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Bodegón

Manuel Vicent

Entre los progresistas de los años sesenta había arraigado la moda de comer mal, y en este asunto, aquellos rojos adorables no se permitían ninguna frivolidad. En tiempos de la expansión económica España era un percebe, los tenderos se saludaban en el bar con la mano repleta de cigalas y los ejecutivos de camisa rosa devoraban chuletas con ferocidad de rey borgoñón. Incluso los metalúrgicos tenían acceso a una cazoleta de gambas al ajillo el día de fiesta, pero en medio del festín los progresistas habían entronizado la tortilla de patatas y las cortezas de cerdo. Uno conserva todavía la imagen de aquel horror: unos boquerones sobre el mantel de Bulgaria y alrededor de la botella de vino común unos entrañables barbudos que hablaban de masas. En las catacumbas, el lujo consistía en unas aceitunas rellenas.Las cosas han cambiado. Del mismo modo que ciertos estetas han pasado del realismo social al erotismo y algunos artistas que antes pintaban torvos mineros ahora llenan sus lienzos de,yeguas ibicencas, así la moderna gastronomía está en manos de antiguos muertos de hambre. Mientras Franco expiraba en una cama matrimonial, ellos, en secreto, habían comenzado a recuperar las recetas de la abuela. Después siguieron con las ollas de la infancia hasta desembocar, como es lógico, en los cogotes de merluza o en las langostas braseadas al oporto. Parecía un caso de ficción científica. De pronto, al término de una conferencia sobre estética anarquista, uno quedó admirado al comprobar que en un corro de viejos adoradores de sardinas en salazón se estaban cantando las excelencias de la lubína con orégano. Luego, en una revista política, saltó otro famélico de los años sesenta entonando himnos al faisán con chocolate. En las sobremesas de cualquíer almuerzo editorial, los filósofos y escritores, a los que la falta de proteínas ha dejado en 1,62 de altura, no cesan de hablar de cosechas de vino. Ya no existe ningún progresista que no presuma de saber cocinar. Uno llega desarmado a casa de un amigo rojo y se encuentra con que esa bazofia que te ofrece la ha elaborado él con sus lindas manos. Las mismas que un día manejaron tantos panfletos.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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