Nueva etapa en la búsqueda de inteligencia extraterrestre
Modernos y sofisticados instrumentos radioastronómicos intentarán establecer comunicación con otras posibles civilizaciones mediante el continuo análisis de señales recibidas por millones de canales
En la reunión astronómica de Boston, el famoso astrónomo y divulgador científico canadiense Carl Sagan señaló que se está preparando un amplísimo plan de rastreo del espacio destinado a la búsqueda de vida inteligente en el universo. Sagan, que trabaja en el Centro de Investigaciones Astronómica de Cornell (Estado de Colorado), aseguró que en Titán, una de las lunas del planeta Saturno, se han encontrado docenas de diferentes ti pos de materias orgánicas y que este satélite presenta gran interés.En la tarea de buscar señales inteligentes procedentes de fuera de la Tierra hay dos grandes dificulta des: el enorme número de estrellas existentes y la elección de la longitud de onda, de todas las posibles del espectro electromagnético, en que se intenta establecer la comunicación. Dos observatorios estadounidenses se encuentran en la actualidad dedicados exclusivamente a esta búsqueda, y en el próximo otoño empezarán a funcionar detectores de señales millones de veces más efectivos que los uti lizados en la actualidad.
Los esfuerzos científicos para conocer la existencia de una posible inteligencia extraterrestre comenzaron en 1959, cuando los astrónomos Giuseppe Cocconi y Philip Morrison -este último participó en la reciente reunión de Boston- sugirieron que otras civilizaciones podrían estar tratando de establecer comunicación entre sí en una longitud de onda de 21 centímetros. Los astrónomos se basaban en que esta es la longitud de onda de la radiación emitida por los átomos de hidrógeno libre, el elemento más común del universo.
Desde que efectuaron esta propuesta al menos 45 proyectos de exploración electromagnética del espacio se han puesto en marcha, y varios de ellos continúan la exploración en esta frecuencia, aunque hasta el momento no se han obtenido pruebas claras de la existencia de vida fuera de la Tierra.
Origen de la vida
La posibilidad de que la vida no se originara en la Tierra, sino que llegara procedente de otro lugar del universo por medio de esporas que viajaron flotando por el espacio, ha sido revivida a causa de dos nuevos descubrimientos científicos. Uno de ellos apunta a que la vida empezó en la Tierra muy poco tiempo después de que se convirtiera en habitable. Por otra parte, la teoría de las esporas ha sido desechada muchas veces porque los científicos pensaban que los rayos ultravioletas en el espacio hubieran matado la vida bajo esta forma. Sin embargo, el doctor Mayo Greenberg, de la Universidad de Leiden, en Holanda, señaló que en pruebas de laboratorio con lámparas de rayos ultravioletas se ha visto que las esporas de bacterias pueden sobrevivir en condiciones de temperaturas extremadamente bajas y de vacío casi total similares a las existentes en el espacio exterior.
John Billingham, director del centro de investigación Ames, en California, dependiente de la división de investigación extraterrestre de la NASA, encontró poco convincentes los experimentos dé Greenberg, ya que las esporas no habían estado sometidas a todo el espectro de radiación ultravioleta presenteen el espacio.
Los que dudan de que la vida se originó en otros mundos argumentan que la evolución del proceso de la vida ha sido el fruto de tantos y tan complicados pasos que probablemente fue y será irrepetible. Contra este punto de vista se argumenta que la complejidad de la vida no se originó de golpe, sino a través de etapas evolutivas muy prolongadas. Sin embargo, las pruebas presentadas en la reciente reunión de Boston indican que, aunque la Tierra se formó hace unos 4.600 millones de años, sufrió los impactos de cuerpos muy grandes hasta hace unos 3.900 millones de años, mientras investigaciones realizadas en rocas de Issua, en Groenlandia, indican que la existencia de vida en la Tierra se puede remontar hasta los 3.800 millones de años.
Datos sobre estas investigaciones fueron presentados por Cyril Ponnanperuma, de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos que señaló que, la relativa abundancia en las rocas estudiadas de dos formas de carbono, el carbono 13 y el carbono 14, parece indicar que se trata de residuos de organismos vivientes. Esta teoría fue apoyada por dos científicos de la Universidad de Harvard, Andrew H. Knoll y Stephen J. Gould, que señalaron que se ha encontrado vida en las primeras rocas capaces de albergarla.
