La URSS y las dos Alemanias
LA POLÉMICA entablada por la Prensa soviética de estos días contra el proceso de acercamiento entre las dos Alemanias es, sin duda, uno de los hechos políticos de mayor importancia para comprender lo que está ocurriendo en la parte oriental de Europa. En otras etapas, basta recordar 1968 y la intervención militar en Checos lovaquía, la RDA fue el guardián más intransigente y servil de la ortodoxia marxista-leninista dictada por Moscú. Hoy los ataques de Pravda, Krasnaia Svesda y otras publicaciones de la URSS van dirigidas, en su ex presión explícita, contra los revanchistas de Bonn, acusa dos de querer modificar las fronteras europeas y de hacer chantaje contra la RDA. Pero los verdaderos destinatarios de los tiros son los dirigentes comunistas de la RDA, y en primer lugar, su presidente, y secretario general del Partido, Erich Honecker. La RDA ha solicitado, y obtenido, un crédito sustancial de la RFA de unos 330 millones de dólares, a cambio de concesiones de escasa monta, que facilitan, sin embargo, los intercambios de personas entre las dos partes de Alemania. Presentar eso, como hacen los soviéticos, como un crimen de los alemanes occidentales es simplemente ridículo. Ese crédito ayuda a fortalecer el régimen de Alemania Oriental. No se trata sólo de una cuestión económica. La experiencia ha demostrado que la ostpolítik, iniciada por el socialdemócrata Willy Brandt, responde a una necesidad objetiva, sentida de modo particularmente fuerte por los alemanes de ambas partes del telón de acero: la necesidad de evitar la guerra y la destrucción mutua. Si bien existen dos Estados alemanes, la RFA y la RDA, cada uno con sus fronteras y con regímenes sociales distintos, el conjunto de la población alemana se encuentra en el centro de Europa, con sus lazos familiares, su idioma y tradiciones culturales comunes; es una realidad metapolítica que no puede dejar de engendrar una tendencia a la búsqueda de caminos de coexistencia, de seguridad mutua, de superación de las enemistades. Por eso el canciller Kohl, con su ideología conservadora, continúa, en cierto modo, la ostpolítik de Brandt. Y en el otro lado se habla ahora de la westpolítik de Honecker. Sería quizá más acertado hablar de un clima, de unos límites que condicionan políticas en sí muy diferentes. Pero en todo caso, esta corriente choca con la estrategia que predomina hoy en el Kremlin.No ha sido siempre así. En los años setenta la URSS tuvo una actitud muy positiva cuando Brandt inauguró su política de apertura hacia el Este; consideraba entonces que esa orientación podía estimular las corrientes de coexistencia. en Europa. La posición que el presidente Chernenko ha adoptado en la actualidad ante la cuestión alemana es muy diferente: refleja el temor de que se abran paso las tendencias a una mayor comprensión, a un acercamiento entre las dos Alemanias. El objetivo de los ataques de Pravda y de otros periódicos soviéticos es impedir, o al menos condicionar, el próximo viaje de Erich Honecker a Bonn, anunciado para septiembre, si bien la fecha exacta no está fijada aún. Es demasiado pronto para prever cuáles puedan ser los efectos de esta campaña de Prensa de la URSS. Sobre todo porque es evidente que las manifestaciones públicas son acompañadas de otras formas de presión. Se empieza a hablar incluso de discrepancias entre los dirigentes de la RDA; de que el general Hoffmann, ministro de Defensa, apoya las tesis soviéticas; de la aparición de candidatos a la sucesión de Honecker. La URSS ya ha aplicado, en otros casos más o menos semejantes, el método de provocar el desplazamiento de los diriguetes de Estados orientales insuficientemente dúctiles.Este enfrentamiento de la URSS con la política exterior de la RDA ayuda a sacar a la superficie un problema que afecta, en reailidad, al conjunto de Europa: el surgimiento en el seno del Tratado de Varsovia de tendencias a políticas autónomas, no idénticas a las de la superpotencia soviética. Un fenómeno que, con características muy diferentes, se ha venido manifestando desde hace tiempo en el occidente de Europa. En realidad, la colocación de los misiles nucleares en Europa ha provocado reacciones muy dispares en el seno de los dos bloques militares. Esos misiles pertenecen exclusivamente a las dos superpotencias; los otros países ponen el emplazamiento, el territorio y la eventualidad de las tierras calcinadas de mañana. Por eso la existencia de los misiles acentúa, lógicamente, las tendencias en Europa, en las dos Europas, a disminuir las tensiones, a fomentar el diálogo, a crear zonas de seguridad. En el mundo de hoy, la seguridad basada en la acumulación de armamentos es una falsa seguridad. La única seguridad real necesita basarse en un proceso de distensión y de disminución controlada de los armamentos.
Un aspecto muy significativo de la polémica soviético alemana es que los dirigentes de la RDA han podido utilizar, para responder a los ataques de Pravda, la reproducción de artículos publicados en la Prensa de Budapest. Ello subraya la amplitud que tiene el problema. Y en particular, un artículo húngaro en el que se destaca el papel específico que pueden desempeñar los países pequeños y medianos de Europa en la búsqueda de caminos de paz y seguridad. Aquí está el problema de fondo. La URS S no acepta que, en una etapa de tensión y enfrentamiento entre Moscú y Washington, la RDA no se someta a esa orientación e intente hacer una política de deshielo. La única distensión aceptable sería, según los soviéticos, la que ellos pudiesen realizar, mañana, si cambia el clima de sus relaciones con Washington. Pero una serie de síntomas, en diversas partes de Europa, indican cierta toma de conciencia de que, ante el problema del rearme y de la seguridad, de la paz y la guerra, la solución no puede consistir en esperar a lo que hagan Moscú y Washington, sino en ir creando, en lo posible, zonas de cooperación que contribuyan a reducir las tensiones y los peligros.
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