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Francisco Ayala predice el agotamiento de la novela como género histórico

Gabriela Cañas

ENVIADA ESPECIALFrancisco Ayala, último premio nacional de Literatura, ha venido a la Universidad Internacional de Santander para hablar del problema de la novela actual y ha sido implacable: "La novela como género histórico está agotado". Con el propósito de no resultar tan apocalíptico, el sociólogo Román Gubern, que ha venido a hablar de cine en el seminario dirigido por Guillermo Cabrera Infante y Vicente Molina Foix, opina que "la novela no va a morir, pero sí está destinada a ocupar un lugar Secundario". El poeta Jaime Gil de Biedma, que también está presente en el palacio de la Magdalena, dice a este respecto que no le interesa en absoluto el futuro de la novela ni de la poesía. En lo que sí están plenamente de acuerdo los tres es en afirmar que la gente lee lo que la industria editorial quiere que lea.

"Que un libro sea un best seller no depende de la calidad o la maldad de la obra; depende exclusivamente de la editorial, que es capaz de meter una obra por la boca a todo el mundo", dice Gil de Biedma, autor de Las personas del verbo, obra antológica de todos sus poemas. En este punto Francisco Ayala fue más allá de la teoría. Preguntado en el coloquio posterior a su conferencia sobre el llamado boom de la literatura latinoamericana, contestó que éste es "una operación comercial en la que ha habido buenos escritores que no han entrado. Ni son todos los que están ni están todos los que son". Previamente, Ayala, autor de Tragicomedia de un hombre sin espíritu, La cabeza del cordero, El fondo del vaso y Los usurpadores, y premio nacional con el segundo tomo de sus memorias, Recuerdos olvidos, anunció que y nunca más escribirá una novela. "Mis materiales de ahora pretenden ser elaborados en un sentido literario, no narrativo. Prefiero escribir lo subjetivo, porque no tengo ese afán de objetivar que es sustancial a la novela. Además, no sé cómo puedo hacer una novela nueva sin repetir las fórmulas que ya he utilizado hasta ahora".

"La novela moderna, desde sus comienzos a partir de El Quijote hasta su máximo auge en el siglo XIX, ha cumplido una función social", dice el granadino Francisco Ayala. "Porque la novela ha sustituido a la Iglesia al servir de orientación de las conductas humanas. Ahora no veo cómo puede cumplir esa función. Otras formas de expresión han tomado su lugar". Para Ayala todo está en este momento "un poco a la deriva", porque quien hoy dirige y orienta a la gente es la televisión, y "la televisión se dirige a sí misma".

Si Ayala ha decidido no seguir escribiendo novelas, Jaime Gil de Biedma está dispuesto,

simplemente, a no escribir nunca más. "Yo no creo en la función social de la literatura. Quizá sirva como entretenimiento o para una mayor comprensión de uno mismo, de la vida o de la consolación de la vida. En cualquier caso", concluye, "escribir no es para mí ni una necesidad ni un entretenimiento. Me cansa mucho. Por eso no escribo".

A pesar de las opiniones aquí manifestadas, la narrativa es un género en alza en la cultura española. "Quizá porque siempre va retrasada, a remolque de lo que ocurre en otros países", dice Román Gubern, catedrático de Historia y Teoría del Cine. Ayala piensa, además, que hay ahora muchos escritores que son "más hábiles, más preparados, más competentes", pero que son "las circunstancias históricas y el progreso tecnológico los que hacen imposible su desarrollo".

"La lectura requiere concentración, es un trabajo intelectual", dice Gubern, "mientras que una película exige un proceso casi hipnótico. El problema es que se ha ampliado enormemente la oferta de ocio -cine, lelevisión, discoteca, piscina- y la ley del mínimo esfuerzo empuja a la gente hacia una cultura más liviana. Yo jamás recomendaría a mis alumnos que leyeran, por ejemplo, Guerra y paz, porque es un libro demasiado extenso. No hay tiempo, y no es casual que en Estados Unidos esté de moda la short-story".

La literatura y uno de sus géneros, la novela, seguiría estando, por tanto, llamada a ser un producto de consumo minoritario. Ayala señalaba ayer la actual tendencia de los críticos a utilizar una especia de "jerga secreta" que lejos de acercar la literatura al público pretende llegar exclusivamente a un "pequeño grupo de iniciados". De la misma forma que, según Ayala, "hay algunos escritores que sólo escriben p1ra los críticos y sus compañeros".

Promocionar la literatura

"En este país siempre se ha leído muy poco", dijo Román Gubern, "y yo creo que es porque la cultura ha estado considerada hasta hace pocos años como maldita. Cultura y progresismo caminan unidos, y aquí el progresismo ha sido el eterno derrotado. La llamada generación del 27 fue en su momento uno de los movimientos culturales más importantes del mundo. Sin embargo, es Francia la que destaca por esas fechas gracias a su poder de autopublicitar todo lo que hace. Yo no soy chovinista, pero es que no ha habido ningún país europeo que haya tenido un siglo de oro como el nuestro. El problema ha sido aquí la mala imagen escolástica de los colegios. Cuando nos decían que El Quijote o El Lazarillo eran libros estupendos, no acababas de creértelo, porque no confiabas en la fuente de información".Que se lea mucho o no un libro es algo que, según Gil de Biedma y Francisco Ayala, no quiere decir nada respecto a su calidad. Aquí, en Santander, se está realizando estos días un seminario sobre la literatura medieval, literatura básica de nuestras letras, que según reconocen el director del curso, Francisco Rico, o el propio Ayala es casi una literatura secreta, desconocida. Para Ayala, a veces ha sido la tecnología, esa que según el escritor Robbe-Grillet amenaza a la literatura, la que ha acercado aquélla al público. "La televisión o el cine han promocionado en multitud de ocasiones la lectura de libros", dice el escritor. "Una novela de Miguel de Unamuno como La tía Tula, que sólo vendió 3.000 ejemplares, pasó a los 400.000 después de emitirse por televisión una serie basada en aquel relato. Un fenómeno similar ocurrió con Los gozos y las sombras, de Gonzalo Torrente Ballester".

La imagen, sin embargo, según Francisco Ayala, está "reñida con la imaginación. Cuando una novela es adaptada a la televisión o el cine", dice, "deja de ser una novela y se convierte en otra cosa, que puede estar muy bien, pero que es distinta, porque una novela no es sólo el argumento". La escasez de las tiradas de los libros españoles es un problema que, según Román Gubern, se podría paliar en cierto modo ayudando a los escritores a financiar las traducciones de sus libros. "Creo que el Ministerio de Cultura o algún organismo similar podría plantearse. este tema, porque favorecería mucho a los escritores españoles".

La difusión es, en cambio, algo que tampoco preocupa a Jaime Gil de Biedma. "Antes de empezara escribir ya sé que un libro mío de poemas no va a tirar 300.000 ejemplares; como tampoco me he planteado nunca vivir de la literatura, porque sé que es imposible".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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