La extinción de especies a lo largo de la evolución fue objeto de dos teorías. Científicos de la Universidad de Chicago, dirigidos por John Sepkoski, sugirieron que los períodos en que se producen grandes extinciones tuvieron lugar en intervalos de 26 o 27 millones de años y que estos períodos marcaron unapolítica evolutiva destinada a dejar paso a nuevas especies.
Otro equipo, éste de la Universidad de California, dirigido por Richard A. Muller, propuso que estas extinciones masivas fueron causadas por cometas, situados en una órbita que les llevaba a la colisión con la Tierra por el regreso periódico de una pequeña estrella con una órbita muy amplia alrededor del Sol. Los científicos no se han puesto de acuerdo sobre el nombre a dar a esta pequeña estrella, aunque han sugerido los de Némesis y Siva, este último por ser el de la diosa hindú de la destrucción y restauración.
Los observatorios de radioastronomía que está n actualmente dedicados a la búsqueda de señales procedentes del espacio exterior son dos: el de John Kraus, en la universidad estatal de Ohio, y el de Paul Horowitz -uno de los científicos más importantes en este campo-, en la de Harvard. La antena circular del radiotelescopio de Horowitz puede recibir simultáneamente centenares de miles de canales. Realiza sus observaciones en la longitud de onda de 21 centímetros, con un sistema de ajuste coustante para eliminar las variaciones causadas por los movimientos de rotación y de tras-
lación de la Tierra. Horowitz piensa que cualquier fuente exterior efectuará este mismo tipo de correcciones en su intento de comunicar con la Tierra o con otras civilizaciones.
Morrison sugirió que los efectos de todos los movimientos relativos a la totalidad del universo podrían ser eliminados con la utilización como marco de referencia de la radiación procedente del big bang, o explosión primordial que llena el universo. Para finales de este siglo, un satélite, el Cosmic Background Explorer (explorador del fondo cósmico), destinado a estudiar y medir esta radiación, hará posible efectuar de forma precisa las correcciones necesarias.
El esfuerzo estadounidense más completo hasta la fecha en la búsqueda de vida extraterrestre se está montando en la Universidad de Stanford bajo la supervisión de la NASA. Las primeras pruebas del sistema, destinado a recibir millones de canales, empezarán el próximo otoño, utilizando una antena del Jet Propulsion Laboratory, en el desierto de Mojave (Nuevo México).
Las observaciones realizadas por el telescopio espacial de infrarrojos (IRAS), que mandó datos el pasado año, en el sentido de que de un 10% a un 20% de las estrellas similares al Sol están rodeadas de partículas que pueden ser precursoras de sistemas solares, parecen aumentar las probabilidades de que existen otros muchos mundos como la Tierra. Algunos científicos han señalado, sin embargo, que este material puede no llegar nunca a desarrollarse hasta formar planetas.
Escepticismo y sensación de ridículo
En un plano más aventurado, las radiaciones infrarrojas emitidas por estas nubes estelares guardan cierto parecido con la radiación que, según el físico Freeman Dyson, emitirían los planetas artificiales creados por civilizaciones extraterrestres. Se propuso que el Telescopio Espacial, que será lanzado en 1986, podría detectar, mediante diversas técnicas, los posibles planetas en órbita de otras estrellas.
Eric M. Jones, del laboratorio nacional de Los Álamos, en Tejas, manifestó su opinión de que, si existen extraterrestres, éstos ya habrían llegado a la Tierra para colonizarla. Frank D. Drake, de la Universidad de Cornell, que en 1960 hizo los primeros intentos de interceptar señales de fuera de la Tierra, argumentó que los extraterrestres no podrían viajar por el espacio debido a las excesivas necesidades de energía, y que, por ello, se contentarían con mandar señales.
A pesar de cierto escepticismo e incluso sensación de ridículo, la búsqueda de señales extraterrestres ha sobrevivido, en parte por el apoyo que le brindan influyentes astrónomos y físicos, con el soporte financiero de la NASA. Michael D. Papagiannis, de la Universidad de Boston, organizador de la reunión científica, fue sólo uno de los muchos participantes que advirtieron del peligro de que el sensacionalismo y las profecías de un éxito próximo podrían llevar a la desilusión y la decepción. Se señaló que, a pesar de las nuevas y poderosas estrategias de búsqueda, las operaciones ahora en marcha no pueden conseguir más que atisbar en el enorme campo de las frecuencias de radio u otros canales que pueden estar en uso, y que el número de fuentes potenciales que quedan por explorar en el universo es inconmensurable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.