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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Derecho al propio nombre

Leo en EL PAIS del 23 de julio de 1984 una carta firmada por J. C. Corrales, quien conmina a todos los escritores en lengua castellana a que cuando se refieran a las regiones de Galicia, Vascongadas y Cataluña no utilicen los términos Galiza, Euskadi y Catalunya, que es el nombre que tienen en sus idiomas respectivos, por considerar que dicho uso es impropio de la lengua de Cervantes.Me permitiré advertir al señor Corrales que los que utilizan los nombres de aquellas regiones en su expresión vernácula se sitúan en las corrientes actualmente más avanzadas en materia toponímica. Las Naciones Unidas, por ejemplo, tienen un organismo denominado Comisión para la Normalización de los Nombres Geográficos, con el cometido que su título indica. La ONU no se hace ilusiones de que desaparezcan exónimos tradicionales como Londres, Moscú o Suecia, pero sí recomienda, muy acertadamente, que cuando surjan nombres geográficos nuevos se evite la creación de exónimos (la adaptación nacional de un toponímico extranjero). De acuerdo con esta recomendación, hoy día ya nadie llama Persia a Irán ni nadie se empeña en llamar Dantzig a la ciudad polaca de Gdarisk. El principio en que se basa la recomendación de las Naciones Unidas es dificilmente rebatible: todo el mundo tiene derecho a que le llamen como él quiere. Y en cuanto a las ventaja s de la normalización, no es necesario enumerarlas.

Si se me objeta que Galicia, Vascongadas y Cataluña no tienen proyección internacional, contestaré que el problema es exactamente el mismo y que Galiza, Euskadi y Catalunya bien pueden considerarse como toponímicos nuevos en el nuevo panorama democrático español, de arranque histórico tan reciente. Y si la normalización de los nombres geográficos en el plano internacional puede contribuir a una mejor comprensión entre los pueblos del mundo, no veo que su importancia sea menor en materia de convivencia nacional.

¿Querrá decirme el señor Corrales que los castellano-parlantes no son capaces, no diré ya de la delicadeza, sino de la solidaridad que supone llamar a Galicia, Vascongadas y Cataluña por el nombre que a gallegos, vascos y catalanes les gusta que se llamen sus regiones respectivas? Me resisto a creerlo. En cuanto a los oscuros designios políticos que nos atribuye en un asunto apolítico como éste, Honi soit qui mal y pense.-

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