sus raíces", el palacio ducal está ahora ocupado por piezas procedentes del Museo de El Cairo, tesoros de los faraones, según la publicidad. En su mayoría son objetos de pequeño tarnaño, elaborados con materiales nobles, de una gran pureza de líneas y muy alejados del gigantismo que asociamos a todo lo faraónico.

En su conjunto, la oferta cultural de esta ciudad, es impresionante y contribuye a aliviar el tedio del festivalero acosado por una racha de películas aborrecibles.

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